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¿Crac bursátil?: China, petróleo o... Estados Unidos

Teniendo en cuenta el crecimiento mundial previsto y su composición por regiones, las fuertes caídas bursátiles de enero se deben a que hedge funds y especuladores están haciendo venta a crédito tumbando al mercado, para así generar pánico y aprovechar después los rebotes.

Invitado
5 de febrero de 2016

No obstante, el análisis se ha centrado en el desplome del petróleo y en la desaceleración china. Factores insuficientes para descarrilar la fase alcista del ciclo porque se sigue pensando que esta bajada del crudo debería ser positiva en términos netos para el crecimiento mundial. Es por ello, que los mercados estarían empezando a descontar la probabilidad de otro evento con potencial disruptivo: una recesión en EEUU. Es así por cuatro razones: 1) la madurez del actual ciclo de crecimiento atendiendo a patrones históricos; 2) las señales negativas del sector industrial que tradicionalmente anticipa bien los puntos de inflexión del ciclo; 3) las fuertes caídas de las bolsas en un país donde el efecto riqueza es elevado; y 4) el enfriamiento del PIB en el cuarto trimestre de 2015 (0,7% anualizado).

Respecto al primer punto, la duración de la actual fase expansiva está próxima a siete años, frente a una duración media histórica no superior a seis. En cuanto a la industria, el retroceso de los pedidos de bienes duraderos en diciembre (-5,3% y -4,3% sin las partidas más volátiles) viene a confirmar el delicado momento del sector (ya anticipado por un ISM por debajo de 50), afectado por la apreciación del dólar del último año (9,6% en términos reales), la desaceleración del comercio mundial y la crisis petrolera.

Por tanto, aunque no estamos en la situación de 2008, la preocupación (tanto por la recesión del sector industrial como por la caída bursátil) está justificada porque se trata de alertas recesivas clásicas –siempre han caído en momentos de recesión o la han anticipado– significativas cuando la expansión parece madura. Actualmente, la probabilidad de recesión en un horizonte de 6-9 meses oscila entre un 15%, si se emplean indicadores de actividad (encuestas empresariales ISM, confianza de consumidores, empleo, pedidos industriales y de construcción) y un 40% si se utilizan indicadores financieros (S&P y pendiente de la curva de tipos de interés).

En el primer caso, una probabilidad de recesión del 15% no es elevada en términos históricos y se explica por la comentada contracción industrial. No obstante, también es cierto que la información de estos indicadores suele estar disponible con uno o dos meses de retraso y están mayoritariamente en “fase”: cuando activan una alerta recesiva, la recesión suele haber ya empezado. En el segundo caso, una probabilidad de recesión del 40% tampoco es suficiente para activar una alerta recesiva (los indicadores financieros pueden dar alertas falsas), pero sí es un nivel significativo a tener en cuenta. Cuando la señal es buena, la bolsa y la pendiente de la curva suelen anticipar las recesiones con 6 meses.

La situación es compleja y hay que ver si se debilita o se refuerza la señal recesiva de los indicadores en los próximos meses y si la confirman o no las variables macroeconómicas relevantes, especialmente el mercado laboral (indicador recesivo más fiable). De momento la fortaleza del mercado laboral está pesando más sobre la confianza de las familias y el consumo (la variable clave) que la volatilidad de las bolsas, a lo que hay que añadir el buen comportamiento de otros sectores importantes como el inmobiliario.

En esa línea estuvo el comunicado de la FED, que ha rebajado ligeramente el tono de su apreciación sobre la economía, pero mantiene su buena valoración del mercado de trabajo. Las subidas de tipos van a ser más suaves de lo que se esperaba y podríamos estar viendo un suelo en la cotización del dólar.

Esta visión ha sido refrendada por el Banco de Japón la semana pasada, al situar el tipo de interés al que remunera parte de la liquidez que depositan las entidades financieras en niveles negativos por primera vez en la historia, algo que sorprende teniendo en cuenta el exceso de reservas de los bancos japoneses: 44% del PIB, frente al 12,9% en EEUU y 6,3% en la Eurozona.