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Semana y Dinero hablaron con los rectores Alejandro Cheyne, Universidad del Rosario; Francisco Piedrahita, Universidad ICESI; Brigitte Baptiste, Universidad EAN; José Leonardo Valencia, Fundación Universitaria Área Andina; John Jairo Arboleda, Universidad de Antioquia, y Adolfo Meisel, Universidad del Norte. | Foto: Montaje fotográfico: Natalia Pinilla / Semana.

EDUCACIÓN

Aprendizajes y retos de la educación superior en tiempos de coronavirus

Esta crisis ha resaltado el papel de las universidades en la sociedad. Seis rectores reflexionan sobre el trabajo de los últimos meses, los desafíos del siguiente semestre y el futuro de sus propias instituciones.

24 de junio de 2020

Francisco Piedrahita, quien desde 1997 es el rector de la Universidad ICESI de Cali, cuenta al otro lado del teléfono que lleva muchísimos años trabajando y nunca ha vivido algo parecido. “El estrés, la intensidad, los horarios de trabajo, la cantidad de decisiones tomadas en tan poco tiempo, el cambio súbito de directrices del Gobierno, la grave situación económica de algunos padres de familia, la incertidumbre de profesores y estudiantes. En fin... usted no se puede imaginar”.

Se queda en silencio por un momento mientras piensa. Luego añade: “Decir que la universidad estaba preparada para esto es una exageración. Nadie lo estaba. Ninguna universidad, creo. Y a pesar de todos los problemas, teníamos unas fortalezas que nos permitieron hacer una transición a la educación remota con relativa prontitud”.

Los otros cinco rectores entrevistados para este artículo responden exactamente lo mismo: “Nadie estaba preparado. Nadie”. Lo dice Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN. Lo dice Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario. Lo dice José Leonardo Valencia, rector nacional de la Fundación Universitaria del Área Andina. Estos tres desde Bogotá. Lo dice John Jairo Arboleda, rector de la Universidad de Antioquia, desde Medellín. Lo dice Adolfo Meisel, rector de la Universidad del Norte, desde Barranquilla.

Este último agrega: “Ninguna universidad tenía previsto, de un momento a otro, ofrecer todas sus clases de manera virtual. Un proceso así tardaría al menos 10 años, según expertos en el tema. La realidad nos obligó a hacerlo en semanas, pero tenga en cuenta que, probablemente, en las universidades está el capital humano más preparado del país y nadie mejor que estas instituciones para llevar a buen término un reto de esta magnitud”.

John Jairo Arboleda, por su parte, reconoce que las primeras dos semanas fueron difíciles: “Esta universidad, que tiene cerca de 41.000 estudiantes, ha sido tradicionalmente presencial. Al comienzo hubo un gran rechazo por parte de los profesores y los estudiantes para asumir este nuevo contexto. Al cabo de los días, se entendió que el asunto no se iba a resolver tan rápido, como todos esperaban, y que tocaba buscar la manera de mantener viva la universidad”.

Y lo lograron. EAN, Universidad del Rosario, ICESI, Areandina y Universidad del Norte finalizaron el semestre 2020-1. Solo quedaron pendientes, en algunos casos, las materias que exigen prácticas de laboratorio presenciales, las cuales se completarán durante el periodo intersemestral. Este retorno excepcional de las instituciones de educación superior (IES) está contemplado en una directiva del Ministerio de Educación, en el marco del Decreto presidencial 749 del 28 de mayo. La Universidad de Antioquia espera terminar el semestre en agosto, ya que a finales del año pasado tuvo que reprogramar el semestre 2019-2 debido a los paros y las movilizaciones estudiantiles.

Instrucciones para mantener viva una universidad

“Nosotros entendemos que la educación superior nunca volverá a ser igual después de la CO-VID-19”, afirma Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario, institución que cumple 366 años. Y agrega: “Es tarea de las universidades construir un escenario superior al que veníamos acostumbrados. Creo firmemente que esta ‘nueva normalidad’ debe comprometerse con la excelencia académica e investigativa gracias a la convergencia de la presencialidad y el acceso remoto”.

No hubo tiempo para pruebas piloto. Muchos profesores y estudiantes nunca habían tenido una experiencia educativa a distancia y mediada por la tecnología. Sin embargo, Cheyne resalta el compromiso de toda la comunidad. “Algunos pueden considerar que estamos ante un desafío tecnológico, pero el verdadero desafío ha sido pedagógico. Una clase de acceso remoto nunca será igual a una clase presencial”, dice.

El resultado: asignaturas a través de plataformas sincrónicas (teleconferencias vía Zoom) y asincrónicas (por ejemplo, Moodle, que permite realizar actividades diferidas en el tiempo); 121.000 sesiones de clase y cerca de 1.112.000 participantes; 95 laboratorios de acceso remoto y 2.000 descargas de software especializado. Todo en tan solo dos meses y medio.

Una situación similar tuvo lugar en Areandina.

“La decisión más difícil fue romper el esquema de presencialidad de un día para otro. Afortunadamente traíamos un trabajo desarrollado alrededor de la transformación digital y de la cultura de la virtualidad. Gracias a esto los profesores pudieron migrar hacia la educación remota rápidamente”, dice José Leonardo Valencia, rector de una institución que cuenta con 36.000 estudiantes.

Ahora bien, universidades de gran arraigo presencial, como la Universidad de Antioquia, tuvieron que pasar por un periodo de adaptación.

“Hace 20 años se creó el programa Ude@. En ese entonces el tema de la virtualidad en educación estaba dando sus primeros pasos. Este programa, que ha sobrevivido y hoy tiene cuatro carreras, fue el que nos permitió capacitar en poco tiempo a 6.700 profesores y a 7.000 estudiantes sobre cómo utilizar distintas herramientas. Se trató de una especie de alfabetización digital”, explica John Jairo Arboleda.

En la Universidad del Norte pasó algo semejante, ya que en dos semanas se reorganizó para que la totalidad de sus programas académicos continuaran a través de una plataforma tecnológica.

“Para garantizar que la calidad se mantuviera, el equipo del Centro de Excelencia Docente hizo seguimiento a la experiencia, tanto de los profesores como de los estudiantes, con el fin de mejorar sobre la marcha cada uno de los inconvenientes que se podían presentar. El balance es positivo: los profesores percibieron mayor asistencia y participación de sus estudiantes, y estos valoraron aspectos como el de adaptar sus tiempos para tomar las clases, dado que todas quedaron grabadas”, explica Adolfo Meisel.

Un ‘pequeño’ problema

En la historia de las universidades y de la humanidad, de estas crisis amanecen grandes propuestas y grandes cambios. La pandemia ha puesto de relieve no solo la fragilidad de la vida, sino también las enormes desigualdades que tiene nuestra sociedad”, dice John Jairo Arboleda, vía telefónica desde Medellín.

Durante estos días, las universidades hemos dado un gran ejemplo de nuestra función, para que los tomadores de decisiones vean con sus propios ojos el valor de la inversión en ciencia, tecnología e innovación, y la relevancia de una mejor financiación –ese reclamo histórico– para que tanto universidades públicas como privadas puedan hacer mejor su tarea: participar en la solución de problemas”, agrega.

Las palabras del rector de la Universidad de Antioquia toman más fuerza si se tiene en cuenta que 25% de los estudiantes de esta institución no tienen equipos –computadores o tablets–, no tienen una conexión a Internet o no tienen ambos en sus casas.

Este fue, quizás, el mayor problema al que se enfrentaron –y para el que se siguen buscando soluciones– en las IES de Colombia.

“El país tiene serias dificultades de acceso a Internet, incluso en las grandes ciudades. En la Universidad ICESI cerca del 40% de nuestros estudiantes son de estratos 1 y 2. En el campus hay condiciones excelentes, pero en esta etapa de confinamiento muchos quedaron limitados. Tuvimos que apoyar con computadores, pero en algunos casos fue insuficiente”, dice Piedrahita. Por su parte, Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN, explica: “Uno de los momentos más difíciles fue tomar una decisión frente a los niveles de apoyo que la universidad podía prestar a los estudiantes que no contaban con equipos y la evidencia de que no todos tenían mínimos de conectividad. Adquirimos ordenadores portátiles para prestarle a muchos de ellos y promovimos soluciones con los operadores de redes para que cada estudiante migrara sus gastos de transporte a conectividad”.

En la Universidad de Antioquia se tomaron medidas similares. Arboleda cuenta que entregaron 1.100 computadores a sus estudiantes y que negocian con operadores de telefonía móvil e Internet tarifas asequibles. Ya tiene hechos 500 contratos, con énfasis en los estudiantes de las subregiones de Antioquia –cerca de 7.000–.

Otro reto –otro más– fue el tema relacionado con software especializado.

“Estamos conectando a nuestros estudiantes para que desde cualquier equipo (celulares inteligentes, tabletas o computadores), independientemente de las especificaciones técnicas que tenga, puedan utilizar las aplicaciones que necesitan en su formación. Es decir, no requieren equipos ‘muy potentes’ para usar las herramientas, sino tan solo tener conexión al servidor central de Areandina”, explica el rector de esta fundación universitaria.

Un modelo alternado

El 23 de mayo, Iván Duque, presidente de Co-lombia, y María Victoria Angulo, ministra de Educación, explicaron el modelo de alternancia que comenzará a regir a partir de agosto en colegios e IES. El primero explicó que este plan combinará trabajo en casa, presencialidad y virtualidad, y que tiene como prioridad la protección de la vida y la salud. Angulo agregó que el proceso se está haciendo en equipo de la mano de los secretarios de Educación y rectores, con el objetivo de recuperar la presencialidad con responsabilidad.

Francisco Piedrahita explica paso por paso cuál va a ser el proceso en el caso de la Universidad ICESI.

“En primer lugar, debemos ofrecer un panorama de la capacidad de la institución: el número de la comunidad –profesores, estudiantes, administrativos, personas de servicios externos–, y el número de salones de clase y espacios comunes. Luego, debemos definir, con la secretaría, cuántas personas van a poder estar al tiempo en cada uno de estos espacios. La prioridad de presencialidad, en este orden, es para las asignaturas con laboratorios y luego para las clases específicas de cada carrera, sobre todo de primer semestre”, dice.

Este último aspecto busca que los jóvenes que empiezan su vida universitaria se sientan parte de la comunidad, se conozcan entre sí. “Las experiencias que se viven en el campus son irremplazables, por eso hay que mantener el contacto de las cohortes y la sociabilidad”, asegura el rector.

Por otro lado, en la recuperación de la presencialidad, también se contemplan medidas de bioseguridad.

“Si se decide volver, estamos listos, pero por ahora se tiene previsto que el semestre sea híbrido, es decir, que algunas clases sean remotas para disminuir la movilización masiva y permanente de personas. Hemos ajustado nuestra programación y formas de trabajo para garantizar las condiciones de bioseguridad que se exigen. Se ha realizado un rediseño de la vida estudiantil completa, incluidos deportes y actividades culturales”, dice la rectora de la EAN.

Por su parte, Alejandro Cheyne explica las medidas que se van a tomar en la Universidad del Rosario: “Vamos a segmentar nuestra población para identificar su perfil de riesgo según temas médicos, familiares e incluso preferencias de estudio. Estamos finalizando el diseño de los protocolos de bioseguridad: un control estricto de aforos, salones y laboratorios –los cuales tendrán entre 1,8 y 2 metros de distancia social–, esquemas de aseo y desinfección profunda, lavamanos portátiles multiplicados, toma de temperatura, nuevas rutas de ingreso y salida, entre otros aspectos”.

Un escenario complejo

Según cifras de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun), la deserción en la educación superior puede llegar hasta 25% en el segundo semestre del año, bajar a 20% en 2021 y a 18% en 2022. Algunos rectores esperan cifras más altas.

“El impacto va a ser desigual entre las instituciones, ya que hay muchas variables en la ruta de afectación: las regiones más perjudicadas por el virus, el valor de la matrícula, el estrato de los estudiantes. Está demostrado que las comunidades de menores estratos socioeconómicos han sido las más afectadas, por lo que muchos jóvenes que estudian están buscando ingresos para ayudar a sus familias”, dice Arboleda, rector de la Universidad de Antioquia, una institución que garantiza la gratuidad de la matrícula para los estratos 1 y 2 desde hace 18 años.

¿Qué hacer frente a este panorama? Por un lado están las medidas del Gobierno –un paquete de $1,5 billones en créditos para la educación superior y un fortalecimiento para el Icetex– y por otro, los de cada institución:

Universidad del Norte

  • Adición de $27.000 millones al presupuesto anual de becas y créditos.
  • Reducción de los intereses en los créditos educativos.
  • 70% de los estudiantes cuentan con algún tipo de apoyo financiero.

Universidad del Rosario

  • Apoyo financiero equitativo, a través de un fondo de $75.000 millones para becas, descuentos y créditos directos.
  • 2.000 becas parciales para estudiantes vulnerables frente al virus.
  • Ajuste del calendario académico con ritmos adaptados a las necesidades de los estudiantes.

Universidad EAN 

  • Transformación del modelo  educativo —uno centrado en competencias— que garantiza la calidad y que busca que ninguno de sus cerca de 9.000 alumnos se quede sin estudiar.

Universidad ICESI

  • Descuento de hasta 10% en la matrícula de estudiantes afectados por el coronavirus.
  • Créditos hasta por cuatro años, con tasas subsidiadas que van desde el 0,8% mensual. La diferencia entre la tasa que paga el estudiante y la comercial que cobra el banco la cubre la universidad.

Fundación Universitaria del Área Andina

  • 20% de descuento en las matrículas. Este valor se puede donar de un estudiante a otro, es decir, es acumulable. Lo anterior suma un apoyo financiero de $35.000 millones.

Universidad de Antioquia

  •  Tiene previsto iniciar el semestre 2020-2 en septiembre.

Solidaridad: la palabra clave

El país ha sido testigo de cómo las universidades, en todas las regiones de Colombia, se han puesto a disposición de las autoridades para ayudar en la medida de lo posible. Y no solo eso, entre ellas se han dado la mano para apoyarse. Esta iniciativa, conocida como ‘Plan Padrino’, fue impulsada por el Ministerio de Educación.

“La acción solidaria es fundamental en un sector que no debería estar compitiendo bajo las condiciones de mercado, lo cual genera muchas ineficiencias. La educación es un servicio público y como operadores deberíamos poder coordinar mejor nuestro impacto, sin afectar, obviamente, las condiciones naturales de la autonomía universitaria, garantía de pluralidad en las visiones del mundo”, opina Baptiste.

La solidaridad de estas instituciones ha abarcado distintos ámbitos de la crisis. La Fundación Universitaria del Área Andina, por ejemplo, creó un marketplace digital que da a conocer las iniciativas microempresariales de los estudiantes y sus familias —ya tienen 200 registradas—. Además, fortaleció su portal de empleo articulando a graduados, sectores productivos y alia-dos para que sus estudiantes tengan más opciones.

“La situación nos ha demostrado que solo siendo flexibles, adaptables y tomando decisiones con firmeza podemos responder ante estas situaciones”, dice José Leonardo Valencia, su rector.

Otro gran reto fue adaptar y mantener a la distancia servicios ya reconocidos por la comunidad. Tanto la Universidad de Antioquia como la Universidad del Norte ofrecen atención gratuita a cualquier ciudadano que requiera una consulta psicológica. Esta última continúa con su consultorio jurídico de manera virtual y también acompaña a alrededor de 200 empresas de la región en materia de administración y negocios en medio de la crisis.

Eso por un lado, pero hay más. Estas instituciones también se han destacado por enfrentarse directamente al coronavirus.

“La mejor forma de contribuir como universidades, en la medida de las capacidades y posibilidades de cada una, es poniendo nuestro conocimiento y competencias al servicio de la sociedad. A la Gobernación del Atlántico le prestamos nuestro recurso humano e infraestructura tecnológica para la realización de pruebas de la COVID-19 y toma de decisiones en materia de vigilancia epidemiológica. Además, fortalecimos con más personal y equipos nuestro hospital, para incrementar la capacidad de atención de pacientes infectados”, cuenta el rector de la Universidad del Norte.

Por otro lado, las universidades del Rosario y de Antioquia han hecho pruebas diagnósticas del virus, desarrollado ventiladores para atender la emergencia e investigado el genoma del virus.

Así honramos nuestro compromiso con Colombia, con generosidad y sin contraprestación alguna”, dice Cheyne, rector de la Universidad del Rosario.

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