OPINIÓN

Narcotráfico: Combustible de todas las formas de violencia, ¿cómo lo combatiremos?

Siempre que en Colombia se da de baja a un capo del narcotráfico aparece otro. Ahora que se firmó el cese al fuego y las Farc se ha comprometido a acabar con cualquier relación con el narcotráfico, ¿quién o quiénes serán los nuevos capos en el país?

David Barguil
17 de julio de 2016

La Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC) ha dicho en su más reciente informe que entre 2014 y 2015 el área cultivada de coca tuvo un incremento del 39%, cifra alarmante por sí sola. Sin embargo, al revisar los datos reportados por la misma oficina desde 2013, vemos cómo el área cultivada pasó de 48.000 hectáreas en ese año a 96.000 en 2015, es decir, lo realmente alarmante es que en sólo dos años se duplicó el área cultivada de coca en el territorio nacional. Es más, la Casa Blanca estima que esa área efectivamente se duplicó en el país entre 2014 y 2015, llegando a 159.000 hectáreas el año pasado.

Según el documento de Naciones Unidas, este incremento se da principalmente en los territorios que ya tenían cultivos ilícitos. Además, sostienen que entre los incentivos que han generado este alarmante crecimiento se cuentan el alza en el precio que se paga por la hoja de coca en el sitio de producción, el cual pasó de $2.000 en 2013 a $3.000 en 2015, y la reducción en el riesgo asociado al cultivo.

Para resumir, el negocio de los cultivos ilícitos y el procesamiento de coca está lejos de acabar y, al contrario, se encuentra en pleno apogeo, siendo ahora mucho más rentable, con un aumento del rendimiento de la producción y una mayor tasa de cambio.

La larga y trágica historia del narcotráfico así como de la lucha que el país ha librado para combatirlo ha demostrado que dicho negocio ha sido el combustible de todas las formas de violencia. Además, siempre que se da de baja a un capo inmediatamente aparecen otros. Después de Pablo Escobar y los Rodríguez Orejuela, los narco-dólares han financiado a paramilitares; bandas criminales; al ELN que ha hecho lo suyo en zonas como el Catatumbo; al EPL que no se ha quedado atrás; y, por supuesto, a las Farc, quienes consolidaron el manejo del negocio.

¿Estaremos por ver el resurgimiento de nuevos capos, personificados en comandantes de los frentes de esta guerrilla que se niegan a desmovilizarse? Veremos guerrilleros de base quienes, tentados por la nueva dinámica del negocio y sin a quién rendirle cuentas, creen sus propias organizaciones criminales? Lo cierto es que ya el frente primero de las Farc (y hay dudas sobre el frente séptimo) ha advertido que no se acogerán a lo que se acuerde en La Habana. Es claro que, de firmarse el proceso de paz, se iniciará una pugna por el control de este lucrativo pero perverso negocio.

Ahora, si estimamos el valor de la producción con los mismos datos del informe de la UNODC, donde se calcula que la producción potencial de clorhidrato de cocaína en 2015 fue de 646 toneladas y que el precio promedio fue de US$ 1.732/kg, tendríamos para 2015 una producción cercana a los  US$ 1.118 millones. Si a esto le añadimos que algunas fuentes calculan que las Farc controlan el 80% o más del negocio del narcotráfico en el país, estaríamos hablando que el grupo guerrillero dejaría un negocio de más de US$895 millones anuales buscando dueño. Es decir, terminará pasando como a la Hidra de la mitología griega que al cortársele una de sus cabezas le salen dos. Sin embargo, con tanta plata en la mesa, está vez no saldrán ni dos ni tres cabezas sino posiblemente muchas más, pues podríamos estar ante nuevas generaciones de carteles protagonizados por militantes disidentes de las desmovilizadas Farc, o por nuevas bandas interesadas en hacerse al botín.

Siendo que este fenómeno ya se presentó con el nacimiento de las bacrim después de la desmovilización de los paramilitares, estamos frente a una amenaza latente contra la seguridad nacional y los posibles beneficios que traiga el fin de la guerra con las Farc. El reto para el actual gobierno y los que vienen será capitalizar la experiencia de los últimos años en la lucha contra las drogas y aprender de los errores que han llevado al fracaso de la actual política estatal para frenar el auge de cultivos ilícitos. Tras la suspensión de la aspersión aérea con glifosato, se debe garantizar una política clara que aumente la erradicación. Adicionalmente, el gobierno tendrá que volcarse hacia el proceso de sustitución de cultivos ilícitos.

Por todas estas razones, una vez instalemos el Congreso el próximo 20 de julio, citaremos al Ministro de Defensa a un debate de control político para que explique, de manera clara, las medidas de choque que se están implementando para contrarrestar este alarmante incremento que ha llegado a niveles casi nunca antes vistos en los últimos 15 años.