Opinión On Line

El desarrollo económico y la revaloración de la burguesía

El ingreso per cápita en el mundo desarrollado creció 16 veces desde el comienzo de la revolución industrial. Eso es más de lo que explican los modelos económicos. Qué hay detrás de este aumento. La opinión de Daniel Gómez G.

Dinero
7 de noviembre de 2010

La próxima semana el gobierno del Presidente Santos presentará el Plan Nacional de Desarrollo, “Hacia una sola Colombia: camino a la Prosperidad Democrática,” al Consejo Nacional de Planeación. El plan definirá la estrategia social y económica del gobierno para los próximos cuatro años y servirá de documento clave para evaluar el cumplimiento de sus metas.

Pero más allá de políticas específicas y metas detalladas, los planes de desarrollo proponen respuestas de política a las preguntas más fundamentales de la economía: ¿Por qué hay países ricos y países pobres? ¿Qué hacemos para salir de pobres? ¿Cómo eliminamos la pobreza? ¿Cuáles son los factores conducentes al desarrollo?

En una serie de libros titulados “The Bourgeois Era” o “La era de la burguesía”, la historiadora y economista Diedre McCloskey propone una nueva hipótesis: el factor crítico es un cambio en la retórica sobre la clase empresarial; un cambio en la forma como concebimos y valoramos la innovación, el emprendimiento y la acumulación de riqueza. Una revaloración de la burguesía.

McCloskey, haciendo gala de su maestría en el uso de la palabra, el análisis de datos y el análisis histórico refuta muchas de las teorías existentes, incluyendo narrativas equivocadas sobre la revolución industrial y el sistema capitalista basadas en nociones de explotación, la condena de las clases burguesas, y el mito según el cual el aumento del bienestar se debió a luchas sociales por salarios mínimos y la sindicalización de la clase obrera.

En su lugar propone un paradigma que pone el énfasis en el aumento de la productividad que jalona los salarios, y una nueva valoración y apreciación por el proceso de “destrucción-creativa,” el proceso de innovación a la base del crecimiento. Adicionalmente sugiere que el sistema capitalista a la vez requiere y promueve valores como la prudencia, el coraje, la esperanza, la templanza, la justicia, la lealtad, y ¡hasta el amor!

Muchas de las teorías de crecimiento existentes vieron un nuevo renacer en uno de los artículos más influyentes de Robert Lucas, premio Nobel de 1995, “On The Mechanics of Economic Development” donde se exploraron tres hipótesis en el marco de un modelo neoclásico de crecimiento y comercio internacional: la inversión en capital físico, la inversión en capital humano a través de educación y la inversión en capital humano a través de procesos de aprendizaje no escolares.

William Easterly, en su libro “The Ellusive Quest for Growth: Economists’ Adventures and Misadventures in the Tropics” hace un excelente recuento de las política propuestas por el Banco Mundial a lo largo del siglo XX inspiradas en gran parte por artículos como el de Lucas. Todas, desde la idea de la ayuda externa, o el “Pig Push,” hasta las nuevas ideas sobre instituciones, pasando por la inversión en capital físico y capital humano, han demostrado ser insuficientes.

Muchas de las ideas sobre crecimiento pueden aglutinarse en dos grandes grupos. En el primer grupo están aquellos que dicen que los factores críticos son el libre comercio, la propiedad privada, la inversión en capital físico y humano y un sector público limitado a proveer las instituciones apropiadas para el florecimiento de la actividad privada; dicen que los países industrializados de hoy son ricos porque promovieron estas ideas. Los segundos sugieren un papel muchísimo más activo del sector público incluyendo políticas industriales activas, proteccionismo, subsidios y ayudas estatales, y responden que los países industrializados de hoy solo lograron desarrollarse gracias al nacionalismo económico y sus ideas proteccionistas.

McCloskey propone una tercera alternativa desde una perspectiva menos materialista. Menos economicista, si se quiere. Lo primero que documenta en “The Bourgeois Dignity”, el segundo libro de la serie, es cómo el ingreso per cápita en el mundo industrializado ha aumentado cerca de 16 veces desde el comienzo de la revolución industrial (el comienzo de la era del crecimiento económico) y cómo las teorías económicas generalmente propuestas solo pueden explicar una fracción de este impresionante aumento. La segunda observación es que el crecimiento económico ha resultado en un aumento en la calidad de vida de todos.

Revisando la historia de Los Paises Bajos y del Reino Unido, McCloskey sugiere que hubo dos cambios fundamentales: el primero, fueron las ideas sobre igualdad en contraste con el sistema monárquico y feudal; el segundo, fue el cambio en el discurso sobre la clase comerciante, la pujante burguesía y la acumulación de riqueza. Ambos cambios representaron un aumento en el valor de la persona del común, y la auto-valoración que hacían de sí mismos desembocando en procesos de creación de riqueza.

Pero, ¿puede el cambio de retórica explicar procesos de desarrollo modernos? McCloskey y sus estudiantes dicen inequívocamente que sí. Un ejemplo. En las películas premiadas de Bollywood en los 50 y 60 los villanos eran los empresarios, los terratenientes, los emprendedores. Los héroes eran burócratas y funcionarios estatales.

En los 80 esto comienza a cambiar. Los héroes ahora son los empresarios, la nueva y pujante clase media, dueña de negocios, generadora de riqueza. Este cambio en el imaginario colectivo fue el que potenció las reformas estructurales de 1991 que redujeron dramáticamente la intervención estatal en el mercado, liberalizaron el comercio, modernizaron las absurdas regulaciones que impedían el crecimiento de las empresas e hicieron realidad la nueva posición dignificada de la clase burguesa en la sociedad India.

El trabajo de McCloskey, al igual que los trabajos de Hernando de Soto sobre temas similares, sugiere que los factores determinantes del desarrollo son la dignidad y la libertad. No solo para unos pocos favorecidos por el gobierno, sino la libertad y la dignidad para todos.

McCloskey sugiere un rol fundamental para el gobierno en la protección de la dignidad humana necesaria para una sociedad prospera, a través de sistemas de protección social. Pero sin sacrificar los procesos de innovación y crecimiento.

Si queremos tener un verdadero milagro de crecimiento, hay que promover el éxito. Valorarlo. Dignificarlo. El mensaje de McCloskey es que el Plan Nacional de Desarrollo puede potenciar el crecimiento, contribuir a la eliminación de la pobreza y poner al país en una senda de desarrollo sostenible, pero sólo si va acompañado de una transformación en la retórica sobre la innovación, el emprendimiento, la acumulación de riqueza y el éxito empresarial.