JULIO ANDRÉS ROZO

Talento humano y sostenibilidad: ¿cómo lograr una oficina sostenible?

"Hablaré de lo que sé un poco los hábitos de consumo sostenibles y responsables para que los estilos de vida de las personas (en este caso colaboradores o trabajadores en las oficinas), sean más responsables y conscientes con el medio ambiente".

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
31 de enero de 2019

En las últimas semanas he visto varios videos virales sobre el valor del tiempo. Muy buenos, por cierto. Encontré uno que pone a reflexionar sobre la poca cantidad de tiempo que compartimos con nuestros amigos, lo cual motivó a varios reencuentros inducidos por el mismo que pude ver en los muros de varias personas en facebook; otro de Jay Shetty en donde hace una gran reflexión sobre el uso del tiempo, invitándonos a evitar su desperdicio. El tiempo es gratis, pero se esfuma fácilmente. Una vez que lo perdemos, no lo podemos recuperar.

Esta reflexión sobre el tiempo me permite recrear su importancia en el lugar que nos corresponda. Si uno se pone a pensar, casi un tercio de nuestro tiempo lo invertimos o malgastamos en el trabajo (algunos en las oficinas).

Y es justamente sobre este tema al cual me quiero referir. ¿Cómo lograr que nuestro tiempo al frente del escritorio, en los pasillos de un edificio en las ciudades en donde vivimos, sea más placentero, ameno y responsable? Sobre felicidad en el puesto de trabajo no hablaré yo. Dejo que hablen las expertas. Ya hay una tesa rondando por las oficinas colombianas que habla sobre ello muy, pero muy bien (Silvia Ramírez, gracias por unir la felicidad y el trabajo en una sola narrativa ¡muy útil!). Más bien, me concentraré en abordarlo desde mi fuero. De lo que creo (o me digo) saber un poco: los hábitos de consumo sostenibles y responsables para que los estilos de vida de las personas (en este caso colaboradores o trabajadores en las oficinas) sean más responsables y conscientes con el medio ambiente.

Yo me estrené cada jueves en estas columnas en Dinero con un análisis sobre el mundo laboral y la sostenibilidad. A partir de este artículo construyo lo que viene a continuación:

¿Qué es o hace que una oficina se pueda considerar ambientalmente sostenible? Voy a dejar a un lado de mi análisis algo que usted encontrará en Google y que se resume en los clásicos consejos que sin embargo menciono: 1) digitaliza los documentos -no obstante, debatible por el uso de energía-, 2) evitar el uso del papel, 3) definir zonas de reciclaje, 4) usar los ventanales para evitar el uso de iluminación artificial, 5) compra y consumo de productos sostenibles (papel reciclado) u orgánicos como el café de las pausas, 6) utilizar las escaleras en lugar del ascensor, 7) llevar su propia tasa de agua o café para evitar un solo uso de recipientes y 8) acondicionar con plantas la oficina, 9) llegar en bicicleta a la oficina, 10) reducir el consumo de carne. Bien, estos son 10 mensajes típicos de blogueros y colegas expertos en sostenibilidad. Pueden ser más, dependiendo de la creatividad que se genere. Cada oficina tiene su particularidad.

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No obstante, falta algo… me sigue faltando algo: ¿y qué hay de la persona que está ahí en esa oficina? Si uno se pone a analizar las 10 recomendaciones (más las que usted quiera), se centran en los tres clásicos y fallidos principios de la educación ambiental de antaño:

1. Indicación de acciones que surgen de una sugerencia u orden pero no de una motivación intrínseca y autorregulada por parte de la persona.

2. Uso de verbos imperativos (reuse, apague la luz, cierre la llave, etc.)

3. Inexistencia del factor motivacional y emocional como elemento de transformación de un hábito de consumo y conducta personal.

Seguir aplicando estos principios nos seguirá condenando a nunca encontrar las soluciones que esperamos.

¿Cómo concebir una oficina sostenible?

Uno de los mensajes más poderosos que me han marcado como profesional, lo compartió Bernardo Toro en su video “Ser Líderes Hoy”. https://www.youtube.com/watch?v=wjsuU9D71DM . En el minuto 5:12 - 6:18  habla sobre el poder de la autorregulación como detonante de los buenos cambios. Y, es que trabajando casi 14 años en el tema de consumo sostenible, por fin logré comprender que para que un hábito se convierta en conducta y esta en norma social, el hábito debe partir de manera voluntaria y propositiva. Hasta a mí como profesional de la sostenibilidad, me emberraca que me estén martillando con los típicos: “cierre, haga, apague, use, etc.”…

Entonces, la pregunta se vuelve más global y si quiere romántica y a los ojos de un lector desprevenido y alejado del tema medioambiental. ¡Pero no! por el contrario, el romanticismo del cual me burlé en mis primeros años como aprendiz en el tema de sostenibilidad, es tan necesario hoy en día, como urgente. Sin más rodeos: ¡Necesitamos ayudarle a las personas (sean oficinistas o no) a encontrar un motivo tan fuerte que ellos logren auto gobernarse y ejercer un cambio de hábito.

En este punto de la columna tengo que pensar necesariamente en la persona que me motivó a escribirla sobre sostenibilidad en el puesto de trabajo: Elisa, una mujer que vive en Bogotá y que se está moliendo los sesos desde que es madre por una razón: lograr que sus hijos disfruten un ambiente saludable en sus vidas, vivan donde vivan. Elisa, recuerdo el alma que le pusiste a tus palabras cuando me comentaste por primera vez sobre tu propósito de hacer que todas las personas de tu oficina sean más sostenibles. Sí, hablabas sobre hábitos y conductas, pero estabas hablando por encima de todo sobre el bienestar de tus hijos. Tu motivación son ellos y por ellos quieres que tu estilo de vida y el de las personas con las que trabajas, transformen también sus maneras de convivir con el entorno. ¡Un aplauso por tu liderazgo!  

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Del romanticismo, retorno a lo pragmático. En el momento en el que las personas definan sus motivaciones y las hagan motor para transformar sus hábitos, los hogares, las calles y las oficinas empiezan a cambiar y a tornarse más responsables con el medio ambiente. Habrá algunos que reciclen, otros que se movilicen en bicicleta, otros que se atrevan a llevar la misma ropa sin temor a ser criticados, unos más que llevarán un alimento más saludable para su almuerzo; pero también, habrá aquellos que quieran comer carne y no reciclen, pero que si lleven su vaso propio para recargar sus cafés del día. La verdad, da igual, todo es válido. No todos deben seguir las 10 reglas de manera uniformada.

Voy a dejar esta columna inconclusa a propósito. Cumplo con mi objetivo al exponer esta reflexión. Si quiere aplicar las 10 reglas (y otras más) ¡adelante!, también es válido y no niego que genera su impacto positivo en la huella ecológica. Pero no es lo ideal, no le encuentro un vínculo emocional fuerte que conduzca a lo que todos buscamos: ser felices como bien lo explica Silvia. En una siguiente columna volveré al romanticismo en nombre del clima, de los ríos, del aire y expondré cómo despertar motivadores para lograr hábitos de consumo sostenibles.  

De momento cierro e invito haciéndole la pregunta: ¿qué acto autrregulado y voluntario va a llevar a cabo a partir de los siguientes días?

¡Hasta el próximo jueves!

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