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El crecimiento de Estados Unidos

Ante la caída de la economía, las empresas están aplicando el modelo just-in-time para ajustarse. ¿Es esto bueno o malo?

2 de marzo de 2001

Despidos, recortes de producción y reducción de gastos e inversión han sido la respuesta de las compañías estadounidenses a la sorpresiva reducción de las ventas de los últimos meses. Estos recortes, que antes se hacían paulatinamente durante meses, hoy se están dando en pocos días gracias a las tecnologías de información con que cuentan las empresas. En todo el país, las compañías están tomando decisiones con base en la información que reciben de manera casi instantánea sobre la evolución de sus pedidos. Esto no solo ha acentuado la caída de la economía, sino que está cambiando la naturaleza misma de la desaceleración. La pregunta es si el freno que se le está aplicando a la producción y al gasto terminará ayudando o afectando la economía. Las apuestas sobre el crecimiento de la economía en el 2001 van desde -1% hasta 2%. Sin duda, la respuesta rápida de las empresas les ha permitido reducir sus costos de una manera mucho más acelerada que en el pasado. Sin embargo, en el agregado, la velocidad de los ajustes ha hecho que el aterrizaje suave que se esperaba de la economía estadounidense se esté sintiendo mucho más fuerte.

Para las optimistas, la reducción rápida de la producción y de los empleos debería llevar a un rápido ajuste de inventarios, con lo cual las cosas podrían voltearse favorablemente en poco tiempo, quizás en el segundo semestre del año, una vez se salga del exceso de oferta. A este grupo pertenece Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, Fed, para quien la economía en el 2001 crecerá entre 2 y 2,5% y el desempleo aumentará de 4% a 4,5%. Los pesimistas, por el contrario, opinan que los recortes podrían llevar a nuevos recortes y eventualmente al estancamiento de la economía.



Claro está que todo depende de lo que pase con la confianza de los consumidores. Esto lo entiende muy bien Greenspan, para quien el comportamiento de este índice se ha convertido en la prioridad número uno. Sus intervenciones están siempre dirigidas a fortalecer este indicador y en efecto esto fue lo que pasó después de la reducción de las tasas de interés y de sus intervenciones ante el Congreso. Pero si los anuncios de despidos en las empresas y las malas noticias económicas deterioran aún más la confianza de los consumidores, la situación podría complicarse. El consumo podría caer mucho más, llevando a una nueva ronda de despidos.



Menos impuestos



Greenspan es optimista, pero está también consciente de que muy posiblemente será necesario reducir más los intereses para asegurar el crecimiento, así como el recorte de impuestos propuesto por Bush. De hecho, la propuesta de Bush de recortar los impuestos en US$1,6 billones en los siguientes diez años, que parecía un imposible hace unos meses, ha ido ganando fuerza.



La combinación de una economía en reversa, los nuevos estimativos de un superávit fiscal de US$5,7 billones y la bendición de Greenspan han llevado a que la discusión en Washington ya no centre en si se debe o no hacer el recorte de impuestos, sino en la magnitud y la composición del mismo.



Con Greenspan a la cabeza, el recorte de impuestos, un sector de servicios muy dinámico aún y las empresas haciendo sus ajustes, no hay razón para esperar un colapso de la economía estadounidense. Un menor crecimiento sí, lo cual es apenas razonable después de años de crecimiento explosivo. Hasta ahora, hay noticias alentadoras y desalentadoras. Entre las positivas están la recuperación de las ventas minoristas en enero después del desplome en diciembre, el efecto sobre los bolsillos de los consumidores de los menores intereses de las hipotecas y el mejor comportamiento del empleo en enero. Entre las negativas están los despidos y, aunque el sector servicios ha absorbido como una esponja los desempleados del sector industrial, no es muy claro cuánto pueda continuar esta situación. Por el lado negativo, también está la aparición de señales de inflación, como el aumento de los precios al por mayor de 1,1% en enero, el más alto de la última década. Si esta tendencia continúa, se podría complicar la tarea de la Fed y demorarse un poco más el viraje de la economía.