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Boom, ¿hasta cuándo?

La buena situación de América Latina en los dos últimos años lleva a algunos a pensar que esta coyuntura podría estar llegando a su fin. ¿Qué tan acertado es este pronóstico?

16 de diciembre de 2005

Los países latinoamericanos han crecido 5,6% y 4,1% en promedio en 2004 y 2005, respectivamente, muy por encima del promedio del 2,8% alcanzado entre 1991 y 2003. Detrás de este buen comportamiento está el crecimiento mundial, jalonado por China y los altos precios de las materias primas en el mercado internacional.

La última vez que Latinoamérica había tenido una situación de expansión semejante fue a comienzos de los 90, cuando en la mayoría de los países de la región se llevó a cabo una apertura ecomercial y una serie de reformas económicas. Sin embargo, el epílogo en esa ocasión no fue bueno y a la bonanza de comienzos de la década siguió una de las recesiones más profundas de todos los tiempos.

Precisamente en esta experiencia se basan los temores de quienes piensan que el buen momento para los países latinoamericanos podría estar acabándose. No obstante, en un estudio realizado recientemente por el Banco Mundial que compara las dos bonanzas, la de comienzos de los 90 y la actual, se puede ver que las dos tuvieron orígenes muy diferentes y que, por tanto, la actual no necesariamente tiene que terminar en catástrofe.

La comparación La bonanza de los 90 en América Latina tuvo su origen en el ingreso masivo de capitales tanto de corto como de largo plazo. Esto llevó a una alta vulnerabilidad de la cuenta corriente, a la revaluación de las monedas, a un alto riesgo de liquidez (deuda de corto plazo/reservas internacionales) y a un alto riesgo financiero en los sectores público y privado. El sector financiero de los respectivos países intermedió estos recursos mediante el crecimiento excesivo del crédito interno, lo cual a su vez condujo a crisis cambiarias y financieras en la mayoría de los países.

Actualmente, la bonanza está liderada por un crecimiento de las exportaciones de los países de la región muy superior al crecimiento de la economía, lo que se ha traducido en balanzas comerciales positivas y, con la excepción de Colombia y México, en cuentas corrientes superavitarias. Los flujos de capital a pesar de las condiciones favorables y la abundante liquidez son la mitad como proporción del PIB de lo que fueron en los 90. También ha habido una fuerte acumulación de reservas internacionales.

A diferencia de hoy, en los 90 el tipo de cambio era fijo en buena parte de la región, con lo cual cuando se produjo la destorcida y salieron los capitales, el mayor impacto se sintió en el mercado cambiario, con devaluaciones masivas de las monedas.

La única gran vulnerabilidad de la bonanza actual según el estudio del Banco Mundial, es la deuda pública, ya que -como porcentaje del PIB- es mucho más alta hoy que a comienzos de los 90. Los balances primarios -ingresos menos gastos antes del servicio de la deuda- no son lo suficientemente altos y el déficit fiscal de los gobiernos, antes que mejorar, está empeorando.

En parte, esto es el resultado del mayor endeudamiento en el que incurrieron los gobiernos en el momento de la crisis, pero también en algunos casos de la falta de compromiso de los gobiernos para corregir sus desequilibrios fiscales. Colombia está entre los países en los que este problema es más acentuado.

Las perspectivas La pregunta que hay que hacerse en las actuales circunstancias es qué tanto podría extenderse la bonanza, dado que depende totalmente de condiciones externas, específicamente del crecimiento mundial y de la demanda por materias primas de la región.

Con la incorporación de China e India, aunque más de China, a la economía mundial se ha producido un cambio estructural que ha tenido un gran impacto sobre los precios relativos, los flujos de capital y los flujos de comercio.

De hecho, algo similar sucedió entre 1870 y 1920, cuando a raíz de la expansión de la economía mundial y sobre todo del comercio, los precios de las materias primas crecieron constantemente. Luego, entre 1920 y 1980, la tendencia de los precios fue a la baja, puesto que en este período no hubo ningún tipo de cambio estructural.

Hoy, China e India son una parte más grande de la economía mundial, con tendencia a seguir creciendo, con lo cual la demanda por materias primas seguirá en aumento.

Sin embargo, hay una diferencia importante entre el comportamiento de los precios de productos cuya oferta se demora en reaccionar -petróleo y minerales-, y el de aquellos en los que la oferta reacciona inmediatamente, como el caso de los productos agrícolas. En este sentido, cabe esperar un precio de los primeros al alza o al menos estable, y en el de los segundos, precios a la baja. En la medida en que esto suceda, la balanza comercial de los países se irá deteriorando y los tipos de cambio ajustando.

En el momento actual, América Latina es menos vulnerable que a comienzos de los 90. Esto significa que mientras que el crecimiento mundial siga siendo sólido y la oferta de productos como petróleo y minerales siga siendo escasa, los ingresos por exportaciones se mantendrán en niveles aceptables.

Habrá, no obstante, problemas cuando se desacelere la economía mundial, sobre todo para los países que no hayan ajustado sus cuentas fiscales pues los recursos que hoy son abundantes serán escasos.