OPINIÓN ONLINE

El negocio de avergonzar

Para desmontar la cultura de la vergüenza y la humillación, necesitamos líderes valientes dispuestos a re-humanizar las organizaciones.

Maria Alejandra Gonzalez-Perez
4 de marzo de 2017

Debido a la revolución digital que apenas comenzaba, en 1998 salió a la luz pública mundial y casi de manera instantánea, el romance entre el entonces Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y la pasante en la Casa Blanca, Mónica Lewinsky. A causa de las devastadoras consecuencias para su reputación y su dignidad, dadas las incompasivas humillaciones y las vergüenzas públicas hacia la pasante de 22 años, desde ese momento, y hasta el año 2014, Mónica Lewinsky estuvo silenciada y trágicamente debilitada en su ser y su integridad.

Desde entonces, se ha dedicado al activismo para promover la compasión en las interacciones en redes sociales y sensibilizar el impacto de la instaurada cultura de avergonzar y humillar públicamente, cuya crueldad es amplificada debido a las redes sociales digitales. En marzo del 2015, Lewinsky presentó en TED una intervención titulada “El precio de la vergüenza”, y uno de los mensajes más concluyentes de su discurso es “avergonzar en público, como un deporte sangriento, tiene que parar”.

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¿Cómo afecta la cultura de la vergüenza a las dinámicas en los negocios?

Las empresas que no emprendan una lucha por cambiar la cultura de avergonzar a otros, pueden verse en desventaja. Esta práctica disminuye el sentido de pertenencia, y contrae la generación e implementación de las ideas ingeniosas y creativas fuera de los modelos tradicionales que son las que llevan a innovaciones disruptivas y re-invenciones en los negocios.

En algunas empresas donde se validan los estilos de liderazgos autoritarios, el avergonzar se ha establecido como una herramienta de control y de gestión.

El temor a ser avergonzados aumenta nuestra percepción vulnerabilidad. El favoritismo, culpabilizar, sistemas de recompensa intencionalmente diseñados para avergonzar a quienes no cumplen los objetivos, los chismes, las retroalimentaciones negativas en público y el poner apodos, son algunas de las señales de comportamiento que dan cuenta que la cultura de la vergüenza ha impregnado una organización.

La señal más grande que deben dar los líderes de las organizaciones que quieren ser re-humanizadas, es comunicar que el respeto y la dignidad son valores superiores y que avergonzar a otros no está tolerado como estilo de gestión, ni en las interacciones dentro y fuera de estas.  

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