Opinión Online

Directivos a velocidad crucero

Un problema recurrente de los directivos es “ir a velocidad crucero” en sus cargos, lo cual quiere decir que dejan de aprender, de exigirse y sobre todo, de esforzarse de la misma manera una vez logran dominar su posición.

Invitado
22 de agosto de 2015

Esta preocupación la ha explicado Linda Hill, profesora de Harvard Business School, como una situación constante en la que “la mayoría de los jefes alcanza un cierto nivel de competencia y se detienen ahí, lejos de lo que podrían y deberían ser” (Hill 2011). Esta expresión se conoce comúnmente como “dormirse sobre los laureles” y tiene origen en la época del Imperio Romano, en que aquellos guerreros que triunfaban eran reconocidos con una corona de laureles. Sin embargo, después de lograr el reconocimiento dejaban de esforzarse como antes. Eso mismo nos sucede a los directivos y, como consecuencia, no liberamos todo el potencial que tenemos.

La causa de este problema es que dejamos de trabajar en nosotros mismos (Hill 2011). Esto significa que olvidamos que un directivo es como un deportista que requiere estar en forma. Es decir, un buen directivo debe ser consciente que es necesario entrenarse en el desarrollo de las principales habilidades que exige su cargo. No podemos desconocer que un directivo es como un deportista de alto rendimiento que debe mantener la fortaleza ante la adversidad, soportar la presión y mantener la energía de cara a la organización.

Consecuencia de este problema y de sus causas nos hemos propuesto describir lo que debe hacer un directivo, fruto de nuestra experiencia en INALDE Business School, para mejorar su rendimiento al interior de su organización; en conclusión: llevar a cabo el arte de aprender a gestionarse a si mismo.

La primera tarea consiste en conocer claramente cuáles son sus fortalezas (Drucker 2005). Así sabrá cuáles son sus principales capacidades que, unidas a sus motivaciones, le permitirán estar en el lugar correcto. Esta tarea requiere el feedback de alguien que le ayude a descubrir sus puntos fuertes y sus puntos débiles, de cara a sus retos como directivo.

En segundo lugar, otro elemento fundamental para mejorar el rendimiento es la reflexión diaria de las vivencias en las interacciones con nuestros familiares, amigos y colaboradores, porque uno de los aspectos que definen la actividad directiva es ganar experiencia y esta se consigue cuando se extraen reflexiones que permitan saber qué se hizo bien, qué se hizo mal y en qué se podría mejorar.

Esta tarea es muy compleja porque, en general, los directivos creemos que entre más actividades tengamos en la agenda mayor será nuestra efectividad. Por el contrario, la experiencia nos ha mostrado que el crecimiento de un directivo está muy asociado a su capacidad de reflexión sobre su experiencia y práctica directiva que lo lleva a modificar conductas y comportamientos. Por estas razones, una de las mejores maneras para que un directivo se mantenga en forma es la participación en programas de desarrollo directivo y en programas de formación que lo centren a pensar en su organización y su propio desempeño.

De otra parte, las organizaciones deben promover que sus ejecutivos mantengan su competitividad y productividad alentando la formación y, especialmente, la evaluación de su rendimiento de cara a su propio mejoramiento. GE, por ejemplo, lleva a cabo reuniones generales de análisis del desempeño individual con sus directivos y establece acciones para apoyar el desarrollo del liderazgo de sus ejecutivos. En esta actividad participan el CEO y todo el staff directivo de la organización.

En conclusión, la mejor manera de salir de la “velocidad crucero” es recordar que la naturaleza del trabajo directivo es variable; que cada momento de la vida exige retos distintos y que si dejamos de trabajar en nosotros mismos mediante la formación, el feedback y la propia reflexión, nos dormiremos sobre los laureles y padeceremos el hambre de triunfo, que es lo que determina la personalidad de los deportistas campeones. No en vano, el mayor consejo que brindó Steve Jobs a los graduandos de la Universidad de Stanford en su discurso fue el de “mantenerse hambrientos”.