Opinión Online

Expectativas optimistas para el 2016

Algunos economistas anticipan nubarrones para el 2016. Ciertos hechos, sin embargo, pueden generar optimismo (aunque no hay que enloquecerse).

Invitado
14 de diciembre de 2015

Es la época de hacer pronósticos para los economistas. Los ciudadanos de a pie, que ven el mundo dentro del ruedo, que con su conducta de consumo, ahorro o inversión moldean las cifras que aquellos revisan, pueden tomar en cuenta otras cosas mundanas que afectan sus emociones y seguramente afectarán el ritmo del 2016. Algunas, vistas por un eterno optimista:

1. La posesión del alcalde Peñalosa en Bogotá generará gran optimismo por asumirse la superación de doce años de retroceso en competitividad en la economía más grande del país.

El cambio de administración seguramente permitirá contar con reglas claras en materia urbanística que favorezcan que la construcción recupere su protagonismo; igualmente asegurará nuevas y necesarias obras públicas para devolver a la ciudad su espíritu innovador, todo ello contribuyendo a la generación de empleo y al ánimo de los bogotanos.

De Peñalosa puede esperarse un gobierno lleno de conflictos para sacar adelante sus proyectos, pues existirán muchos intereses particulares afectados, pero no que deje de ejecutarlos y esa tenacidad será definitiva para que la ciudad vuelva a estar en el mapa de los inversionistas locales.

2. La devaluación, que tanto dolor de cabeza está generando en la inflación por su efecto en los productos importados, puede implicar también que la finca raíz en estratos altos vuelva a moverse. 

Con un dólar a más de tres mil pesos será más barato comprar en Bogotá que en Estados Unidos y con ello habría un atractivo para que los colombianos que sacaron sus recursos al exterior desde finales del año anterior, huyendo de la última reforma tributaria, los traigan ahora con una importante ganancia por diferencia en cambio, para colocarlos en finca raíz.

3. La firma de la paz con las FARC, hasta ahora un proceso irreversible, nos dará un diploma de pacificación que permitirá remozar la imagen del país en el exterior y venderlo como un importante destino de inversión. 

Estima el Gobierno que con ello se triplicará la inversión extranjera en Colombia y todos deseamos que así sea, pero como hemos anotado en otras columnas, depende de que el Gobierno permita superar los obstáculos a la inversión, entre otros, en materia tributaria.

4. A este respecto, precisamente la reforma tributaria que se espera se radique en marzo del 2016 por el Gobierno Nacional, siguiendo las hoy muy esperadas conclusiones de la Comisión de Expertos, deberá implicar una reorganización del sistema tributario.

Sin que debamos ser muy optimistas, pues la presión fiscal es enorme, una actitud responsable del Gobierno debería tomar medidas en dicha reforma para, al menos, evitar que el país siga siendo de los más caros en materia impositiva. 

5. Adicionalmente, asumible pero imposible de medir, la guerrilla ya desmovilizada deberá desenterrar sus dólares y sacarlos de las guacas existentes a lo largo y ancho de la selva, para gastarlos o invertirlos en cualquier cosa que vayan a hacer sus cabecillas en el postconflicto.  

Este hecho en sí no puede decirse si es bueno o malo para el país, pues ya en el pasado se han producido otras desmovilizaciones de vinculados al narcotráfico con efectos jamás medidos, pero puede implicar que parte de los recursos se destinen a la generación de empleo rural. Al menos, eso sería lo ideal y puede producir diferencias sociales pues el monto de los recursos requeridos en el campo son tan inmensos como los ingresos que ha recibido ese grupo por sus actividades.

6. La clase media en Colombia ha crecido y en 2016 es de esperar que se siga consolidando como un grupo de consumo importante, sin dependencia del endeudamiento del sector financiero y muchas aspiraciones de vivir mejor. Si es factible formalizar parte del empleo y emprendimiento informal en los estratos bajos de la población, se abrirá la puerta para un universo importante de contribuyentes.

Siendo lo anterior expectativas de un optimista, los economistas tendrán un arsenal de estadísticas y proyecciones que demuestren que las cosas no serán tan positivas, pero ahí es donde deberá recordarse que la vida sigue, a pesar del aumento del dólar, de la inflación, del déficit fiscal y los impuestos y que para la gran masa de población, lo que importa es no perder la confianza en el futuro. Así que no creemos desconfianza injustificadamente.