SERGIO GUZMÁN

Secuelas geopolíticas del coronavirus

El mundo experimentará cambios geopolíticos mayúsculos una vez sea superada la crisis del Coronavirus. Las debilidades de Estados Unidos y las potencias occidentales han sido expuestas y serán aprovechadas por sus adversarios.

Sergio Guzmán, Sergio Guzmán
26 de marzo de 2020

América Latina corre el peligro de atravesar una década perdida sumida en conflictos sociales y bajo crecimiento económico. 

Lejos de superada la crisis del COVID-19 se comienzan a vislumbrar algunos de sus efectos sobre la política y la economía global en el largo plazo. El orden mundial unipolar establecido al final de la guerra fría estaba destinado a cambiar. Sin embargo, su resiliencia a los golpes es de destacar. El primero fue el asalto a la credibilidad tras la invasión a Irak en 2003, que reveló la debilidad de la ONU para contener una guerra planteada bajo una falsa premisa. El segundo golpe fue la crisis financiera global de 2008 que demostró la vulnerabilidad del sistema financiero global al riesgo moral y la codicia alimentada por incentivos perversos. El tercero es el COVID-19 que ha detenido al mundo, aun cuando sea un par de semanas, y pone en evidencia la inhabilidad de los líderes políticos de llegar a consensos y actuar con rapidez para salvar las vidas de sus ciudadanos. 

El epicentro del virus se ha mudado de oriente a occidente. Originó en China cuyo gobierno rápidamente suprimió y censuró información sobre el virus, lo cual permitió su rápida propagación no solamente en la provincia de Hubei, sino globalmente. Luego pasó a Europa, en donde no hubo consenso oportuno sobre las medidas apropiadas para contener su expansión antes que su propagación a la población fuera inevitable. Ahora el epicentro se encuentra en EE.UU., que ha claudicado su posición de liderazgo global y se ha sumido en el aislamiento geopolítico.

Lo increíble del asunto es que China, que carga gran responsabilidad de la propagación global del virus ha sido la potencia más eficiente en reaccionar y proyectar poder a nivel global. No solo sus estrictas medidas de contención han logrado reducir los nuevos contagios, sino que también la asistencia médica brindada a países en Europa ha generado importantes réditos políticos. 

Mientras tanto, el sistema político y económico de Europa se ha quedado corto ante el virus. La Unión Europea ha quedado resquebrajada luego del latigazo propiciado por el Brexit, pero también abundan los problemas políticos que aquejan internamente a los países, y desde luego la infatigable deliberación que por diseño impide la acción rápida. Todo esto obstaculiza que Europa tenga un rumbo claro y logre proyectar su poder hacia afuera.

EE.UU., por su parte, ha acelerado su declive durante la administración Trump. El liderazgo estadunidense se ha retraído cuando es más necesario. La gran potencia muestra poco interés en implementar medidas estrictas que puedan traer represalias económicas, y menos aún en ayudar a países más vulnerables a lidiar con la catástrofe que se avecina. El aislamiento de EE.UU. en este momento crítico hará gran daño a su imagen y a la credibilidad de su gobierno en ser un actor benévolo y desinteresado a nivel global. 

Latinoamérica también cambiará en cuanto la evolución del virus demuestre la debilidad de las instituciones de países avasallados por la crisis de salud. La vulnerabilidad de algunos gobiernos, como Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guyana, Surinam y Venezuela será evidente en cuestión de semanas cuando los gobiernos no tengan la capacidad de abastecer a sus ciudadanos. Eventos que serán aprovechados por grupos opositores y golpistas de distinta índole que harán manos de retórica populista y promesas de cambio para promover esfuerzos de insurrección. 

Otros países inmersos complejos debates políticos como Brasil, Ecuador, Chile, Colombia y México continuarán su espiral de polarización política que impedirán que la crisis sea un catalizador para aunar esfuerzos y marchar hacia un rumbo común. Perú y Argentina, notables excepciones a estas dinámicas han mostrado una particular unanimidad frente a la adversidad planteada por el virus. 

Sin excepción alguna todos los países enfrentarán el horrible dilema entre mantener la economía andando u obedecer las sugerencias de la OMS de imponer medidas estrictas, que a su vez pondrán en jaque a los millones de personas que viven en la informalidad y dependen del rebusque como principal fuente de ingresos. 

El ajedrez político regional mantuvo la continuidad con la elección de Luis Almagro como secretario general de la OEA, pero podrá dar un vuelco ante la inminente votación para suceder a Luis Alberto Moreno en el BID. 

No tengan duda alguna, el mundo ha cambiado completamente pero aún no sabemos exactamente cómo. La gran pregunta es si el esquema unipolar tiene sus días contados o será este un golpe más que resiste. Latinoamérica continuará a la merced del vaivén geopolítico global sin rumbo claro.