OPINIÓN ONLINE

¡Sin cambio cultural, la transformación digital fracasa!

Si el cambio no empieza y toma fuerza desde el corazón de la organización, difícilmente llegará a todas sus articulaciones y esa es la clave para llevar a cabo con éxito una verdadera transformación digital.

Jaime Bárcenas
4 de noviembre de 2016

Definitivamente la transformación digital se ha convertido en una tendencia, en un “mantra”, la tenemos hasta en la sopa y no es para menos. El ritmo de evolución y cambio que estamos viviendo podría desequilibrar cualquier empresa si no se tomara en serio esta inevitable transformación. El uso de nuevas tecnologías como el “Big Data” o “La nube”, entre otras, son un imperativo dentro de las organizaciones y la forma de relacionarse con clientes, los socios del negocio o la competencia ha dado un giro radical.

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¿Estarán las organizaciones a la altura del cambio?

No voy a referirme a ninguna empresa en especial, sin embargo, quisiera alertar y dejar claras las preocupaciones que todas éstas deben analizar, pues no sirve de nada contar con las mejores herramientas tecnológicas, o con un personal flexible y proactivo, si el entorno empresarial no propicia esa flexibilidad y apertura que demanda la era digital.

En otras palabras, si queremos tener éxito en la transformación digital, es necesario e inexcusable llevar a cabo una transformación cultural organizacional de verdad, que no tenga excusas y que se haga con honestidad.

Definitivamente no hay lugar para culturas de “bajo costo”, esas que conservan las mismas estructuras y los mismos valores y hablo de todas las descripciones que aparecen en el portal de internet, en las paredes de la empresa, pero, sobre todo, del concepto: “las cosas aquí se han hecho así y se seguirán haciendo así”.

El código de conducta ante cualquier circunstancia que pueda surgir hace parte también de la cultura de la organización, se debe comunicar de arriba hacia abajo, de experimentados a principiantes, y tarde o temprano, todos la aplicarán.

Justo ahí, en los patrones rígidos, es donde tenemos que apuntar en primer lugar; si el momento nos pide velocidad y flexibilidad para la aplicación de nuestra estrategia empresarial, esto se debe reflejar no únicamente en los diferentes procesos, sino en todo el ADN de la empresa.

Por esta razón es tan importante el compromiso de la dirección al enfrentar el cambio, pues son los directos responsables de la transformación cultural necesaria y, por consiguiente, de que los responsables de comunicar, acompañar y gestionar a las personas lo hagan correctamente. De ahí nace su denominación como agentes del cambio.

Colaboración, flexibilidad y confianza, elementos imprescindibles en la cultura digital

Como ya mencioné lo primero es: fuera la rigidez arcaica.  La innovación de la que tanto hablamos como herramienta estratégica no se puede quedar solo en ámbitos de procesos, productos o sistemas, también tiene que llegar hasta la gestión de las personas.

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Organizaciones flexibles que investiguen, prueben y por supuesto evalúen nuevas fórmulas de trabajo. Atreverse, si fuera necesario, a equivocarse, pues no todos los procesos de innovación son ganadores, pero los que realmente marcan la diferencia son los que al final funcionan.

Flexibilidad real en horarios, en el entorno, en el formato, trabajar por proyectos o por rendimiento, lugares donde importen más los resultados que los horarios. Colaboración práctica en la que se relacionen diferentes departamentos y puntos de vista, un crecimiento conjunto donde se creen comunidades, se comparta conocimiento y crezca el aprendizaje.

Aprendizaje: Aquí también es imprescindible innovar

No digo que dejemos radicalmente las fórmulas conocidas hasta ahora, pero sí que nos abramos a otras. Alinear al máximo las necesidades de cada una de las personas de la organización, creándoles su propio plan de formación e incluyéndoles en el diseño del mismo. Mostrarles el poder de desarrollar su propio Entorno Personal de Aprendizaje (EPA) y enseñarles cómo llevarlo a cabo.

Es momento de que cada profesional sea responsable de su propio aprendizaje de forma autónoma, para luego poderlo compartir con el resto de la organización. El aprendizaje colaborativo es el alma mater de las redes sociales corporativas, sin olvidar la comunicación, pues sin ésta nada de lo anteriormente nombrado tendría éxito.

Comunicación bidireccional

Escuchar, ser honestos y transparentes al momento de entrar en un proceso de innovación, aportando ideas, probándolas, sin olvidar identificar y dar voz a los motivadores del cambio en la organización.

Poner al cliente en el centro, escucharlo, analizar sus comportamientos, diseñar soluciones efectivas y creativas que sean capaces de satisfacer necesidades y creando así experiencias memorables. Luego, hacer lo mismo con los empleados.

Si es posible cambiar hábitos, formas de actuar, costumbres, etc. ¿Por qué no hacerlo también con la cultura de la organización? Más aún, cuando la supervivencia depende de una transformación digital o cualquier otra transformación, se hace necesario mudar el ADN y los valores.

¿Se atreven a transformar la cultura?

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