Opinión Online

El precio de la inacción

Así tituló la semana pasada el IIF (Institute of International Finance) uno de sus reportes periódicos refiriéndose a la decisión de la Reserva Federal de no modificar su postura monetaria el pasado 17 de septiembre.

Invitado
30 de septiembre de 2015

La consecuencia de la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos sobre la tasa de interés de intervención fue mantener, e incluso aumentar, la incertidumbre acerca del impacto de la desaceleración económica de China sobre la salud de la recuperación económica de EE.UU. Parece interesante, entonces, revisar qué ha pasado y compararlo con el caso colombiano.

La respuesta de los mercados financieros globales a la inacción de la Fed en septiembre fue mantener una alta aversión al riesgo y una elevada volatilidad. Este hecho se reflejó, por ejemplo, en el comportamiento alcista de los spreads de la deuda pública y en la fuerte depreciación de las monedas de importantes economías emergentes como el real brasilero, el ringgit de Malasia, el rand de Sudáfrica y la lira turca.

Una semana después de la decisión de la Fed, las acciones de mercados emergentes acumularon un retroceso de 5,3%, mientras que el índice de volatilidad (VIX) del mercado accionario americano cerró por encima de 20 puntos por 25 jornadas consecutivas, siendo el mayor periodo de volatilidad desde inicios de 2012.

Este comportamiento pesimista fue respuesta al comunicado del 17 de septiembre del comité de política monetaria de la Fed al mencionar: 1. “recientes situaciones económicas y financieras globales pueden restringir en alguna medida la actividad económica y es probable que generen presiones bajistas adicionales sobre la inflación en el corto plazo”; 2. “el comité (de política monetaria) ve los riesgos sobre la perspectiva económica y el mercado laboral balanceados, pero está monitoreando la situación en el extranjero”. La interpretación: El deterioro de China está afectando las perspectivas de crecimiento económico en EE.UU. y mermando la capacidad de la Fed para subir las tasas de interés, lo cual aumenta la aversión al riesgo.

No obstante, las proyecciones presentadas por la Reserva Federal trimestralmente, dan cuenta de una expectativa de recuperación económica sólida que apuntaría hacia el pronto incio de la normalización monetaria en EE.UU. Puntualmente, en esta ocasión mostraron que el crecimiento esperado para 2015 fue revisado al alza de 1,9% a 2,1%, aunque las expectativas para 2016 y 2017 fueron disminuidas de 2,5% a 2,2% y de 2,3% a 2,2%, respectivamente. Entre tanto, la expectativa sobre la tasa de desempleo disminuyó de 5,3% a 5% este año para alcanzar el nivel esperado de largo plazo (4,8%) a partir de 2016.

Sin embargo, la caída en los precios de los commodities y el fortalecimiento del dólar a nivel global contribuyeron a moderar la proyección de inflación de la misma autoridad monetaria. El pronóstico fue recortado de 0,7% a 0,4% para este año, de 1,8% a 1,7% para 2016 y de 2% a 1,9% para 2017. Por lo tanto, el menor riesgo de inflación (o mayor riesgo de deflación) pudo ser la mayor razón para postergar el aumento de la tasa de interés, pero el mercado no lo leyó así.

Por lo anterior, el 24 de septiembre, la directora de la Fed, en un evento público en la Universidad de Massachusetts, intentó aclarar este punto. Yellen reafirmó que las condiciones actuales y esperadas de la actividad económica y del mercado laboral sugieren que este mismo año tendrá que darse un aumento en la tasa de interés. Al mismo tiempo, enfatizó que no se espera que la situación internacional actual tenga un efecto lo suficientemente grande sobre la economía americana como para afectar la senda de política monetaria esperada.

Por último, y de gran relevancia, la funcionaria afirmó que el momento del primer incremento debería tener pocas implicaciones para las condiciones financieras y la economía en general, pues lo que importa es la trayectoria (ritmo de alzas) de la tasa de interés anticipada por los mercados y por el público. De allí la insistencia en que el ritmo de alzas será muy gradual.

En contraste, en el caso colombiano es de aplaudir la acción de la Junta Directiva del Banco de la República al no quedarse cruzada de brazos, esperando a que el clima y la situación internacional encaucen nuevamente la inflación hacia la meta (2% a 4%). Si bien es cierto que la medida de incrementar 25 puntos básicos (pbs) la tasa de intervención de (4,5% a 4,75%) parece tímida y, seguramente, no va a cambiar las presiones inflacionarias de corto plazo (devaluación y temporada seca), utilizar la principal herramienta de la política monetaria en un momento de desaceleración económica y de incertidumbre global es una señal del compromiso de la autoridad monetaria con su principal mandato: controlar la inflación.

Ratificarle a los diversos agentes económicos que el banco central usará sus herramientas para evitar el desborde de la inflación, sin importar su causa, debería influir en las expectativas de quienes fijan los precios en la economía, en la medida en que estas decisiones de política monetaria contribuyan a afianzar la posibilidad de que el brote inflacionario es temporal.

Si la medida adoptada el pasado viernes es creíble, la volatilidad de los mercados financieros por factores locales debería comenzar a disminuir. Esto significaría que el comportamiento errático en las tasas de negociación de los TES (con volatilidades de 15 a 20 pbs diarios) y, en parte, de la tasa de cambio (con volatilidades de $50 diarios) deberían moderarse; aunque definir una mayor valorización de la moneda nacional o de los títulos de deuda pública todavía dependerá en gran medida del apetito por riesgo global que, a su vez, es más una respuesta a la credibilidad en el accionar de la Fed.