OPINIÓN ONLINE

Mientras tanto, en el salón de la justicia…

Los héroes existen desde que el mundo es mundo: habitan todas las cosmogonías, las teologías y por ende las mitologías. De ellos hemos visto de todo tipo, pero prevalecen dos versiones funcionales, los que per se lo son, o los que por aclamación convertimos en héroes.

Samir Campo
30 de marzo de 2016

Amamos los héroes. Nos encantan, sufrimos de pasión por verlos emerger del último resquicio de la situación más compleja a salvar el día, nos resulta encantador su aparición en escena para transformar el presente embolatado; o advertir su presencia en el último instante, cuando está a punto de sonar la campana, haciendo uso de sus poderes, cumpliendo con su finalidad social: dejarnos con la tranquilidad de que siempre estarán ahí para hacernos la vida más fácil.

Los héroes existen desde que el mundo es mundo: habitan todas las cosmogonías, las teologías y por ende las mitologías. Dan vueltas alrededor de nosotros con los orígenes de las primeras civilizaciones y sus ecos están en las ruinas de Creta, Palmira, Zhangye, o en las calles de ciudad Gótica; dan gala generosa de lo mejor de su raza, y muchos de ellos gozan de una moral férrea, de una perseverancia a prueba de obstáculos, se sobreponen con valentía a cualquier adversidad, inclusive poniendo en riesgo su integridad física y emocional, no sin antes decir, que bajo ninguna circunstancia ponen en tela de juicio su integridad ética.

De ellos hemos visto de todo tipo, pero prevalecen dos versiones funcionales, los que per se lo son, o los que por aclamación convertimos en héroes. Y en ambos casos como sociedad, terminamos metidos en tremendos enredos porque estos superhombres y supermujeres, quedan en la mitad de una escala en la que habitan arriba dioses y abajo humanos; lo cual se convierte en una situación compleja con respecto a la legalidad básicamente porque les permitimos estar por encima del establecimiento y romper las convenciones consuetudinariamente establecidas porque al final requerimos que nos salven el pellejo.

Quizá el estreno de Batman Versus Superman pone la discusión en el tapete nuevamente, pero al final del día, hace parte de lo que vemos en los medios cuando cualquier astro del fútbol es acusado de fraude al fisco, o cuando alguna estrella del entretenimiento es hallada culpable de una contravención del código penal o civil, o cuando un político o empresario tacha su imagen de corrupción; sin duda, quedamos con la sensación de que fallaron y que su estatua debe ser demolida, dejando con esto dicho que los pusimos en las portadas de las revistas, en las pastas de los cuadernos y en los titulares de la prensa por sus hazañas y victorias.

Hoy la industria del entretenimiento, en medio de la dinámica de baja lectura de las nuevas generaciones, y en medio del contexto global al que asistimos, plantea discusiones fuertes y concretas sobre el rol de los héroes en la sociedad y desde lo “bluf” que puede resultar para muchos el mercadeo de la industria cinematográfica, desde diversas esquinas nos deja descubrir lo poderosa que resulta la pantalla cuando de pensarnos se trata.