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Sabremos quién estaba nadando desnudo cuando baje la marea

No siempre las cosas son lo que parecen, y menos aún en épocas de bonanza económica, cuando da la sensación de que todo lo que brilla es oro.

Jaime Bárcenas
24 de febrero de 2017

Las crisis tienen algo positivo: limpian el mercado y dejan al descubierto el valor de cada persona dentro de la organización, separando la paja del grano. Los más preparados sobreviven y mejoran; los demás, simplemente, desaparecen.

Muchas empresas afirman: “he cerrado mi negocio a causa de la crisis económica”, pero pocas afirman “me va bien a causa del crecimiento económico”; una curiosa asimetría, pues se tiene una asombrosa facilidad para justificar los éxitos en función de factores personales y los fracasos a causas externas o ajenas.

Si cada empresa lograra centrarse en lo suyo y en encontrar la característica que la hace singular, probablemente marcaría la diferencia y tendría oportunidad de afrontar y superar las crisis.

Claro está, no es un proceso rápido, el desarrollo y el crecimiento llevan tiempo, sin importar el talento o el esfuerzo de las personas. La cosecha, por ejemplo, con independencia del talento del agricultor o el empeño puesto en la siembra, no se podrá recoger al día siguiente. Todo lo que vale la pena exige un proceso de maduración que logre estabilidad y solidez.

Si se levanta todo sobre materiales de barro por hacerlo más rápido, tarde o temprano se viene abajo. Forzar demasiado la máquina acaba dañando el motor.

Por más tentador que parezca el atajo, no se debe tomar, pues se necesitan veinte años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla. Si se tiene esto presente, los cimientos serán suficientemente sólidos y las cosas se harán de forma diferente.

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Lo podría decir más fuerte, pero no más claro: Construir una buena imagen no se logra en dos días. La reputación no se edifica con éxitos pasajeros, sino a través de la coherencia y consistencia, y eso, implica tiempo.

Y ¿qué es una buena reputación?, pues tener fama de cumplir lo que se promete, tener credibilidad y que los clientes sepan a qué atenerse con la empresa. Es vital construir las relaciones sobre la confianza y no se logra de un día para el otro, pues se prueba tras varios acercamientos y si se traiciona es complicado restaurarla.  

Una máxima latina dice: “Ubi multitudo, ubi malum”, es decir, “donde está la multitud está el mal”. No siempre lo que piensa la mayoría es equivocado, pero, habitualmente, quienes marcan diferencia ven cosas que los demás no captan y anticipan escenarios futuros, se separan de la multitud, siguen su propio instinto y no se dejan influir ni avasallar por las corrientes de opinión de las mayorías o de lo estándar.

“El tiempo es amigo de los buenos negocios y enemigo de los mediocres”.

La prisa nunca ha sido una buena consejera, y es ése el principal error que cometen los profesionales y las empresas: no buscan soluciones, buscan milagros. “Aprenda un inglés perfecto en diez días”, “conviértase en un líder en tres fines de semana” o “aprenda a negociar con nuestro curso online”, las cosas no funcionan así.

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Esto me recuerda a la anécdota de dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo y uno de ellos era exitoso económicamente, y el otro le pregunta:

-Oye, Carlos, ¿tú cómo has conseguido todo esto?

A lo que Carlos contesta: -Trabajando duro.

Y el otro concluye: - ¡Hombre!  así cualquiera.

Nos empeñamos en buscar pastillas para resolver todos nuestros problemas: píldoras de felicidad, de éxito financiero, de motivación, etc… pero tengo malas noticias, esos medicamentos no existen.

Todo el mundo practica hábitos que definen a las personas de éxito, el problema es que lo hacen de forma inconstante. El ejemplo más común son los que se comprometen a correr todas las mañanas; empiezan con ilusión y muchas ganas, hasta se compran zapatillas nuevas, pero llega el día en que están cansados, hace frío o llueve y faltan un día, luego otro, luego otro y así, hasta que dejan de correr en las mañanas. Lo de correr pasa con las dietas, los objetivos de negocio, los emprendimientos o cualquier otra cosa que se nos ocurra.

Hay que apostarle al tiempo, la constancia y a una construcción sólida para crecer.

Siempre se ha afirmado que lo barato sale caro, y suele ser cierto. Por eso hay que saber mirar a largo plazo y no dejarse engañar por el cortoplacismo asfixiante. La constancia es una filosofía de vida que se manifiesta en la profesionalidad, el rigor, el compromiso y la orientación al cliente, entre otros muchos escenarios, tendiendo siempre a tener muchos frutos. Por el contrario, dejarse llevar por la última moda o por los cantos de sirena que marcan la actualidad no suele ser lo más recomendable.

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