ERICK BEHAR VILLEGAS

La obsesión por mostrar resultados en Colombia, ¿de dónde viene?

Hay una incuestionable filosofía colombiana que tiene que ver con una tipología específica de 'mostrar resultados' y nos hace mucho daño en su normalidad.

Erick Behar Villegas, Erick Behar Villegas
30 de noviembre de 2018

Existen temas incuestionables en nuestra idiosincrasia que cada día requieren más discusión. Son realidades sociales obvias, ¿cómo oponerse? Por ejemplo, que personas con doctorado deban decirle “doctor” a algunos abogados resulta normal; que haya reportes de violencia diaria en el país también resulta normal. Pero me atrevo a pensar que hay una incuestionable filosofía colombiana que tiene que ver con una tipología específica de “mostrar resultados” y nos hace mucho daño en su normalidad.

Mostrar resultados, como sea y los que sea, pero hay que mostrarlos. Los recientes informes de Noticias Uno ilustran varios casos de entidades que quieren resultados masivos. La obsesión de mostrar resultados singla por la burocracia del sector público colombiano con una filosofía egocéntrica poco empática hacia la sociedad colombiana. Tras bambalinas, no importa realmente el resultado, sino quién lo logró, quién se engrandeció. ¿Hay afectados por esa obsesión? No importa; al fin y al cabo, la indiferencia está en nuestro ADN. Detrás de esta lógica hay un colectivo de egos que salta de cargo en cargo en la burocracia. El Estado no hizo esta obra, fue el señor... perdón, el dr. X.

No satanicemos la necesidad de mostrar el resultado del trabajo, no. Los resultados son vitales. Churchill decía que sin importar cuán bonita sea una estrategia, uno debe mirar ocasionalmente los resultados. Y es que es fundamental cumplir objetivos, generar cambios, ganancias y desarrollo, pero no estoy hablando de este principio básico de la estrategia y sus resultados, sino de su deformación en la esfera pública colombiana.

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Estoy hablando de la publicidad de resultados para catapultar personas, de esa perversa obsesión de poner cada cosa que se hace en Twitter antes de consolidarla, de esa obsesión que hace que con nuestros impuestos se financie tanta publicidad innecesaria, marcas de gobierno, ruedas de prensa o shows, colores políticos de mandatarios que cambian cada cuatro años en un salpicón de la incoherencia en la política de Estado.

Colombia se contenta con un decreto, un papel de política pública como resultado. Luego, si hay buenas cifras, se hace un despliegue mediático para calmar al público “porque sí estamos cumpliendo”. Esto no se refiere a un gobierno en particular, sino a todos los que hemos tenido a nivel nacional y territorial.

Lo obvio, en un mundo donde impera el sentido común, es que una entidad cumpla, pero aquí se vanagloria porque está haciendo su trabajo. En Colombia debemos elevar una plegaria de gratitud cuando un derecho de petición se resuelve a tiempo y verdaderamente dice algo en su respuesta. Por eso hay una obsesión de mostrar resultados como sea, para que la ciudadanía piense que éste sí cumple, y esto tiene una causa sencilla: otros que han prometido, simplemente no han cumplido y el que cumple tiene potencial de escalar.

Así, el efecto es complejo y dañino. Dada la falta estructural de resultados, en la modernidad colombiana el ciudadano debe dar las gracias porque hay cualquier resultado, así éste se fabrique en una banda de producción cuyo verdadero objetivo es el ego, el top of mind político.

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Para la psicóloga Pam Nugent, la obsesión es un pensamiento o un concepto continuo, invasivo. Colombia sufre de una obsesión mediática por mostrar resultados, dado que, en su devenir histórico, ha habido muy pocas promesas cumplidas ante una plétora de esperanzas de cambio. En la publicidad de las marcas de gobierno, abunda el “estamos cumpliendo”, “X le cumple”, “cumplimos”, y está bien que cumplan, pero mi preocupación tiene que ver con nuestra aceptación como sociedad de la publicidad que se hacen las entidades a sí mismas para lograr legitimarse con algo que debería ser obvio para todos nosotros. ¿Qué hacer?

Recomiendo que no creamos todo lo que vemos, que no nos dejemos impresionar por infografías, sino que cultivemos un espíritu crítico y constructivo, no la ‘gaminería digital anónima’.

Si usted está en una entidad pública, no contribuya a engrandecer personas sino una misión del Estado; no busque resultados donde no los hay, sea creativo en el avance del país, no en su freno. Si una entidad está cumpliendo, está bien, pero es lo mínimo y ojalá que no dilapiden el dinero en marcas de gobierno y despliegues publicitarios para lo obvio. Si quieren ver casos extremos hacia los que nunca deberíamos navegar, revisen aquello que pregonan las entidades públicas en Venezuela, que reportan cómo “afinan estrategias para unas navidades felices”.

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