MIGUEL ÁNGEL HERRERA

¿Otro día más sin carro?

La alcaldesa de Bogotá entendió muy rápido que el Día sin carro (¡y ahora sin moto!) es una medida de alto impacto popular frente a la cual pocos se oponen, imponiendo sin ningún consenso un segundo Día igual para septiembre de este año.

Miguel Ángel Herrera, Miguel Ángel Herrera
13 de febrero de 2020

¿Y por qué es importante generar consenso? Porque tras 20 años de esta política pública, todos los sectores de la sociedad tienen lecciones aprendidas y pueden contribuir a fortalecerla. No se trata de eliminarla pero sí de transformarla para que realmente impacte el desarrollo sostenible de la ciudad. Además, esta medida nació como fruto de una consulta popular y hoy, el segundo Día sin carro y sin moto al año, se nos dicta unilateralmente desde el Palacio de Liévano. 

El Día sin carro se convirtió en una herencia de alcaldía a alcaldía, que arroja más reflexiones que resultados, deja en evidencia la pobre evolución del sistema de transporte público, la débil integración en movilidad de Bogotá y La Sabana, y pone sobre la mesa la necesidad de organizar los ahora múltiples medios alternativos de transporte. 

El bien superior protegido por este Día, la movilidad sostenible, es sagrado. No hay duda. La forma para protegerlo es cuestionable. No es conveniente estigmatizar el carro (¡Día Sin Carro!) para propiciar el uso de medios alternativos de transporte.  Las políticas públicas modernas no deberían servir de caldo de cultivo para la confrontación de los sectores de la sociedad. Defender la movilidad sostenible no debe ser sinónimo de defensa populista de un sector económico, porque todos necesitamos movilidad segura, ecológica, ágil y económica. De ahí que haya sido desafortunado el argumento de la alcaldesa, en el sentido de que la “…jornada de día sin carro, es para que el 15% de los que usan carro vivan como lo hace la mayoría, 85% de los bogotanos”. El carro, señora alcaldesa, no es un privilegio, es un recurso de sobrevivencia para miles de ciudadanos en una ciudad que carece de transporte público serio y que está lejos de ofrecer condiciones idóneas para los medios alternativos.

Esta política, como ha sido históricamente comunicada por el Gobierno, convierte el carro particular en el principal agente contaminante, alejando el escrutinio social, político y regulatorio del verdadero problema: los vehículos con combustible diésel, que en su mayoría son de carga y de transporte público. Por ellos, los indicadores de calidad del aire no mejoran, aún en el Día sin carro.

Este Día se debería transformar. El 22 de septiembre es una oportunidad. Gobierno y sociedad deberían hablar del “Día de la Movilidad Sostenible”, o algo por el estilo, propiciando la reflexión sobre el uso racional del carro, así como sobre el uso más frecuente y seguro de los medios alternativos, en lugar de enviar un mensaje polarizante sobre uno de los medios de transporte.

“El Día sin carro” pone los ojos de los bogotanos más en el carro, que en los medios alternativos de movilidad. Si queremos evolucionar, debemos concentrarnos más en la seguridad, la legalidad y la economía del transporte alternativo. No vemos una agenda de Gobierno centrada en estas problemáticas. Tampoco una sociedad que la exija. En el “Día de la Movilidad Sostenible” deberíamos sentir el liderazgo pedagógico y contundente de la alcaldía para el uso adecuado la bicicleta (que, como va, terminará generando tantos problemas como las motos), el uso seguro de la patineta y la promoción del ejercicio físico para la movilidad. 

El “Día de la Movilidad Sostenible” también debería servir de plataforma para articular los diversos sectores de la sociedad. El sector privado ha permanecido anestesiado, mirando los toros desde la barrera, sin propuestas interesantes que vayan más allá de la defensa del comercio y la promoción del teletrabajo. Necesitamos que gremios y empresas se sientan co-líderes de esta política. Y estamos a tiempo de cara al 22 de septiembre. En este Día los sectores productivos deberían abrir el debate público sobre la infraestructura, la tecnología y la logística, entre otros temas, para la movilidad sostenible.

Los fabricantes y comercializadores de carros deberían tener un espacio en esa jornada para promover con fuerza el uso racional del carro. Deberían concertar una agenda con el Gobierno, para que las prácticas pedagógicas de ese Día se conviertan en hábitos de movilidad de los conductores. Por ejemplo, el Gobierno de la Ciudad de México -que por décadas ha incentivado la renovación del parque automotor para reducir el impacto ambiental-, con el apoyo de la industria, creó el programa “Aventones”, para la promoción del uso compartido del vehículo. Allá hay una agenda público-privada. Aquí tenemos mucho por recorrer para lograr su uso apropiado. Aún pocos conductores “eco-manejan” y casi nadie comparte su carro. ¡Preocupante!

El camino, en una ciudad precaria de redes de transporte público, es el uso racional, concertado y regulado de todos los medios. La fórmula no es agregar días y seguir estigmatizando formas de movilidad. Ya vamos por dos días y ahora no solo sin carro sino sin moto. A ese paso terminaremos con un día por mes sin carros, sin motos y ¡sin aviones! (siguiendo los pasos de Greta Thunberg…).