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¿Qué es primero: la estrategia o el estratega?

A los clásicos debates sobre qué fue primero, el huevo o la gallina, o el líder nace o se hace; se suma uno nuevo que consiste en saber qué es primero si la estrategia o el estratega. El objetivo de este artículo es presentar una posible respuesta a este interrogante.

Jorge Gómez Pinilla
2 de febrero de 2017

A diferencia de los otros debates, esta cuestión parece más fácil de dilucidar. En primer lugar, partamos de una definición básica de estrategia, la cual es, sobre todo, una decisión de futuro que marca un camino. Normalmente, es una decisión de grueso calado que afecta de forma positiva o negativa el futuro de la organización.

Sin embargo, la estrategia se enfrenta a tres grandes problemas en la práctica: el primero es que por más que planeemos y definamos metas y objetivos, siempre podemos encontrarnos con incertidumbres. El segundo es la existencia de hechos y circunstancias del azar que cambian todo para bien o para mal y, en tercer lugar, debemos contar con la imprevisibilidad, fruto de las decisiones de muchas personas que actúan bajo su libertad y que hacen variar nuestras previsiones o planes.

En consecuencia, si la estrategia depende de las circunstancias, entonces, más importante que el contenido de la decisión de futuro, lo que vale es el proceso de razonamiento del decisor (el estratega) y su capacidad de ajustarse a las circunstancias presentes y potenciales.

El profesor de Harvard, Alfred Chandler, en 1962, sostenía que primero se definía la estrategia, es decir, la determinación de metas y objetivos para la empresa y luego se definía la estructura. Por el contrario, más recientemente, en 2001, el profesor Jim Collins, de Stanford, señaló que lo más importante para una organización era elegir al líder y este luego se encargaría de definir a donde se dirigiría la empresa. Algo así como primero determinar al conductor y luego el destino.

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Después de pensarlo bien y con base en mi experiencia como profesor de Inalde Business School, a mí me gusta más otorgarle más confianza al decisor de la estrategia que a la estrategia misma. Esto me recuerda, además, que el origen de la palabra en la antigua Grecia estaba asociado al strategoi que significaba el general de los ejércitos y cuya función era dirigir (agein). Este enfoque nos blinda del estatismo propio de los objetivos y, sobre todo, nos vacuna contra la incertidumbre y la necesidad de tomar decisiones por fuera del plan o cuando las circunstancias originales han cambiado.

¿Cómo convertirnos en estrategas?

Si la base de un estratega son sus decisiones, ¿cuáles son, en consecuencia, las principales virtudes de un estratega? La principal es la prudencia. Muchos creemos que la prudencia es la cautela, la moderación, lo cual es cierto. Sin embargo, esta virtud tiene mayor alcance. Pensadores clásicos como Aristóteles y Tomás de Aquino le dieron una connotación más amplia y la definieron, en términos generales, como la virtud de la recta razón al obrar que, en lenguaje moderno, podemos resumir y entender como el arte de decidir bien.

¿Por qué la persona prudente es estratega?

Porque el proceso de tomar decisiones, para una persona prudente, requiere de unos pasos o momentos que en la decisión constituyen el justo medio entre no precipitarse y aplazar o demorar las decisiones: esto es precisamente la prudencia.

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Por este motivo, el ejercicio de la prudencia implica cinco momentos clave en el proceso de la decisión:

  • Evaluar los hechos presentes, potenciales (los riesgos), en función de la circunstancias
  • Definir unas alternativas de acción y sus posibles consecuencias
  • Discernir y deliberar sobre las alternativas y opciones
  • Tomar una decisión, si es oportuno
  • Actuar con firmeza y coherencia.

En conclusión, y ante la pregunta sobre qué es primero, considero que todo proceso de elaboración de estrategia requiere de estrategas que se cultiven en el arte de tomar decisiones que, por su propia naturaleza, se basa en aprendizajes de la experiencia y, sobre todo, en el estudio de las circunstancias. Por tal motivo, una buena estrategia es el efecto de una buena decisión.

Todo cambio en la naturaleza de las cosas, bien sea una empresa, una organización o un país, siempre ha contado con la figura de un estratega que mediante sus decisiones ha marcado el futuro de acuerdo con sus circunstancias. Si Hitler no hubiera existido, Churchill, por ejemplo, sería un funcionario más del gobierno británico en un momento determinado y no hubiera pasado a la historia.

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