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Emilio Tapia, empresario involucrado en escándalo del carrusel de la contratación en Bogotá.

Investigación

Así se hizo ‘célebre’ Emilio Tapia (I)

Una casualidad hizo público el nombre del hombre que, tras aceptar una pena de 13 años de prisión, se dispone a contarle a la Fiscalía lo que aún no se sabe a cerca de la historia del carrusel de la contratación de Bogotá.

25 de octubre de 2012

Todo empezó el 10 marzo de 2010. Periodistas de la revista Dinero le seguían los pasos a giros que de manera clandestina habría hecho el gobierno venezolano para financiar algunas campañas de candidatos al Congreso. De confirmarse, la noticia sería grande. No solo porque en ese momento los gobiernos de Hugo Chávez y de Álvaro Uribe libraban una pugna relacionada con el amparo que Caracas le estaría dando a grupos extremistas colombianos, sino porque la Constitución y la ley colombianas prohíben que los aspirantes a cargos de elección popular reciban financiación de gobiernos extranjeros.

Una fuente de la Escuela Superior de Guerra –de aquella que difícilmente consultaría un reportero de un medio de economía y negocios- guió a los periodistas hasta el despacho de un abogado que, en privado, decía que tenía documentos para respaldar la pesquisa. El litigante, sin embargo, fue franco y dio una primera respuesta desestimulante: él sabía cómo operaba el sistema de la supuesta financiación, pero no tenía una sola prueba que fuera incontestable.

“Yo les puedo sugerir que hablen con gente que conoce el mercado cambiario y que, a lo mejor, les pueden dar los nombres de algunas casas situadas en punto de frontera por donde ingresó la plata… pero hoy no es el día adecuado”, dijo la fuente.

El abogado se quejó de que por esos días estaba concentrado una misión que parecía imposible: recuperar para clientes suyos más de $5.000 millones que un tal Emilio Tapia, joven cordobés que decía tener contactos clave en el mundo de la contratación pública, les debía por concepto de la ejecución de unas obras en varios municipios de tres departamentos. Luego, al calor de un tinto, soltó en tono anecdótico algo que terminaría convertido en una bomba: “Ese Emilio, un nuevo rico presumido, dice que nos pagará cuando el Alcalde de Bogotá y su hermano, el senador Iván Moreno, le paguen con comisiones el aporte que él les hizo para sus campañas”.

Cuando uno de los interlocutores rió con desparpajo y escepticismo ante lo que ese momento parecía un chiste, el abogado se apresuró a decir que tenía pruebas: “lo tengo todo grabado”. La historia de la supuesta financiación venezolana quedó en ese momento en un segundo plano. Los reporteros solo querían saber de Tapia e iniciarían, a partir de ese momento, una paciente labor que tomaría varios días para que la fuente les dejara oír las grabaciones.

Búsquedas sin tregua en bases de datos y en portales de Internet sobre el nombre y antecedentes de Emilio Tapia no dieron resultado inmediato. La primera luz apareció cuando la Revista decidió acudir a medios influyentes del departamento de Córdoba. Una periodista del diario El Meridiano, de Montería, respondió que tenía alguna referencia lejana de Tapia y que creía recordar que en su archivo había una foto. “Si la encuentro, se la puedo enviar”, prometió amablemente.

Pocas horas más tarde llegó a un correo electrónico de la redacción la foto prometida. Un hombre alto y algo robusto, que la diligente colega identificaba como Emilio Tapia, estaba junto al senador Iván Moreno en la que parecía ser una tarima de campaña. La escena encajaba de manera perfecta en la historia narrada por el abogado. Los reporteros renviaron la foto a la fuente y esta no tuvo duda: “Es él, aunque hoy día luce delgado porque hace poco se mandó poner en Miami un balón gástrico”.

Con grabaciones y fotografía en mano, el equipo de Investigación buscó al senador Moreno. Por esos días, el parlamentario se encontraba aquejado de una neumonía y convalecía en una clínica. Pero dada la urgencia del tema, en momentos en que el Grupo Nule se declaraba en quiebra y la prensa y la justicia aguzaban su olfato para saber qué se escondía detrás del contrato de Transmilenio en la calle 26, un asesor de Moreno pidió un cuestionario por escrito.

“¿Cuál es su relación con el señor Tapia, con quien algunas fotografías lo muestran efectivamente en tarimas de campaña en Sahagún?”, rezaba la primera pregunta del cuestionario. “¿Qué consideraciones le merece las afirmaciones de Tapias en el sentido de que su supuesta estrecha relación con él le permitió conseguir contratos en Bogotá y lo llevó a apoyarlo económicamente para que su caudal electoral creciera en Córdoba?”, inquiría otra.

El senador ocultó mal un cierto tono agresivo en su primera respuesta: “Como quiera –escribió Moreno- que su comunicación contiene graves acusaciones de naturaleza penal contra particulares y servidores públicos distritales, toda vez que las conductas que Ud les atribuye y respecto de las cuales, asegura tener las pruebas, podrían tipificar los delitos de tráfico de influencias (art 411 del CP), interés ilícito en la celebración de contratos (art 415 del CP) y corrupción de sufragantes (art 390 del CP), le recuerdo que su deber legal y ciudadano es el de poner en conocimiento de las autoridades judiciales competentes las evidencias correspondientes, so pena de que si no lo hace, usted mismo pueda estar incurriendo en el delito de omisión del deber de impedir delitos (art 450 del CP)”.

Sin embargo, no negó su relación con la familia Tapia, si bien hizo un esfuerzo por moderar su interpretación:
“La relación de la familia Moreno Rojas y la familia Tapia se remonta a tres generaciones. El General Rojas Pinilla profesaba por Don Ezequiel Otero (abuelo de Nilda y Lida Aldana Otero) una amistad entrañable. Las siguientes generaciones han mantenido esas mismas relaciones al punto que desde hace 35 años, y aun en la actualidad, son vecinas en una propiedad rural en el Departamento de Córdoba, en un predio que conserva mi tío Carlos Rojas. La relación social ha incluido la participación conjunta de miembros de ambas familias en proyectos políticos en el pasado y en el presente. Las fotografías en tarima, de la reciente campaña electoral al Senado, a las que Ud hace referencia, deben ser del Dr. Emilio Tapia Moreno, Ex Gobernador, Ex Contralor Departamental, Ex Gerente de Empresas Publicas y Director de Institutos y Departamentos Administrativos en Córdoba y Sucre, quien me acompañó en dicha contienda como coordinador político en esos dos departamentos”.

Su respuesta no era del todo cierta. Poco después quedó comprobado que el Tapia que aparecía en Tarima no era el ex gobernador, sino su hijo Emilio. La primera publicación desató un fenómeno de bola de nieve y, de ahí en adelante, nadie discutió que Tapia era de las piezas principales del carrusel.
(Mañana: la caja de pandora de Tapia)