Opinión On Line

Las deudas del management

Se le ha empezado a pedir al management una rendición de cuentas frente a su papel en la formación de los administradores y de los consultores. ¿Cuánto se enseña sobre asociatividad, cooperación y alianzas? ¿Cómo se les enseña a los consultores a servirles a las empresas? La opinión de Andrés Guillermo Hernández.

Dinero
21 de junio de 2011

Por razones de vocación soy profesor universitario en el campo del management y he tenido la oportunidad de conocer el mundo de las organizaciones, tanto de primera mano, siendo miembro de varias de ellas, así como consultor e investigador en otras tantas a lo largo de mi vida.

Uno de mis principales campos de interés en los últimos años ha sido la formación en Administración en sus diferentes niveles y el impacto que ésta tiene en las organizaciones contemporáneas. Como Drucker señaló con pertinencia hace varias décadas, la Administración se ha convertido en una de las principales instituciones de nuestra sociedad, ya que a través de su acción se determina el destino, no sólo de las corporaciones y sus capitales, sino de los Estados y las diferentes formas de colectividades sociales.

Particularmente en Colombia, desde los años 60 hemos asistido a una explosión de programas de formación en pregrados, especializaciones y maestrías que difícilmente podemos encontrar en otros contextos. Ante la magnitud de la oferta resulta una labor difícil el seguimiento y control de la calidad y pertinencia de los diferentes programas, tarea a la que el Estado ha destinado importantes recursos durante los últimos años. Sin embargo, el mito aquel de la biblioteca fantasma que se pasea en un contenedor por las diferentes ciudades del país, no deja de causar por lo menos algunas dudas sobre la realidad que nos cobija.

Pero más allá de la existencia de programas de formación de regular calidad, me interesa centrarme en la perspectiva de formación que existe de manera fortalecida en nuestro medio. Claramente, podemos hablar de una formación influenciada por las escuelas de negocios de EE.UU., a las que en general hemos tomado como modelos para el diseño de nuestras propuestas educativas en el campo. Modelo que autores de la talla de Henry Mintzberg y Joseph Lampel, así como diferentes corrientes europeas, han puesto en entredicho con argumentos suficientes.

Sin embargo, seguimos empeñados ciegamente en la reproducción del discurso de la competencia y de la rentabilidad económica del capital, como valores fundamentales de la empresa. Sobre la base de ello hemos construido entornos de depredación hacia adentro y hacia afuera de la organización, en una visión en la cual todos los actores se convierten en potenciales enemigos a ser derrotados. Ante esto una pregunta nos puede ilustrar fácilmente ¿Cuántas horas de los cursos de estrategia invertimos en los temas de competencia, poder de negociación, control de las amenazas, rivalidad… y ¿Cuántas a asociatividad, cooperación, redes y alianzas?

En las conversaciones con mis estudiantes de posgrado sobre la manera como viven sus empresas siempre hago la siguiente pregunta: levanten por favor la mano quienes son felices en su organización, en su trabajo. Normalmente me sobran dedos en una mano para contar a los afortunados. Sin ánimo de ninguna suerte de validez estadística de este ejercicio, luego de varios años de repetirlo, debo decir que los resultados me producen tanto tristeza como indignación. ¿No tenemos acaso los formadores de directivos responsabilidad alguna en estos hechos? Creo que la respuesta no puede ser más que una rotunda afirmación.

De otra parte, en el campo del management encontramos una fuerte línea de trabajo profesional: la consultoría. Numerosas firmas de diferentes tamaños y prestigio, así como consultores individuales inundan un mercado que tiene profundas y complejas necesidades. Aquí también encontramos grandes responsabilidades de la disciplina frente a la sociedad. Asistí hace algunos meses a un evento organizado por una prestigiosa firma donde se trajo a un consultor extranjero, experto en el tema de coopetencia, tema que por mi trabajo de investigación resultaba interesante y sobre el cual había leído los textos clásicos.

Me llevé una gran desilusión al ver que el conferencista que ofrecía ‘lo último en temas de gestión’, se limitó a un resumen del trabajo de Nalebuff y Brandenburger que se publicó en español en los años 90, sin ni siquiera hacer mención a los autores. Como dicho personaje, encontramos en el mercado muchos consultores que venden costosos servicios y empresarios que los compran sin tener idea alguna si estas soluciones ‘milagrosas’ pueden o deben ser utilizadas en sus empresas. ¿No es acaso esta otra deuda del campo del management con la sociedad?

Estos aspectos no pretender hacer una generalización del campo pero sí plantear una reflexión a los diferentes actores que estamos involucrados en él: directivos y empresarios, profesores de las escuelas de Administración y consultores empresariales. El management tiene una importante responsabilidad en la tríada empresa-Estado-sociedad. Su capacidad creadora y transformadora de la acción de los colectivos sociales puede, y de hecho hace, una importante diferencia en la dinámica social y los procesos de creación y distribución de la riqueza, pero sobre todo de la generación calidad de vida.

Múltiples voces alrededor del mundo han empezado a solicitar al management una rendición de cuentas frente a este papel. ¿Cómo vamos a responder quienes hacemos parte del campo?


Profesor de la Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.