JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

Permiso para ser apasionado

Vivir apasionadamente conduce a la felicidad, el problema es que muchas veces no sucede porque no nos permitimos hacerlo.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
18 de abril de 2018

Está comprobado que hacer lo que nos apasiona conduce a la felicidad y a encontrarle sentido a la vida. Pero aun cuando sea común escuchar que cuando se hace algo que se ama, no se volverá a trabajar un día en la vida, son pocos los que en realidad lo aplican. Las razones pueden ser variadas, pero la causa de muchas de ellas se encuentra fundamentada en el miedo. En palabras de Deepak Chopra, “el mal uso de la imaginación se llama miedo, su buen uso es creatividad”.

De niños se nos motiva a soñar en grande; a pensar en la posibilidad de convertirnos en astronauta, médicos, celebridades o cualquier otro oficio que pueda ser creado por nuestra imaginación. Sin embargo, como adultos nos enfrentamos con la difícil tarea de hacer encajar esas fantasías en medio de una vida agitada y de las exigencias sociales y económicas que se presentan a la hora de hacer realidad un sueño. En otras palabras, comienza a pesar más la posibilidad de construir un futuro, que la misma probabilidad de ser feliz. Afortunadamente, recientes investigaciones han demostrado que no es necesario vivir una dicotomía entre lo que se debe hacer y lo que se quiere hacer, sino antes bien se debe buscar una forma de integrar la pasión con el trabajo, pues esto conlleva a una mayor productividad, potencia las relaciones interpersonales y promueve un bienestar físico y psicológico. De hecho, se ha encontrado que estos beneficios para la salud permanecen hasta tres semanas después de haber realizado la actividad.

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Por su parte, el no tener una pasión puede conducir a una disminución del bienestar psicológico a lo largo del tiempo. Esto entonces valida la importancia no solo de tener el deseo, sino también la imperativa necesidad de contar con algo que nos mueva. Lo único que debemos hacer es permitirnos vivirlo.

Muchas veces, el involucrarse con una pasión, implica conectarnos con nuestro niño interior. ¿Cuáles son aquellas actividades que disfrutábamos de niños? Por eso, cuando se desconoce aquello que nos hace vibrar, un primer paso es desempolvar alguna de estas actividades y poco a poco ir explorando nuevos caminos. Otra buena estrategia, es escribir una lista de cosas que se disfruten al punto de perder la noción del tiempo, y ponerse como meta el practicar al menos una de ellas todos los días; puede ser algo tan sencillo como comerse un helado de chocolate.

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En la medida en que escogemos la felicidad como hábito y que nos permitimos vivir el gozo de la pasión, se irán manifestando en la vida nuevas posibilidades para ser felices. En medio de un mundo caótico, la felicidad debería ser una prioridad en nuestras vidas. No podemos dar lo que no tenemos, entonces solo imaginemos lo que pasaría en el mundo cuando todos estuviéramos en capacidad de compartir la pasión que llevamos dentro. Sin embargo, si queremos que ésta sea una prioridad, hay que tratarla  como tal, lo que implica dedicarle tiempo y vivirla constantemente. Es hora de darte el permiso de ser feliz.

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