JULIO ANDRÉS ROZO

Una narrativa para lograr la cero deforestación en Colombia

Una semana ha pasado desde el anuncio de la reducción en 2019 de la tasa de deforestación en Colombia respecto a los últimos dos años (2017: 219.973 hectáreas, 2018: 197.159 hectáreas, 2019: 158.894 hectáreas).

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
16 de julio de 2020

Esta tendencia genera un respiro y una esperanza entre la ciudadanía interesada por la conservación de nuestra riqueza natural. Los esfuerzos interinstitucionales del sector público, la cooperación internacional y los habitantes del territorio que han comprendido la importancia de nuestros bosques, están surtiendo efecto.

Estos avances los celebramos con mesura y con una mayor responsabilidad. Una cosa es que se haya reducido la tasa de deforestación, otra que se haya erradicado este flagelo en nuestros ecosistemas estratégicos. Dicho en otras palabras, la meta en este 2020 es mantener esta tendencia y, ojalá, en el corto-mediano plazo, no hablar sobre reducción sino sobre cero deforestación.

¿Qué más debe suceder para llegar a esta meta? En mi opinión, son dos las estrategias clave. La primera consiste en darle continuidad a las acciones que operan actualmente en los territorios (acuerdos de uso y formalización de los predios; articulación interinstitucional en ámbitos de ordenación del territorio, judicialización de crímenes ambientales, desarrollo de proyectos productivos, medidas de control-monitoreo, y educación ambiental) y, en segundo término, replicar los avances que se están logrando.

Esto último es posible cuando se dedican más recursos en los territorios para la implementación de proyectos productivos, como los negocios verdes, o las inversiones en conectividad, por ejemplo, pero también cuando se logra inspirar, motivar y conducir a la acción a aquellas personas a las cuales no les ha llegado el mensaje de lucha contra la deforestación como les debería llegar.

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Una alternativa para replicar iniciativas que favorecen la conservación de nuestros ecosistemas

Me motiva ver cómo surgen nuevas narrativas para explicar por qué la Amazonía nos debería interesar a todos los colombianos. Pasar del “pulmón del mundo” a “el agua que abastece a Bogotá viene por los aires desde aquella región”, hacen más perceptibles y evidentes las razones por las cuales la lucha contra la deforestación también nos compete a los citadinos. Crear historias y narrativas sobre los bosques que se conecten con las realidades y necesidades de las personas en los distintos territorios posibilita que “el generar conciencia” pueda traducirse en acciones.

Así, cuando la narrativa gira alrededor “del agua que abastece la ciudad”, es posible generar y robustecer el debate (oportuno por cierto) sobre la necesidad de que los bogotanos paguen un impuesto que se dedique a la conservación de la Amazonía, debido al servicio ecosistémico que esta le presta a la capital del país (provisión de agua).

En otras palabras, configurar nuevos discursos posibilitará jalonar nuevos recursos en el mediano plazo para lograr que los contribuyentes, es decir, los que hasta el momento se han metido la mano al drill, dejen de ser únicamente la cartera ambiental y la cooperación internacional.

La réplica del impacto se construye también con nuevas narrativas que se han pincelado pero que todavía no se han desarrollado a profundidad,  por ejemplo:

  1. Es necesario desarrollar narrativas que permitan profundizar los vínculos con el sector privado para impulsar actividades productivas y de innovación alrededor de los Productos Forestales No Maderables. Esto posibilitará el desarrollo de cadenas de valor que involucren a los consumidores en la lucha contra la deforestación.
  2. La importancia de demostrar a las comunidades en los territorios que la conservación sí paga. Si bien se está haciendo este trabajo, es importante hacerlo con mayor intensidad para que el mensaje cale en la cabeza de quienes habitan en el bosque o colindan con ellos.

La comunicación, más allá de reportar hechos o buscar “generar conciencia”, tiene el poder de “motivar la réplica de buenas prácticas”, “desarrollar hábitos” y, por ende, pero más importante “generar una cultura de la conservación”.

Hoy en día la comunicación es vista como una actividad de apoyo en el proceso de diseño y ejecución de proyectos de conservación; pero mañana puede brillar como uno de los talantes que permitirá que más personas, organizaciones y estamentos se vinculen al propósito que nos une a los que luchamos por proteger nuestros bosques. Es por ello que debemos ayudarle a las personas y organizaciones a reconocer el “caso de negocio de la cero deforestación”. Este debemos construirlo y cacarearlo con mayor intensidad.

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Comunicar el caso de negocio para la conservación significa reconfigurar los mensajes para hacerlos más pertinentes a las necesidades y los intereses de quien recibe el mensaje y transmitirle un  “gana-gana” de este proceso. Hacerlo permitirá, por ejemplo, que una familia en el territorio reconozca que conservar sí paga porque a su vecino le está yendo bien al vender productos sostenibles; o que las grandes empresas privadas comprendan que están dejando de ganar segmentos de mercado porque no han logrado identificar nuevas oportunidades de negocio con las comunidades locales; o que el Ministerio de Hacienda, por ejemplo, efectúe acciones más determinadas para enriquecer al sector ambiental.

En otras palabras, lograr que las buenas prácticas de conservación en los territorios se multipliquen, gracias a un nuevo tipo de comunicación, será principalmente el resultado de la motivación (acción por demanda) que del esfuerzo en vender la solución (acción por oferta). Cuando esto sucede es más fácil replicar de los impactos.

El 2020 nos traerá otras cifras, las cuales tendrán que leerse dentro del contexto de la pandemia. Lo importante es reconocer que la base estratégica propuesta por la alianza entre el sector público del ala ambiental y la comunidad internacional está dando resultados. Falta sumar a las demás agendas, empresas y a la ciudadanía. Cuando esto suceda, dejaremos de celebrar la palabra “reducción”, para pasar a alegrarnos por las dos palabras más esperadas por los ambientalistas y ciudadanos conscientes e interesados: “cero deforestación”.

¡Hasta el próximo jueves!