SERGIO GUZMÁN

Sin buenas opciones en Venezuela

La salida de Leopoldo López plantea muchas incógnitas para el futuro de la oposición en Venezuela, a poco más de un mes de las elecciones legislativas. La política exterior de Colombia hacia la dictadura en Venezuela se queda sin alfiles locales y sin impulso internacional.

Sergio Guzman, Sergio Guzman
27 de octubre de 2020

Basta de ligerezas. En Venezuela hay una dictadura que se viene cocinando hace rato. La covid-19 ha permitido que Nicolás Maduro consolide cada vez más su poder en el vecino país, lo que sin duda se traducirá en mayores dificultades económicas, políticas y sociales para los venezolanos. A esto se suma que los grupos de oposición organizados en la Mesa de Unidad Democrática, quienes actualmente tienen la mayoría de la Asamblea Legislativa, no participarán en las elecciones parlamentarias que tendrán lugar el próximo 6 de diciembre, algo que inevitablemente se traducirá en una victoria política para Maduro.

No deja de ser relevante que tanto EE. UU. como la Unión Europea no reconocen como legítimas las elecciones que busca adelantar a toda marcha Maduro, con lo que espera eliminar el último vestigio de legitimidad electoral en Venezuela. Por supuesto, el Gobierno de Colombia tampoco reconoce las elecciones que se fraguarán en el vecino país, complicando aún más el panorama de las relaciones entre ambas naciones.

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La tensión entre los gobiernos está en alto desde el 23 de enero de 2019, cuando Juan Guaidó, el Presidente de la Asamblea Nacional, se declaró Presidente Interino e inmediatamente contó con el respaldo de Colombia y cerca de 40 países más. Desde entonces, la política exterior de Colombia está anclada a la premisa de que hay que procurar un cambio de gobierno en Venezuela a como dé lugar. Sin embargo, veinte meses después de la valiente acción de Guaidó y la oposición, no hay muchos avances que resaltar y la estrategia del Gobierno de Colombia se está quedando sin oxígeno.

Le quita oxígeno que Leopoldo López, quizá la figura de oposición más vehemente, haya salido este fin de semana de Venezuela. Le quita oxígeno que Maduro prosiga con sus planes de llevar a cabo la elección legislativa sin que importe su legitimidad ante la comunidad internacional. Le quita oxígeno que la oposición de Venezuela, durante más de un año de reconocimiento legítimo, esté enfrascada en disputas internas y no tenga una estrategia clara frente a Maduro. Además, le quita oxígeno que la comunidad internacional haya -aparentemente- perdido el interés en involucrarse en la resolución del problema político y social de Venezuela, en parte debido a la necesidad de atender la pandemia en sus propias jurisdicciones.

Colombia y el presidente Iván Duque se encuentran entonces en el peor de los mundos. Tienen que continuar atendiendo la crisis social y humanitaria de Venezuela, y no cuentan con suficiente apoyo dentro o fuera de Venezuela para llevar a cabo sus objetivos de cambio de régimen. Ninguna de las opciones que tiene Duque son alentadoras, por diversos motivos que mencionaré.

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Lo más probable es seguir como estamos. Con una relación bilateral completamente rota entre los dos gobiernos, un flujo migratorio constante desde Venezuela hacia Colombia y en medio de una situación de pandemia. Para el Gobierno, la situación actual es frustrante, incluso más cuando la pandemia ha consolidado el poder de Maduro sobre todas las facetas de la vida en Venezuela. Es probable que el relevo en la presidencia de EE. UU. genere un nuevo impulso para cambiar la situación, pero los ajustes serán graduales y lentos.  

Negociar con Maduro no es una opción que apetezca mucho a Duque, puesto que le daría un semblante de reconocimiento y tendría que ser un esfuerzo multinacional para el cual hay poco impulso, empezando por los mismos partidos de oposición en Venezuela. Maduro no ha tomado seriamente ninguno de los esfuerzos internacionales para negociar una transición democrática en el país y no hay ningún indicio de que una negociación, ni siquiera secreta, parta de bases de confianza necesarias para que se llegue a buen puerto.

Finalmente, la opción militar, que siempre ha estado sobre la mesa, es poco deseable. No solamente porque el escenario de un conflicto armado con Venezuela multiplicaría exponencialmente la pérdida de vida tanto en Venezuela como en Colombia, sino porque podría acarrear significativas consecuencias en daños a la infraestructura estratégica y efectos desestabilizadores en ambos países, poco deseables en el actual panorama. Del mismo modo, la cercana alianza de Maduro con Rusia y China sugieren que los efectos de un conflicto trascenderán las fronteras y tendrá implicaciones geopolíticas que ningún país se encuentra dispuesto a asumir.

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La salida de Leopoldo López de Venezuela parece atornillar a Maduro y al chavismo en el poder durante unos años más. La estrategia del presidente Duque en Venezuela se ha quedado sin su más importante pieza y, a falta de impulso internacional, parece que Colombia tendrá que lidiar con las consecuencias sociales y económicas del desmoronamiento de nuestro vecino en soledad. ¿Se ha quedado Duque sin buenas opciones en Venezuela?