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Brasil, a la espera del crecimiento

Escándalos de corrupción y bajo crecimiento económico están poniendo a prueba la confianza de los brasileños en su Presidente.

19 de marzo de 2004

La popularidad de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, hasta el momento, ha demostrado ser a toda prueba. En las últimas semanas, la oposición y algunos medios de comunicación se han referido reiteradamente a una serie de escándalos de corrupción relacionados con personas cercanas a Lula y, sin embargo, el índice de popularidad del Presidente se mantiene alrededor del 60%. De la misma forma, sigue intacto a pesar de que la economía se redujo 0,2% en 2003, el peor resultado de los últimos 13 años, los salarios reales cayeron 6,2% y el desempleo en las grandes ciudades aumentó de 11,2 a 11,7%. La suma de todo lo anterior llevó a una caída del consumo de los hogares de 3,3% en el año.

Para 2004 se espera un crecimiento de la economía entre 3 y 4%, basado esencialmente en un excelente desempeño de las exportaciones tanto vía precios como cantidad. De hecho, Brasil es uno de los países más favorecidos con el despegue de China, que se ha convertido en un fuerte demandante de sus productos. Pero aparte de este sector, el resto de la economía permanece bastante estancado.

Las vulnerabilidades de Brasil son grandes. La deuda pública de corto y largo plazo es demasiado alta -el pago de intereses se lleva 10 puntos del PIB al año-, y el valor de las exportaciones es muy dependiente de los precios internacionales. Adicionalmente, un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, aunque sea mínimo, podría tener un impacto negativo sobre los spreads de la deuda externa de este país.

El presidente Lula está preocupado, pero sabe que no puede caer en el error de pedirle al Banco Central que reduzca las tasas de interés de su valor actual de 16,5% a costa de una mayor inflación o al ministro de Finanzas que aumente el gasto, cuando está consciente de que necesita mantener un superávit primario para garantizar la sostenibilidad de la deuda. Pero el tiempo apremia.

El gobierno, por tanto, está buscando la manera de que la economía crezca sin afectar el déficit. Lula anunció recientemente un paquete de medidas para estimular a los bancos a prestarle al sector de la construcción que está bastante deprimido. De otra parte, le está proponiendo al FMI que haga préstamos precautelativos a los países para que puedan desprenderse de los acuerdos formales con el Fondo. También le sugirió a esta entidad que permita que cierto tipo de gasto, por ejemplo, el de infraestructura, se deje por fuera de las metas fiscales para darle vía libre a la inversión social.

Sin embargo, que tenga o no éxito con sus propuestas es bastante incierto. Por una parte, Antonio Palocci Filho, ministro de Finanzas, en declaraciones recientes aseguró que las dos propuestas habían sido muy bien recibidas por Horst Koehler, presidente del FMI. No obstante, en el otro extremo, Jurgën Stark, vicepresidente del Banco Central de Alemania, el tercer accionista del FMI, manifestó su total desacuerdo con este tipo de préstamos y con la alta concentración de los recursos del Fondo, 70% de los US$100.000 millones en tres países: Brasil, Argentina y Turquía.

Hasta ahora, la confianza en Lula no ha sufrido, pero si las cosas no cambian, sí se podría ver afectada. En este caso y si no logra ablandar al FMI, el Presidente podría dejar atrás la ortodoxia con un alto riesgo para la economía de este país y para la de toda la región.