JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

Ni Uber ni taxi, se trata de innovación

En la historia de la humanidad siempre ha existido la resistencia al cambio. Particularmente esta semana se ha sentido con bastante fuerza en Colombia por la salida de Uber del país.

Juliana Sánchez Trujillo
15 de enero de 2020

Sin embargo, el foco de las discusiones debería centrarse en la incierta suerte de la innovación en el país. Si no podemos aceptar la entrada y permanencia de nuevos modelos de competencia, ¿qué pasará entonces con emprendimientos dinámicos y con otros modelos de negocio multilaterales en los que una empresa mantiene una plataforma donde personas naturales se encuentran para realizar una transacción comercial?

El éxito de muchos de los negocios de base tecnológica recientes se basa en la experiencia del usuario. ¿por qué aún con la persecución que ha tenido Uber sigue teniendo una alta demanda? porque responde a las necesidades de los usuarios. El problema no se soluciona simplemente modernizando la flota y sacando a los taxis “zapatico”. Esto va mucho más allá; se trata de construir confianza, y para lograrlo se requiere de un modelo con  el que se pueda contar, en tener trazabilidad del servicio, en tener seguridad física y psicológica, en sentirse respetado, tener facilidades de pago y por supuesto en contar con una oferta que se adapte a diferentes expectativas de servicio.

La solución no se encuentra en crear campañas de desprestigio por un bando o el otro. Esto solo contribuye con los problemas, ya bastante marcados, de polarización en nuestro país. Aquí la verdadera conversación debería girar entorno a la innovación, a entender hasta qué punto son aceptados nuevos modelos de negocio de base tecnológica, a cómo se va a legislar cuando se desarrollan iniciativas desconocidas y a cómo desarrollar una mentalidad colectiva que acoja las nuevas ideas y que centre su pensamiento desde la abundancia y no desde la escasez. Cuando entendemos que siempre hay suficiente para todos, la abundancia fluye, pero cuando se vive desde el miedo a perder, a no tener suficiente, y a no colaborar por la amenaza de volverse irrelevante; las dificultades se convierten en una profecía autocumplida. 

Esperemos que la voluntad del Gobierno por crear regulaciones que apoyen la transformación digital no pierda su impulso cuando comiencen a enfriarse los ánimos, pues hoy se llama Uber, pero seguramente seguirán existiendo casos donde los menos preparados pierden las oportunidades a medida que se hace más fuerte un cambio tecnológico o digital. Sino basta solo con hacer fila en un banco para ver carteles de los sindicatos quejándose por la opresión que sienten por la transformación digital de las organizaciones bancarias; con la diferencia que aquí no se evidencia una ola mediática generando presión por volver atrás o porque se acaben las sucursales virtuales.

El miedo ha sido la premisa de cada una de las cuatro revoluciones industriales: llegan nuevas soluciones, la masa se llena de miedo, muchos trabajos o posiciones se vuelven obsoletos y nuevos conocimientos o facilidades se legitiman. ¿Cómo logramos entonces aprender a fluir a pesar del miedo? ¿Cómo preparamos a las personas y al país para asumir nuevas olas tecnológicas? Recuerde que hoy, la incertidumbre es la única constante de los negocios, y entre más se resista el cambio, más duro se sentirá el golpe.