OPINIÓN ONLINE

¿Por qué el populismo está en auge?

El populismo es la venganza de los frustrados.

Gustavo Rivero
17 de junio de 2016

A ambos lados del Atlántico crece el populismo, tanto de izquierdas como de derechas. Su abanderado en Estados Unidos es Donald Trump, el candidato del Partido Republicano. En Europa hay muchas corrientes, desde el partido izquierdista Podemos en España hasta el derechista Frente Nacional en Francia. Todas tienen en común oponerse a los partidos de centro y en general a la clase política tradicional. ¿Cómo se explica la creciente revuelta de los votantes?

La explicación que prevalece dice que es una rebelión de los perdedores de la globalización. La lógica de este argumento indica que los líderes de EE.UU. y Europa, al ir en busca de la liberalización del comercio internacional, habrían ahuecado la base de manufactura de sus países, reduciendo la disponibilidad de puestos de trabajo que pagan salarios altos a trabajadores poco cualificados, que ahora tienen que elegir entre desempleo prolongado y trabajos de poca importancia en el sector servicios. Hartos de esto, los trabajadores están supuestamente rechazando a los partidos tradicionales por haber encabezado este proyecto de élites.

Los titulados universitarios tienen menos probabilidades de estar desempleados y perciben ingresos más altos que sus contrapartes con menor nivel educativo. Pero si estos factores explicasen el surgimiento del populismo deberían haberse deteriorado más rápido las circunstancias y perspectivas de los trabajadores poco cualificados. Y ése no es el caso.

Según Daniel Gros en Project Syndicate, la prima salarial para los trabajadores con altos niveles de educación ha sido constante en Europa durante la última década. Si bien ha aumentado en algunos países (Alemania e Italia), se ha reducido en otros (Francia, España y Reino Unido). La diferencia entre la tasa de empleo de los altamente cualificados y la de los de menor cualificación también se ha mantenido.

Una comparación entre la evolución en Estados Unidos y Europa debilita aún más el argumento de la globalización. La prima salarial es mayor en EE.UU. (300-400%) que en Europa (50-80%). Lo que indica que la educación superior es más valiosa en Estados Unidos. Sin embargo, la economía estadounidense está menos abierta al comercio que la europea.

Finalmente, la proporción de trabajadores poco cualificados está disminuyendo rápidamente. A principios de siglo, los trabajadores poco cualificados alcanzaban una cifra que sobrepasaba en más del 50% a la de los universitarios. En la actualidad, éstos casi superan en número a los poco cualificados, por lo que la proporción de votantes que apoyan a los partidos antiglobalización debería estar reduciéndose.

Una explicación económica para un complicado fenómeno político es atractiva pero raramente precisa. Tengamos en cuenta la situación en Austria. La economía está relativamente fuerte con una de las tasas de desempleo más bajas de Europa. Sin embargo, el partido populista de derechas ha estado a punto de ganar las elecciones. El populismo de derechas en Europa está adoptando políticas de identidad, apostando por movilizar miedos y frustraciones populares, que van desde la “inmigración peligrosa” o la “pérdida de soberanía” (que pasaría a la Unión Europea) hasta argumentos para impulsar sentimientos nacionalistas. Recordemos que tradicional y paradójicamente muchos de los votantes del ultraderechista Le Pen han sido obreros franceses cansados de ver cómo los inmigrantes de las ex colonias africanas les “quitaban” los puestos de trabajo.

En el sur de Europa, sin embargo, el impacto duradero de la crisis del euro hace que los argumentos económicos populistas sean más poderosos. Por esta razón los populistas de izquierdas están ganando terreno allí. En España, el alto desempleo ha impulsado al partido simpatizante del chavismo Podemos, a pesar de que el problema no es el capitalismo, sino la corrupción y los desiguales contratos de trabajo. Su eficaz manejo de las redes sociales ha intensificado su apoyo.

 

El caso más extremo en Europa es el del partido izquierdista Syriza en Grecia, que ganó las elecciones del año pasado utilizando promesas relativas a poner fin a la austeridad. Una vez en el poder, por supuesto, tuvo que cambiar la melodía y alinear sus planes con la realidad. Para suavizar el ascenso de fuerzas políticas potencialmente peligrosas en Europa tenemos que entender lo que realmente está conduciendo a dicho ascenso.

La radicalización hay que evitarla ya que sigue el siguiente proceso mental:

  1. Los otros: yo pertenezco a un grupo, ellos son otros, somos diferentes y separados.
  2. Colectivización: todos ellos son iguales.
  3. Narrativa opresiva: nos están oprimiendo.
  4. Culpa colectiva: todos los demás son cómplices de oprimirnos.
  5. Narrativa de la supremacía: nosotros somos mejores que ellos.
  6. Autodefensa: tenemos que vengar su agresión para defendernos.
  7. La idea de la violencia: es el único camino.