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Llanos Orientales.

Cómo acelerar el crecimiento del campo en Colombia

Además de educación, infraestructura y manejo transparente y eficaz de la regulación, el campo colombiano necesita empresarizarse. Debe tener visión de largo plazo, voluntad de invertir y disciplina empresarial. La visión del presidente de Monsanto para la Región, Mariano Berdegue.

30 de abril de 2010

Los problemas grandes del atraso en el campo son esencialmente los mismos del país, señala Mariano Berdegue, presidente para la Región Andina Centro América y el Caribe de la multinacional Monsanto. “Los tres problemas de Colombia son educación, infraestructura y buen gobierno tanto en lo público como en las empresas, para que sean más transparentes”, señala.

 

El traslado de los tres problemas al campo es más bien claro. La educación se requiere, cuando menos, para adoptar tecnologías. El de infraestructura también es muy visible. “Cuesta el doble mover un bulto de fertilizante desde Buenaventura hasta Puerto Gaitán, que traerlo desde Rusia hasta Colombia”, ilustra el ejecutivo.

 

Adicionalmente, la sofisticación de los mecanismos de comercialización en la producción agraria van de la mano de la infraestructura. Un almacenamiento adecuado es una condición necesaria para que crezcan los mercados de futuros y derivados, que a la vez son las herramientas con las que se puede bajar el riesgo de cambios en los precios de venta a los agricultores.

 

En cuanto a gobernanza, un asunto importante es tener un marco regulatorio que fomente la innovación y el buen funcionamiento del mercado. Pero no se trata de pasar leyes. En muchos casos las normas están, pero no funcionan en la práctica. Un ejemplo está en los procedimientos de aprobación de siembra de variedades nuevas en el país. En Colombia aprobar una variedad de maíz se toma dos años, cuando en otros países se decide en uno.

 

Pero no solo es un proceso largo, es costoso. En Colombia se pide que haya visitas semanales al cultivo con biotecnología que está en prueba. Cuando se añade este costo a los demás que implican los trámites de autorización, se le acaban añadiendo cerca de US$25 al costo de cada bolsa de semillas vendida.

 

Hay otro problema que atrasa el campo en Colombia y es la precariedad de documentación en la propiedad de la tierra. “En Argentina regularizaron eso y así consiguieron luego un mercado de tierras que funciona”, dice Mariano Berdegue. Sin una titulación clara, las empresas agrícolas formales no pueden entrar y de esa manera se limita la capacidad de inversión. “¿Cómo llevas las compras al balance?”, se pregunta.

 

Hacer empresas en el campo
Además de esos tres elementos cruciales, al campo colombiano le faltan otros que podrían acelerar su desarrollo. Uno de ellos es la empresarización agraria. Para Mariano Berdegue, esto no se debe hacer a costa de la pequeña agricultura, sino avanzando con mentalidad empresaria en campos nuevos como el de granos. “Los operadores de Aliar o Fibras del Sinú en Colombia son empresarios. Tienen visión de largo plazo, de inversión y rentabilidad de la inversión y estructuras comerciales fuertes. Las personas que han hecho que Brasil sea Brasil y Argentina sea Argentina, también son empresarios”, dice. Menciona el caso de la empresa argentina El Tejar, que tiene un millón de hectáreas sembradas en Argentina y Uruguay. “Tienen visión de futuro”, señala.

 

El beneficio de expandir una industria de granos se mide fácilmente. “Es un sector que puede producir 3,5 millones de toneladas de granos. Hoy se importan 1,5 millones de toneladas. Colombia necesita ese sector”, señala. No se requieren extensiones ilimitadas. Con los sistemas agronómicos correctos, se puede llevar la producción de soya por hectárea hasta 3,5 toneladas y de maíz a 6 a 7 toneladas, para que áreas sembradas menores sean completamente rentables.

 

Otro elemento que está ausente de las prácticas colombianas y que podría mejorar la productividad nacional, es la asociatividad. En Venezuela, dice Mariano Berdegue, las asociaciones de maiceros son muy rentables para sus miembros. Consiguen en conjunto insumos y asesoría, cosechan en conjunto con maquinaria de la asociación e incluso industrializan su producto, llevándolo hasta el aceite o las arepas. Este tipo de empresarización también genera riqueza para las asociaciones, que controlan cerca del 80% de producción de granos de Venezuela. Algo similar ocurre con los productores de granos en Sinaloa, México.

 

Naturalmente, no se trata de una cuestión de abrir las puertas al capitalismo salvaje. “El gobierno siempre puede impedir que la tierra se quede en manos de cuatro personas”.
Tampoco de empresarizar todo el campo, pero sí conseguir que el agricultor pequeño sea viable financieramente. “El gobierno debe desarrollar herramientas para proteger ese sector. Las dos políticas no se contraponen y menos en Colombia donde hay más de 30 millones de hectáreas dedicadas a la ganadería extensiva que tienen vocación agrícola y agroforestal”, dice.