EL TLC: Una propuesta modesta

6 de julio de 2007

La actitud que han tomado algunos dirigentes del Partido Demócrata de Estados Unidos con respecto al TLC con Colombia introduce un cambio fundamental al contexto dentro del cual se negoció el acuerdo bilateral. Ha llegado el momento de hacer claridad respecto a una cuestión fundamental. Hay un límite infranqueable a las concesiones que le pueden exigir los congresistas demócratas a Colombia para apoyar el TLC. Y ese límite se denomina la dignidad nacional.

He argumentado que el TLC con Estados Unidos es conveniente para el país. Esa sigue siendo mi posición, con un caveat: No a cualquier precio. Por lo tanto, sugiero la adopción de una estrategia que podría denominarse, TLC con respeto mutuo. Este planteamiento puede tomar por sorpresa a quienes conocen mi defensa de la libertad de comercio. Voy a hacer explícitas las premisas que respaldan mi propuesta. Como algunas de ellas son opiniones controvertibles, me disculpo por tener que utilizar la primera persona del singular. Esas premisas son:

1. Los congresistas norteamericanos apoyarán al TLC con Colombia si concluyen que éste es conveniente para el ‘U.S. National Interest.’ La conveniencia del mismo para Colombia les resulta irrelevante. El desfile de miembros del alto gobierno colombiano en actitud mendicante por las antesalas del Capitolio de Washington, además de ser una pérdida de tiempo, es contraproducente.


2. El problema de comunicación no se resuelve con el disparate institucional de designar un ‘gerente’ del TLC en Washington. Esa labor está siendo desempeñada con esmero por la Embajadora Carolina Barco.

3. Los norteamericanos respetan a quienes se les enfrentan de igual a igual, con firmeza. Desprecian la debilidad y el servilismo.

4. La democracia colombiana dista de ser perfecta. Hay episodios deplorables de la historia reciente del país con relación a los derechos humanos. En esta materia, el gobierno norteamericano tampoco está libre de pecado. Algunas modalidades de la llamada ‘guerra contra el terrorismo’ constituyen una afrenta a la humanidad. Estos asuntos pueden discutirse entre naciones amigas, en foros distintos al del TLC.

5. La hostilidad hacia Colombia de algunos congresistas demócratas les reporta beneficios electorales, al parecer, sin costo alguno para el interés nacional estadounidense o para las aspiraciones electorales del Partido Demócrata. Esa actitud no cambiará mientras la respuesta colombiana a las ofensas consista en ofrecer la otra mejilla.

La estrategia propuesta requiere serenidad, cabeza fría, coherencia conceptual y audacia. Antes de adoptarse, debe haber obtenido la aprobación de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, de los dirigentes políticos, el sector empresarial y los voceros de la sociedad civil.

Obtenido este consenso, un breve comunicado oficial anunciaría que, a partir de la fecha, se suspenden los viajes de funcionarios gubernamentales a promover el TLC en Washington. Las comunicaciones del Gobierno con el Congreso norteamericano respecto al TLC se harían en adelante a través de la Embajada de Colombia ante la Casa Blanca. A los congresistas que requirieran información adicional, se les extendería una cordial bienvenida, en Bogotá. El anuncio estaría acompañado por notas diplomáticas en el mismo sentido, dirigidas al Departamento de Estado a la Representante Comercial y a los congresistas Pelosi y Rangel. El contrato del Gobierno con la firma encargada de hacer lobby con los congresistas demócratas se cancelaría.

A ese anuncio seguiría una ofensiva diplomática y comercial para suscribir un TLC con Canadá en un plazo no mayor de 90 días. De inmediato, las empresas colombianas podrían empezar a desplazar su demanda por cereales, maquinaria agrícola y equipos pesados para la minería hacia Canadá, en cantidades suficientes para que resultara perceptible en estados como Iowa, Kansas, Illinois, y Ohio. Se acelerarían las negociaciones comerciales con la Unión Europea y con los países asiáticos.

El mercado colombiano es atractivo. Las importaciones crecen a un ritmo de 30% anual. Colombia es el segundo mayor importador de bienes agrícolas norteamericanos en el hemisferio. El país es un aliado a la vez que un socio comercial importante de Estados Unidos. Estos hechos resultan más convincentes si quienes los ponen de presente en Washington son los voceros de los intereses comerciales, diplomáticos y de seguridad nacional norteamericanos.

Salvo que mi conocimiento de la mentalidad americana carezca de fundamento, una actitud tranquila de firmeza y dignidad sería más eficaz para lograr la aprobación del TLC que la mezcla de sometimiento con discursos altisonantes.