CLAUDIA VARELA

Tienes el micrófono apagado

La realidad de la virtualidad obligada del 2020 nos está mostrando lo malos que somos haciendo silencio o controlando nuestros propios diálogos. La presencialidad nos permite interrumpirnos, pisarnos en el camino de la conversación e incluso hablar más duro.

Claudia Varela, Claudia Varela
27 de septiembre de 2020

A mi juicio, hay varias frases que compiten de manera apretada para ser la frase del año: “Estás en mute”, “Tienes el micrófono apagado”, “Hey, hey, tienes el micrófono abierto”, “Les ruego a todos los participantes apagar sus micrófonos”, “Lo siento, se me cayó el Wifi”, “La conexión hoy ha estado muy mala, perdón si me desconecto”, “Lo siento, no puedo poner video”.

Si unimos puntos y vemos los discursos ocultos de este tipo de narrativas, podemos pensar que somos culturalmente necesitados de ser escuchados pero habituados a escuchar poco y, adicionalmente, un poco dispersos. Todavía valoramos equivocadamente la supuesta capacidad de hacer varias cosas a la vez.

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La realidad de la virtualidad obligada del 2020 nos está mostrando lo malos que somos haciendo silencio o controlando nuestros propios diálogos. La presencialidad nos permite interrumpirnos, pisarnos en el camino de la conversación e incluso hablar más duro, como hacen muchos para ser escuchados de manera coercitiva.

Las plataformas virtuales no nos dejan. De hecho, en algunas juntas he visto como es casi imposible usar la herramienta de alzar la mano para pedir la palabra. Bajo la excusa de “no sé por qué mi manito no funciona” simplemente se lanzan conectando la cámara para que al menos la presencia del video “obligue” a que los demás se callen.

Encuentro que a muchos les sigue importando más que los escuchen, figurar de alguna forma, hacer preguntas, aunque no sean prudentes, y entrar al mundo del otro sin permitir que entren al propio.

El mundo va a quedarse mucho tiempo como está. Estos ejercicios de trabajo virtual nos han hecho evolucionar para entender la importancia de la voz del otro. Es paradójico observar que estando lejos, sin presencia física, las reuniones pueden volverse más productivas e incluso más humanas porque nos vemos en la sensata obligación logística de escuchar más.

De otro lado, he visto ejemplos (especialmente en los más jóvenes) de cierto rechazo a la cámara permanente. Aunque sí puede ser por razones de señal, también puede resultar poco práctico estar en reuniones largas donde no hay que hablar todo el tiempo mostrando una entrañable sonrisa de perrito chihuahua, pensando a veces que no es muy productivo estar ahí.

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Me gusta la virtualidad. Da una esencia de la productividad que particularmente me gusta mucho. No siento que pierdo contacto humano ya que la verdad es que todo el día veo gente, de hecho a veces no logro tener una agenda donde me dedique al análisis porque siempre hay reuniones planeadas.

Una de las virtudes de un buen líder está en la escucha y la empatía. En este momento la prueba es absoluta. Hace poco, en un foro en el que participé sobre los retos de esta realidad transformada, fui consciente de que la empatía sirve en la medida que lleve también a la acción. No podemos quedarnos solo en entender, sino en mover la energía para que las cosas pasen.

El nuevo reto de trabajar virtualmente llegó para quedarse. He visto algunas encuestas que muestran que la mayoría de las personas que hoy trabajan virtualmente quieren quedarse en casa o al menos no quieren regresar todos los días a su lugar habitual de trabajo.

Las lecciones aprendidas deben empezar a implementarse ya. Seamos productivos, escuchemos, mejoremos algo la disciplina en la virtualidad, pidamos la palabra, si otros no quieren cámara no presionemos y, de nuevo, vivamos un día sin reuniones virtuales para lograr una mejor producción intelectual y laboral.

Sería buenísimo quedarnos en mute un rato en la vida, así regresemos a la oficina. Callar implica respetar que lo que el otro dice vale la pena tanto o más que lo que yo mismo digo.

Como diría el gran Borges: "No hables, a menos que puedas mejorar el silencio". Yo espero que esta temporada de evolución en una realidad cambiada me siga enseñando a quedarme más en mute.

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