OPINIÓN ONLINE

Ni santistas ni uribistas: colombianos

El problema más grave de los que nos afectan por estos tiempos es la polarización entre uribistas y santistas, porque no sólo está poniendo en riesgo el proceso de paz, sino el futuro del país.

Gonzalo Gómez Betancourt
13 de abril de 2016

De un tiempo para acá vengo sintiendo un alto grado de frustración porque cómo es posible que cuando más cerca hemos estado de firmar la paz después de 50 años de guerra que nos han dejado millones de víctimas, daños irreparables al medio ambiente, a la infraestructura, por  decir lo menos, a quienes  estamos en pro de que se firme el proceso nos tilden de santistas y a quienes no están de acuerdo se les considere guerreristas y por consiguiente uribistas.

Que visión tan miope,  sesgada y peligrosa en la que hemos caído, generada sin duda por una lucha de poderes y de egos entre los  protagonistas de un penoso capítulo más de nuestra historia. Basta con analizar la reciente marcha organizada por el partido Centro Democrático en la que sus líderes de manera beligerante afirmaban que alrededor de 8 millones de colombianos salieron a marchar en contra de Santos, mientras que desde el mismo Palacio de Nariño, algunas voces se atrevieron a decir que a la marcha asistieron “cuatro gatos”. 

No fueron ocho millones los que  salieron a protestar contra el Gobierno, como tampoco fueron “4 gatos”. Los uribistas quedaron muy mal alterando las cifras y el Gobierno no se quedó atrás, intentando deslegitimizar a través de los medios de comunicación una protesta pacífica de gente que está realmente inconforme con  lo que está sucediendo, como la venta de Isagén, la llamada “mermelada del gobierno”, los niños muriendo de hambre en la Guajira, el posible apagón, el paro armado de las bandas criminales entre otros problemas. 

Mientras el país siga mirando por el espejo retrovisor, con el discurso trasnochado de Uribe diciendo que Santos ganó por él y el de Santos desconociendo lo bueno que hizo Uribe, un Procurador defendiendo abiertamente todo lo que tenga que ver con el expresidente, mostrando su desacuerdo con todas las decisiones del Gobierno, un presidente gremial como Jose Félix Lafaurie diciéndole a los campesinos que van a perder sus tierras por los acuerdos con las Farc, sumado a un exfiscal como Montealegre que, por el contrario, siempre estuvo a favor del presidente Santos, son hechos que dan vergüenza.    

Muchas personas de diferentes tendencias políticas han querido tender puentes, entre las que se destacan importantes líderes, presidentes de otras naciones, pero si definitivamente no es posible que se pongan de acuerdo en lo fundamental, que es lograr la paz, vamos a seguir divididos, poniendo en riesgo no sólo el proceso sino el futuro del país.  

Lo más preocupante es que esta polarización ya no solo está presente en el entorno político, en las redes sociales, en las empresas, también en las familias. Por mi trabajo de consultoría, recientemente fui invitado a un desayuno con un empresario, amigo personal del presidente Santos, quién inició un discurso en pro de las ventajas del proceso de paz para poner fin al conflicto, de inmediato  fue interrumpido por su esposa, abiertamente uribista, ella afirmaba que también quería la paz pero no a cualquier costo, que Santos era un Castro-Chavista disfrazado de oveja, mientras el padre decía que Uribe era un hombre vengativo, guerrerista y antipatriota que se había dedicado a desprestigiar el país en todo el mundo y a derramar veneno sobre el proceso de paz, hasta el punto que la conversación se tornó incómoda y lo que inició como un diálogo se fue tornando en agresión verbal por parte de padre y madre.

Entre tanto los nietos que estaban en la mesa, entre los 18 y 25 años, los miraban aterrados. Uno de ellos me preguntó ¿Usted en que bando está? Le contesté: “No soy ni santista ni uribista, carajo soy colombiano y lo único que anhelo para mis hijos y para las futuras generaciones es un país en paz”.

Frente a mi respuesta él chico de 18 años me dijo: “Nosotros también queremos la paz, pero no creemos ni en Uribe, ni en Santos, ni en ningún político, todos son unos mentirosos, por eso no nos interesa la política, ni siquiera vamos a votar”. Más preocupado quedé de ver el inconformismo y lo peor de todo, la indiferencia de una generación de colombianos que está perdiendo la fe y la esperanza. Creo que en medio de esta polarización deberíamos recordar el viejo adagio que en reuniones de familia no se debe hablar ni de política, ni de religión.

Por último, no permitamos que las redes sociales nos manipulen y atropellen, recuerden que quienes escriben en su mayoría no son periodistas sino personas inconscientes escribiendo barbaridades, los llamados “memes” de Uribe y Santos ya no son chistes, son panfletos incendiarios.

Frente a todo este dolor, por qué no salimos los colombianos a protestar pacíficamente contra esta polarización que no le deja nada bueno al país  y sí permite que los violentos y quienes realmente no quieren la paz saquen partido de la situación. No nos declaremos ni santistas ni uribistas, declarémonos colombianos y sigamos el ejemplo de aquellos que ya han perdonado o están dispuestos a perdonar.