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¿Quién es un estratega?

Originalmente, el estratega es el general de un ejército. En el campo de la empresa y la política hemos adaptado esta palabra para indicar que el estratega es aquel que hace la estrategia. Pero, ¿quién es un verdadero estratega?

Jorge Gómez Pinilla
9 de febrero de 2017

Si la estrategia es el oficio del general, que consiste en dirigir las operaciones militares, entonces, el estratega es quien, que al igual que el general, está en el vértice de la organización y cuyo oficio es dirigir los asuntos. Esto quiere decir que el estratega dirige empresas o gobiernos desde la perspectiva de la más alta responsabilidad y poder.

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Lo anterior nos puede llevar a comprender que pueden existir tres tipos de estrategas; cada uno con diferentes particularidades: 

  1. El estratega militar
  2. El estratega político-directivo
  3. El estratega empresario

El estratega militar es bien reconocido en la historia: los casos de Pericles, Napoleón o Patton nos muestran la capacidad de estos generales para tomar las decisiones fundamentales que marcaron la victoria o la derrota en el campo de batalla. Estos estrategas entendían que el éxito de la batalla no dependía únicamente de su capacidad bélica sino que había otros factores clave como la doctrina o la moral, el territorio, el clima o el comandante (Sun Tzu). De ahí que, por eso mismo, los llamamos estrategas.

El estratega político y el directivo tienen el mismo elemento en común: un poder fiduciario porque actúan en interés de otros. Mientras que para el caso del político es el interés del ciudadano mediante la representación política, para el directivo es el interés de los propietarios y la empresa misma mediante la representación legal. Se es estratega cuando es capaz de usar su poder para lograr los objetivos que se quieren alcanzar. Lo propio del directivo es lograr esos objetivos con y mediante personas. Por este hecho, su tarea es compleja y exigente; no es un asunto técnico que se refiere a cosas o máquinas sino a personas con motivaciones, intereses y conflictos.

El estratega empresario. El empresario es, sobre todo, una persona con una gran iniciativa; alguien que da comienzo a las cosas. Es, para decirlo llanamente, un pescador de oportunidades. Por este motivo se diferencia profundamente del directivo o del militar porque su tarea es imaginar mil formas de satisfacer necesidades mediante productos y servicios únicos y a la medida de las personas. De ahí que a los directivos les cueste tanto emprender porque, en ocasiones, su iniciativa se queda muy limitada a la tarea de administrar y llevar el negocio.

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En consecuencia, lo propio del estratega es la permanente relación entre los fines que persigue, los medios que utiliza y los métodos que emplea. Para que esta relación funcione bien, el elemento central que debe asegurar un estratega es su poder y capacidad para lograr que las cosas se hagan. Un estratega sin poder es como un avión sin alas o un barco sin velas.

¿Cómo se asegura el poder?

Hay unas formas “duras” y otras “blandas” de asegurar el poder. Las primeras son eficaces pero tienen sus limitaciones. Son las que surgen, por ejemplo, del cargo o la jerarquía en un organigrama. Se limitan a la duración del cargo o de los factores de poder que dieron origen a ese mando. Por el contrario, las formas blandas son aquellas que provienen de la confianza que inspira la persona, la admiración que le profesamos y, sobre todo, la integridad que se desprende de su propio actuar.

En conclusión, lo que hace a un estratega es la motivación misma que lo motiva y eso se percibe, tarde o temprano. Si es un vanidoso, sabremos que impulsa a los demás por su interés personal y su deseo de brillar. Es más raro ver el caso contrario, cuando el estratega mueve a los demás por un motivo no fundado en ellos mismos sino en algo más grande: una causa, un valor, un objetivo valioso para todos (Collins, 2001). El riesgo del estratega es convertirse en mercenario, oportunista y calculador o, en el peor de los casos, en depredador.

En último término, juzgamos a los verdaderos estrategas por la calidad de sus decisiones, es decir, por el valor de defender algún principio o contar con una fuerza moral última para optar por lo difícil o impopular, pero conveniente.

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