LOS PELIGROS DE LAS CRISIS?DE ALIMENTOS

? Las medidas de emergencia pueden traer más desgracias que los recientes aumentos de los precios internacionales

22 de mayo de 2008

Cien millones de personas podrían caer en la pobreza extrema por efecto de las alzas recientes de los precios de los alimentos. Podrían multiplicarse las revueltas que ya se han presentado en Haití, Nigeria, Senegal, Filipinas y otros países. Hay que tomar medidas urgentes, han advertido los organismos internacionales. Algunos países las están tomando. El presidente Bush acaba de solicitar al Congreso que apruebe aumentar en US$770 millones la ayuda alimentaria internacional. Seguramente le seguirán otros gobiernos en busca de reconocimiento inmediato.

Pero los peligros de la crisis alimentaria no quedarán resueltos con programas de ayuda externa y es factible que las medidas que están tomando muchos gobiernos conduzcan a agravar el problema, más que a resolverlo.

Varios de los más importantes productores de alimentos del mundo han resuelto interrumpir las exportaciones por temor a que haya desabastecimiento interno o de que se trasladen a los precios domésticos los altos precios externos. En algunos países se han impuesto controles a los precios de los granos y se ha prometido perseguir a los especuladores. En otros, se han impuesto gravámenes a las exportaciones agrícolas.

Con estas medidas no solo se está desalentando la producción de alimentos, sino que se está estrechando la capacidad del comercio internacional para operar como mecanismo de ajuste del mercado de alimentos. No es sorprendente que los precios internacionales del arroz hayan aumentado más de 70% este año, ya que la interrupción de las exportaciones de Vietnam, Cambodia, Indonesia y otros grandes productores produjo una presión enorme en un mercado en el que solo se transa internacionalmente entre 5 y 7% de la producción mundial.

Estados Unidos y Europa también están andando por la ruta equivocada en materia comercial. Sus políticas de sustitución del petróleo por etanol, producido a partir de maíz, han suscitado críticas en todo el mundo.

Para hacer rentable el etanol, Estados Unidos no solo ha decidido mantener los subsidios a la producción de maíz, sino que ha concedido estímulos fiscales a las inversiones en las plantas procesadoras y ha establecido aranceles prohibitivos a las importaciones de biocombustibles. De esta manera, está induciendo a sus agricultores a dedicar las tierras a usos ineficientes energética y económicamente y está desalentando doblemente a los productores de otros países. Algunas voces en el Congreso de Estados Unidos están pidiendo reconsiderar las metas de adopción del etanol, pero es improbable que llegue a desmontarse este tinglado protector.

Europa prefiere rasgarse las vestiduras de forma más sencilla. En el viejo continente está discutiéndose prohibir las importaciones de etanol proveniente de países que no se sometan a los acuerdos ambientales o laborales internacionales, o de aquellos bajo sospecha de perjudicar el medio ambiente. Es decir, protección pura y simple.

Si se cierran los mercados mundiales de productos agrícolas, las víctimas serán muchas más que los 100 millones de personas de que se ha hablado hasta ahora. La producción agrícola no podrá responder a las señales de precios actuales y los precios internacionales de los alimentos se mantendrán altos e inestables. Las represalias comerciales entre el Norte y el Sur se extenderán a otros sectores. El comercio mundial se estancará y con ello habrá llegado a su fin la vilipendiada globalización que ha sido la gran responsable de que la pobreza extrema en el mundo en desarrollo haya caído una tercera parte desde 1990.