MARIO ALEJANDRO VALENCIA

Negociando el salario

Comenzó la acostumbrada negociación del salario mínimo, pero la situación del país ha cambiado. El modelo mantuvo equilibrados los instrumentos macroeconómicos a un costo social alto que ha generado una insatisfacción generalizada en América Latina. La juventud no traga entero y descubrió el fraude.

Mario Valencia, Mario Valencia
9 de diciembre de 2019

Uno de los descontentos son los bajos ingresos de los hogares, comparados con los países de la Ocde, el club que Duque cuestionó siendo senador para después orientar su voto a favor. El salario promedio de los colombianos es casi 10 veces más bajo que el del promedio de esos países. 

La cuestión es que mientras el mundo desarrollado está en el capitalismo, con sociedades de alto consumo y producción, el 70,3 % de los ocupados no gana más de 1,5 salarios mínimos. En teoría, lo público debía ser reducido en favor de las eficientes dinámicas privadas, con la esperanza del bienestar general y la retribución para quienes más se esforzaran. Sin embargo, los datos de la Ocde mostraron que Colombia es el país con la peor relación entre trabajo y descanso entre 40 naciones, lo que indica que se hace un enorme esfuerzo para obtener muy poco porque la productividad es bajísima. Es importante aclarar que la productividad depende de la capacitación y la tecnología, no de la voluntad individual del trabajador. 

Asimismo, el desempleo en la juventud sobrepasa el 18% y la brecha de desempleo entre hombres y mujeres castiga a las últimas en 6 puntos porcentuales. Que un territorio con 35 millones de personas en edad de trabajar tenga semejante incapacidad para absorber a su mano de obra más hábil, advierte un mal funcionamiento sistémico. 

A diferencia de la práctica histórica del capitalismo que ha creado la mayor riqueza desde siempre, el plan en Colombia es no hacerlo. El poder del Estado se redujo y lo privado no es capaz (sencillamente porque no se puede) de garantizar los elementos de educación, tecnología, infraestructura, créditos y estabilidad social sobre los que opera la ganancia individual. Este no es un problema de visiones diferentes todas respetables; es un problema científico ya resuelto: crear riqueza implica un músculo colectivo solo posible de ser ofrecido por los gobiernos nacionales. La desconexión del gobierno Duque con esta realidad es escalofriante porque muestra que no lo sabe o no le importa. Ambas explicaciones inaceptables. 

Se deben hacer los mayores esfuerzos para lograr que el salario sea lo más alto posible, acorde a una decisión de aumentar la productividad y la voluntad política de incrementar la producción nacional. Hay que acabar la falsa disyuntiva entre control económico o calidad de vida. El mejor bienestar es el que se obtiene del esfuerzo producto del trabajo, la mayor dignificación humana. Pero este solamente existe con el desarrollo empresarial en entornos sociales estables.