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Petróleo y emergentes: riesgos asimétricos

Parece que por fin el precio del petróleo quiere despegar, pero la realidad es que aún sigue muy bajo. Aunque, por el momento, la solicitud de ayuda financiera exterior ha sido excepcional (Nigeria y Azerbaiyán son los primeros casos), las dificultades generadas por el hundimiento del petróleo son generalizadas entre los principales países exportadores.

Gustavo Rivero
11 de marzo de 2016

Hay que tener presente que, en algunos casos, la dependencia de la exportación de hidrocarburos es crítica: en Irak, Kuwait, Qatar, Guinea Ecuatorial, Angola, Arabia Saudí, Omán, Gabón y Azerbaiyán, estos ingresos suponen entre un 40% y un 60% del PIB. La capacidad financiera para sortear este escenario adverso es muy diferente entre países, pero si el escenario de precios bajos persiste, la mayoría de los exportadores se verán obligados a equilibrar sus presupuestos, lo que conllevaría importantes costes sociales y de crecimiento, en algunos casos difícilmente asumibles. Sin esta medida tan impopular, sólo hay tres opciones para gestionar un escenario de bajos precios del petróleo a medio y largo plazo.
Una opción, probablemente la mejor, pero sólo factible en algunos casos, es vender activos para generar liquidez y evitar un aumento del endeudamiento. Esta posibilidad está ya contemplándose en Arabia Saudí y en Rusia, que han hecho públicos algunos planes para privatizar empresas estatales (Aramco, en el primer caso, y Aeroflot en el segundo). De hecho, parte de la culpa de las caídas bursátiles de principios de año se debe a ventas en bolsa realizadas por fondos soberanos de países productores.
Otra alternativa es devaluar o depreciar las divisas, lo que permite mejorar la competitividad, frenar la caída de las reservas y limitar el impacto del abaratamiento del crudo sobre los ingresos por sus exportaciones en moneda local. Pero estos beneficios teóricos pueden verse contrarrestados por los efectos secundarios que conlleva: aumento de la inflación, pérdida de poder adquisitivo, mayor inestabilidad financiera y encarecimiento del servicio de la deuda en divisa extranjera, sobre todo en dólares. Esta segunda opción es, en general, más atractiva para los países exportadores, dado que les evita hacer ajustes fiscales significativos y ha sido muy seguida por la mayoría de ellos en 2015, destacando por su intensidad los casos de Colombia, Venezuela, Angola, Rusia y otras ex repúblicas soviéticas, como Kazajistán o Azerbaiyán.
Finalmente, otra opción es un impago, pero tiene efectos muy traumáticos y, a priori, solo se contempla para casos excepcionales (actualmente, los mercados financieros sólo anticipan este escenario, a corto plazo, para Venezuela). No obstante, si los precios del petróleo siguen en los niveles actuales durante otros dos años no se puede descartar una crisis de deuda en otros países vulnerables: los más dependientes de los ingresos por exportaciones de hidrocarburos, con mayores déficit fiscales y reducidas reservas, entre los que destacan negativamente Libia, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Irak y Angola.
Por el contrario, los países con menor riesgo de impago, a pesar de su elevada dependencia de la exportación de hidrocarburos, son las economías del Golfo Pérsico (Arabia Saudí, Qatar, EAU, Omán y Kuwait) gracias a su elevado ahorro en divisas. De momento, han optado por mantener los tipos de cambio fijos frente al dólar y asumir elevados déficit fiscales (15% en el caso de Arabia Saudí) con el coste de ver reducidas en parte sus cuantiosas reservas. Esta política no puede sostenerse indefinidamente con los bajos precios actuales del crudo, pero se estima que es viable para estas sólidas economías, al menos, durante lo que queda de década, y no se percibe un riesgo significativo de devaluación a corto plazo.