CLAUDIA VARELA

Paula de nuevo: ¿Es en serio?

Paula toma cada día como un regalo, cada rayo de sol como un mensaje y cada sonrisa perfecta como una bendición. El último tiempo para Paula era algo que ella le debía a la vida, ahora tiene más sabiduría y viendo desde un poco más lejos, entiende cosas que antes no entendía.

Claudia Varela, Claudia Varela
2 de septiembre de 2018

Paula se ve más feliz y le dicen que brilla más. Entiende además que la existencia no está basada únicamente en plata y en producirla, sino en vivir el presente en paz y armonía. Esto podría sonar a que se metió a dictar clases de yoga o a que pasa el día leyendo al Dalai Lama. Pero no, ahora es más feliz porque entiende más qué es lo que quiere.

Ella se mueve todo el día, 24/7 anda buscando oportunidades y dando ideas innovadoras que generen nuevos negocios, formas de hacer y por supuesto de producir. Si le gusta la buena vida, tiene que ganársela.

Dado que el emprendimiento de Paula está funcionando, alguien que ella conoció hace muchos años la invitó a que hablarán porque querían proponerle algo, un buen negocio.

Ella lo pensó un rato, pero aceptó porque ahora entiende que hay que escuchar más, hablar menos y leer entre líneas para ver oportunidades que tal vez otros no ven.

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Decidió hacer caso a su instinto creativo y se reunió con aquella señora que conoció un día cuando estaba empezando su carrera. Marina, se llamaba aquel personaje que un día trabajó con Paula como agencia de seguros.

Marina, destacada por su empuje y talento comercial, ya estaba bien adulta y absolutamente millonaria, pero su ambición era tan grande que no paraba de acumular riqueza y de seguir pensando que la plata por la plata funcionaba.

Que buen aprendizaje fue para Paula cenar con Marina. Vio en ella a una mujer rica que no escuchaba, solo hablaba de sí misma y esperaba que Paula la ayudara a seguir produciendo.

Paula le dio una de sus ideas innovadoras que buscaba además tener un impacto social. Por supuesto la parte social fue inaudible para un personaje que solo busca aumentar el tamaño de su cuenta bancaria.

Hubo una gentil y directa invitación a trabajar en un producto juntas. Paula ponía talento, ideas, innovación y trabajo con una propuesta leonina de un contrato donde claramente ganaba mucho más Marina. Quizá pagando coimas para que el proyecto saliera, era un hecho que se podía ganar mucho dinero.

La cara de Paula cambió. Entendió que hay cosas que no se negocian. El proyecto social no importaba, lo relevante para el nuevo negocio era enriquecer bolsillos personales. A Marina le daba igual si el proyecto era para inducir a a la droga a los jóvenes o para evitar su consumo. Punto. Así no trabajo -pensó Paula.

Salió de la cena aburrida, pero al final contenta. No es que ella sea perfecta, no es que ella no sea ambiciosa, no es que nunca se haya equivocado. Pero entendió que así no es, que así no quiere.

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Cuando escuché a Paula contarme esta historia recordé a una de las personas que más me han impactado en mi vida. Era el CEO de Genzyme, cuando aún era una empresa independiente.

Henri Termeer (lastimosamente murió el año pasado) quien además de ser un genio en los negocios tenía una dialéctica inspiradora y consistente. Siempre nos dijo que los resultados financieros se daban después de un proceso de ayudar a los pacientes a tener sus terapias. NO al revés. La plata era una consecuencia de hacer algo tan profundo con un propósito que en este caso de Genzyme salvaba vidas y daba esperanza a familias en el mundo.

Creo que ser corrupto es de las cosas más estúpidas y pasadas de moda. Es una falta de visión absoluta y de pensar que solo la plata construye… cuando alguien te invite a aceptar cosas que “todo el mundo hace” pero que están mal hechas, es mejor decir… ¿es en serio? Quiero que ese sea el legado para mis hijos y nietos. Con eso ya hice algo por la humanidad.