Recesión en Estados Unidos: no se hagan ilusiones

1 de febrero de 2008

Como hemos visto en las últimas semanas, el temor a lo que parece una inminente recesión en Estados Unidos ha venido aumentando. Los expertos todavía no se ponen de acuerdo sobre si habrá o no una recesión en sentido estricto, es decir, una contracción del producto de la economía estadounidense. Y entre quienes sí creen que tal hecho sucederá, no hay acuerdo sobre qué tan grave y duradero será.

Con los anuncios de una posible crisis económica en los Estados Unidos, han reaparecido los infaltables profetas del colapso de dicho país, y del fin de su primacía económica, política y militar. Con base en la idea algo metafísica de que a todos los imperios necesariamente les llega su hora, estos profetas se apresuran de nuevo a decir que tal hora ya llegó para Estados Unidos.

Empecemos por aclarar qué quiero decir al calificar tal idea de metafísica. La experiencia histórica nos ha mostrado, es cierto, que todos los grandes imperios y potencias han pasado por etapas de surgimiento, auge y decadencia. Es un error, sin embargo, extraer de esto un patrón común que deba cumplirse para las potencias del futuro. De hecho, en el pasado cada caso ha sido distinto en cuanto a muchas variables: duración, causas del surgimiento, causas de la decadencia, etc. Es muy posible que Estados Unidos pierda un día su lugar como primera gran potencia mundial, pero cuando esto suceda tendrá unas causas específicas, las cuales no conocemos ahora, y en todo caso no será por un ciclo inexorable.

Ahora bien, cuando oigo de nuevo a estos profetas, recuerdo las palabras del profesor Rubén Jaramillo, de la Universidad Nacional, quien, en una conversación de cafetería en la que se trataba el tema de la “inminente” decadencia de Estados Unidos, decía a los proponentes de tal idea que “no se hagan ilusiones”. Con esto, el profesor Jaramillo quería decir que la sociedad norteamericana tiene fortalezas que no hemos conocido en ninguna otra en la historia, y que esas fortalezas le han permitido superar las crisis una y otra vez.

¿Cuáles son esas fortalezas? Podemos mencionar algunas con la injusticia que la brevedad implica: Estados Unidos tiene la sociedad más móvil y flexible que el mundo haya conocido; es una sociedad despojada de estructuras aristocráticas, la cual muy fácilmente se adapta a los cambios y le abre las puertas a lo nuevo.

Su aparato productivo es descomunal, y tiene también una increíble capacidad para innovar y para adaptarse al cambio; no en vano, Estados Unidos sigue siendo el más importante generador de innovaciones tecnológicas y económicas. Es la sociedad que mejor aprovecha el potencial económico de los inmigrantes, y de hecho es, entre las grandes economías del mundo, la que más facilita la inmigración y más asimila a los recién llegados. La economía norteamericana sigue siendo más abierta que cualquiera otra de las grandes economías del mundo, y entre estas es la más libre de obstáculos.

En la mentalidad económica norteamericana no se teme al riesgo ni a la exploración de lo novedoso. Las enormes desigualdades en el ingreso son toleradas socialmente, en la medida en que quienes tienen menos ingresos suelen llevar un nivel de vida bastante bueno. Por esta última razón, ni siquiera en épocas como estas el populismo de clase logra arraigo alguno en la mentalidad norteamericana. Mírese el caso de John Edwards, quien tuvo que retirar su precandidatura tras varias derrotas consecutivas: Edwards hizo campaña sobre la base de una presunta lucha entre el norteamericano común y las grandes corporaciones. Su mensaje jamás tuvo suficiente acogida, ni siquiera en estos tiempos de miedo a la recesión y pérdida de empleos industriales.

Nada de esto quiere decir que el sistema político, económico y social de los Estados Unidos sea perfecto. Defectos tiene, y muchísimos. Para la muestra tenemos el caso de la salud: el sistema estadounidense necesariamente tendrá que sufrir una reforma profunda, pues el malestar crece ante el hecho de que decenas de millones de personas no poseen ningún tipo de seguro de salud, y muchos ni siquiera podrían costearlo.

En esta ocasión, entonces, creo que nuestros izquierdistas nostálgicos se quedarán esperando de nuevo el colapso de lo que llaman “El Imperio”.

Si estos nostálgicos quieren presenciar un colapso, les convendría mirar en la vecindad, allí donde gobiernan sus compañeros de ideas: Venezuela vivirá este año un terrible deterioro de su situación económica y social. El desabastecimiento y la inflación no parecen tener otro camino que hacerse más graves. Todo gracias a un régimen político y económico irracional, cuyos errores deberían ser evidentes para quien de más peso a la razón que a la ideología.


*Instituto Libertad y Progreso
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