JULIO ANDRÉS ROZO

¿Por qué se dice que los productos orgánicos, eco, bio o sostenibles son más caros que los tradicionales?

¿Cómo lograr más consumidores que demanden más productos sostenibles, si los precios de los mismos los hacen inasequibles para ellos?

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
21 de febrero de 2019

Casi en cada charla o conferencia a la que asisto sobre desarrollo empresarial sostenible o negocios verdes, surge la misma inquietud: “Los productos bio, eco, orgánicos, sostenibles (denomínelos como usted quiera), son de acceso exclusivo para un pequeño segmento de la sociedad que tiene dinero para poder comprarlos”. En otras palabras, las personas con bajos ingresos económicos no tienen la posibilidad de disfrutar lo que los “ricos” sí pueden hacer. En resumen, este ha sido el eterno debate desde que comencé a trabajar en consumo y producción sostenible, allá en el año 2007.

Si bien la meta es lograr que todos en la sociedad podamos disfrutar y beneficiarnos de los atributos funcionales, nutricionales, estéticos y simbólicos de los productos sostenibles, no es tan fácil en el hoy y ahora, a menos que superemos los siguientes dos retos:

Primero: La escala.

Sí, los costos fijos de una empresa sostenible pueden llegar a ser más altos que los de una empresa tradicional. Pese a que la regulación ambiental como las normas técnicas sectoriales ya logran equiparar los costos asociados con la protección ambiental para ambos tipos de empresas, es indudable que aquellas empresas que tienen un enfoque de sostenibilidad más allá del cumplimiento de la norma, incurren en altos costos (no se malinterprete con sobrecostos), debido a la naturaleza de sus modelos de negocio.

Estos costos (logísticos, uso de insumos, capacitaciones para garantizar buenas prácticas, etc.), se reflejan fuertemente en el corto plazo y no logran amortizarse en el mediano y largo plazo debido a la lenta velocidad con la que crece el consumo de los productos que incorporan estos rubros. En resumen, la meta consiste en reducir los costos fijos y los variables que a veces parecen fijos (ejemplo: transporte de productos en zonas rurales que no logran cubrir todo el cupo del camión, pero aún así asumir el flete completo), mejorar productividad e impulsar las ventas vía señales de precio más convenientes para el consumidor. No obstante, para hacerlo, es necesario trabajar en paralelo el segundo reto.

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Segundo: La cantidad de consumidores es pequeña.

Pareciera que en este análisis surge un círculo vicioso. ¿Cómo lograr más consumidores que demanden más productos sostenibles, si los precios de los mismos los hacen inasequibles para ellos?. Es irrefutable que el factor precio es determinante en el proceso de toma de decisión de compra. Esto acentúa el círculo vicioso dentro del contexto de la inexistencia de las economías de escala a nivel empresarial. Entonces, para poder romper con el yugo del precio, no queda otro camino que apelar a la conquista emocional, argumentativa y convincente sobre lo que significa tener un estilo de vida sostenible, a partir del consumo de productos sostenibles. ¿Qué quiere decir esto? Sencillo, influenciar con argumentos que nuestro estilo de vida debe cambiar debido a la evidencia de las circunstancias (cambio climático, por ejemplo).

Aquí, es importante que todos los emprendimientos que están en el sector de la sostenibilidad trabajen mancomunadamente para llegarle al mismo consumidor. El reto es balancear la comunicación y el marketing al hablar sobre su producto en particular y sobre los estilos de vida sostenibles, así esta narrativa no integre necesariamente el producto que usted vende, sino el nuevo paradigma sobre el buen vivir de una manera responsable y consciente.

Superar estos dos retos permitirá que se promueva el desarrollo de emprendimientos sostenibles que “democraticen” el consumo de los productos sostenibles. Esto debe ir acompañado de una planificación territorial, cada vez mejor pensada, implementada y monitoreada. Está en nosotros evitar a toda costa que las señales de mercado en donde las preferencias de consumo por productos sostenibles termine generando efectos rebote indesesables en términos ambientales.

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Estoy convencido y me muestro optimista en que emprendedores, consumidores y tomadores de decisión de política pública vamos entendiendo que el rumbo es la sostenibilidad. Esto no es algo que resulte de la noche a la mañana, es un proceso que por fortuna, va mostrando victorias tempranas y nuestra labor es visibilizarlas para que más empresas y ciudadanos se sumen a la tendencia de los estilos de vida sostenibles.

¡Hasta el próximo jueves!