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Los retos económicos que deja el 2016

El balance del 2016 termina reflejando que este fue un año mucho más complejo y difícil de lo que se esperaba en términos económicos para Colombia.

David Barguil
19 de diciembre de 2016

Si bien las perspectivas del 2017 apuntan a que habrá mejoría, lo cierto es que no será una tarea fácil generar crecimiento económico el año entrante. El crecimiento de nuestra economía en el tercer trimestre del año fue apenas del 1,2%, lo que prendió las alarmas y obligó a revisar a la baja nuestros estimativos anuales que ya se calculan en el mejor de los casos en un 2%.

Para el 2017, analistas internacionales como la OCDE y el Fondo Monetario Internacional sitúan nuestro crecimiento entre el 2,5 y 2,7%, la cifra no es mala para un año de ajuste, pero está muy lejos de lo que el país necesita para jalonar desarrollo y para repuntar en sus indicadores sociales.

Además de un crecimiento económico pobre, dos indicadores clave para la estabilidad macroeconómica del país terminan el año con números rojos. Por un lado tenemos la inflación que en lo que va del año se ubica en 5,31% y en los últimos doce meses registra 5,96%. A un mes de tener una cifra definitiva, es claro que terminaremos el 2016 con una inflación cercana al 6%, y desde ya los cálculos más optimistas establecen que la variación del IPC en 2017 no será menor al 4%.

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De otra parte, el déficit fiscal casi que se ha duplicado como porcentaje del PIB, pasando de ser del 2,05% del PIB en 2014 al 3,9% según los cálculos para este año; esto agravado con el hecho que la deuda externa en agosto ya alcanzaba el 40,1% del PIB.

Colombia sigue duramente golpeada por la caída de los precios del petróleo y el choque que ésta tuvo sobre los ingresos del Gobierno. A pesar de tener un tipo de cambio de alrededor de 3.000 pesos por dólar, la industria manufacturera nacional y sector agrícola del país, con excepción del café, no despegan. Seguimos teniendo problemas estructurales que le impiden a nuestros sectores productivos aprovechar un escenario más favorable, aumentando y diversificando su oferta con productos de calidad a precios competitivos que satisfagan las necesidades del mercado nacional e internacional.

Aunque el Gobierno Nacional viene recomponiendo sus ingresos, lo hace con serias dificultades por lo que no tiene otra alternativa que limitar su gasto. Con la reforma tributaria que actualmente se discute en el Congreso, el Gobierno aspira recaudar alrededor de 6,2 billones de pesos en el 2017, esto es, poco más de la cuarta parte de los 23,6 billones que llegó a recibir en 2013 por ingresos petroleros y que hoy equivalen a cero. Esta cifra alcanza para cumplir la regla fiscal pero no para impulsar medidas contracíclicas adicionales.

Adicional a todo lo anterior, las perspectivas económicas mundiales tampoco dan el mejor augurio para Colombia. Si  bien, acuerdos como el logrado recientemente en la OPEP para reducir la producción mundial de crudo, alejan el fantasma de una guerra de precios y permiten pensar en una cotización internacional del barril del orden de 50 dólares, aún son alivios económicos insuficientes para jalonar el crecimiento económico colombiano y están lejos de poner fin a las enormes necesidades fiscales del Gobierno.             

En este estado de cosas, generar crecimiento económico el año entrante no será una tarea fácil. Es preocupante que después de más de un año con una fuerte devaluación del peso, las exportaciones no tuvieran el comportamiento esperado y que no se vean esfuerzos concretos por parte del Gobierno Nacional en la materia. Más allá de que la reforma tributaria saque al Gobierno del apuro fiscal en que se encuentra, lo cierto es que se ha hecho poco por crear incentivos que promuevan nuevas fuentes de crecimiento e inversión en el país.

Necesitamos que el Gobierno tenga visión de largo plazo y que se comprometa de una buena vez con un modelo de desarrollo que estimule y diversifique la producción nacional. Este es el verdadero camino para lograr el crecimiento económico que el país necesita.

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