ERICK BEHAR VILLEGAS

No más películas dobladas: mejore su inglés en cine como compromiso contra la pereza

Se dice que el auge de películas dobladas es por preferencias del consumidor, sí, pero también por la ‘pereza en el ocio’ y ese ideario colectivo de no querer ni abrir la mente ni superarnos.

Erick Behar Villegas, Erick Behar Villegas
1 de marzo de 2019

Ver cine y Netflix subtitulado le puede ayudar a mejorar su inglés, inclusive en familia. Se dice que el auge de películas dobladas es por preferencias del consumidor, sí, pero también por la ‘pereza en el ocio’ y ese ideario colectivo de no querer ni abrir la mente ni superarnos.

Colombia ocupa el puesto 60 de 78 en el English Profiency Index de EF, mejorando levemente en los últimos años, pero con pocas esperanzas de llegar a puestos altos. En el mismo estudio, nuestra joya turística, Cartagena, ocupa el último lugar entre nuestras ciudades. Entre las muchas oportunidades que existen para mejorar el inglés, ver películas en su idioma original puede ser una ayuda a la que se la ha venido teniendo miedo. No sé si la fonética barbárica de Petro con su ‘guolkin dit’ (walking dead) sea un símbolo más de ese problema que tenemos, pero vale la pena la reflexión.

Son varios los casos que conozco de entidades públicas en donde unos candidatos pasan exámenes de inglés y luego sucede que no saben decir nada. Nuestro inglés no puede seguir siendo un compromiso con el papel; es un tema de superación personal en pro de la competitividad colectiva.

En un estudio con jóvenes de habla hispana, Birulés-Muntané & Soto-Faraco (2016) demuestran cómo el estar expuesto a una película en inglés con subtítulos en español mejora considerablemente las habilidades de escucha durante un examen inmediato. Sugieren hacer más experimentos con una exposición más sostenida al idioma. ¿Qué mejor que ver películas en idioma original para esto? Pero aquí está nuestro desafío: la resistencia es enorme. Les contaré una historia.

Alguna vez propuse a dos grandes empresas del cine hacer unos pilotos con más películas en inglés en localidades acostumbradas a la película doblada. Una ni respondió; la otra dijo: “es un tema de mercado, perderíamos demanda”. Les sugerí que en el piloto se motivara a la gente con mejores precios, pensando en que mantuvieran su demanda, pero la respuesta fue un rotundo NO que sonó más a un jamás. Y ahí está mi crítica a nuestro extraño colectivo colombiano. Disfrazamos esta realidad en la ‘preferencia del consumidor’, pero no vamos más allá a pensar que esa preferencia puede ser un producto de un miedo innecesario, retos educativos y de una pereza cultivada.

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Algunos pensarán que el ocio es ‘para no hacer nada’, pero el entretenimiento puede hacer divertido el aprendizaje de muchas cosas en un ocio activo. Les contaré una experiencia personal. En algún momento decidí aprender griego moderno, y lo hice a punta de libros, tándems y películas que no entendía en un comienzo. Si no hubiera tenido esa exposición al idioma, difícilmente habría avanzado. Si la política pública hace programas de segunda lengua, maravilloso, pero el tema es el reto personal y su impacto colectivo. Por eso, si no lo han hecho, hagan el esfuerzo de no volver a ver películas extranjeras dobladas sino subtituladas, y regálenles esta costumbre a sus hijos. En una fase futura, asuman el reto de no verlas ni con subtítulos.

Un país como Alemania, por ejemplo, está algo atrasado en inglés comparado con sus vecinos de los Países Bajos, Suecia, Dinamarca y Noruega. Todas son potencias industriales y comerciales con un alto nivel de vida. Pero, en Alemania el trend es doblar las películas con algunas excepciones. En cambio, en los países mencionados, el cine es mayoritariamente en inglés. Para Süddeutsche Zeitung de Alemania, el tema se explica en costos, ya que pasar una película al sueco termina siendo más cara que pasarla al alemán. Y así, “una debilidad económica se vuelve una ventaja cultural”. Pero esto no es tan cierto si vemos otro ejemplo, Suiza: así allí sea más barato que las películas estén en francés o alemán, la tendencia sigue siendo el cine en su idioma original.

Esta discusión poco tiene que ver con el cine nacional: claro que es vital; celebro los éxitos de producciones colombianas como Pariente, Cartucho y Somos Calentura, i.a., pero eso no implica que dejaremos de ver películas y series extranjeras. En 2018, por ejemplo, hubo 39 estrenos colombianos contra 10 en 2010, mientras que, en estrenos extranjeros, la relación fue de 321 a 196. Tendremos cine nacional e internacional para rato. En la gráfica que sigue, pueden ver cómo han ido aumentando los espectadores y los estrenos, i.e. toda una realidad de la famosa economía naranja.

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Revista Semana relata cómo el tema de las películas subtituladas ha venido subiendo en Colombia. En 2016, para ver los 7 Magníficos había 115 funciones dobladas a español y 34 subtituladas. El artículo muestra cómo en España y Argentina, doblar películas se volvió obligatorio. En España, de hecho, una ley de los años 30 terminó ayudándole al dictador Franco a hacer sus conocidas censuras.

Así nos guste el eufemismo de la ‘preferencia del consumidor’, el aumento de la producción doblada puede estar relacionado con la falta de esfuerzo generalizado, porque doblado todo es más fácil. No sé si se relacione con la sagrada Ley del Mínimo Esfuerzo, pero al ver las películas así, se pierden los tonos, las voces reales, los matices auditivos que le dan identidad a una película. Algunos dirán, mientras aprendo inglés, la veo doblada, o, qué sentido tiene, si no entiendo. Mi mensaje: mientras se aprende inglés, verla subtitulada ayuda y luego se vuelve una costumbre. El problema es que las empresas que ofrecen las películas tampoco ayudan, dado que no ven mucho mercado en funciones subtituladas.

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Un tip exótico para aprender inglés, como lo hacemos en English with the Dean en la Universidad Central: aprendan bien la fonética con juegos antes de lanzarse a dominar la gramática: lean los textos de las canciones mientras las escuchan, luego cántenlas sin el texto y luego traten de escribir lo que recuerdan del texto mientras las vuelven a escuchar. Nadie dijo que aprender idiomas tiene que ser tedioso.

Quizá la velocidad y la incertidumbre de esta vida hayan enfrascado los idiomas en un ideario decretalista que relega su encanto a la imaginación y no al día a día, pero los esfuerzos individuales son los que marcan la diferencia hacia un bien colectivo, si es que nos interesa internacionalizarnos.