JULIO ANDRÉS ROZO GRISALES

Los emprendedores buscan generar impacto socioambiental en Colombia, no solo dinero

"Busco exponer casos demostrativos, dar ejemplos y presentar buenas prácticas de aquellos que están haciendo algo por conservar el medio ambiente".

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
24 de enero de 2019

Este año le dedicaré varias de mis columnas a algo que subestimamos tanto en Colombia, pero que con los años de trabajo en el campo de la sostenibilidad, aprendí que es necesario e importante: inspirar por medio del ejemplo. Técnicamente dicho: presentar casos de estudio o benchmarks.

Anticipo, no tengo inversiones o activos en los ejemplos que mencionaré. Esta columna (y otras que vendrán) no son un festín promocional de empresas, productos y servicios. Si quisiera hacerlo, tendría que pagar pauta como cualquier otra empresa que quiere hacer publicidad en los medios. Para nada, lo que busco es exponer casos demostrativos, dar ejemplos y presentar buenas prácticas de aquellos que están haciendo algo por conservar el medio ambiente. En otras palabras, resaltar a aquellos que están haciendo algo más que solo querer hacer dinero, como lamentablemente sigue siendo la regla general dentro del mundo empresarial hoy por hoy (pero eso va a cambiar...).

La precaria visibilización que conlleva al desconocimiento de esos ejemplos es una de las razones que explican el exceso de ignorancia, la falta de inspiración y la escasa apropiación que tenemos la gran mayoría de colombianos por nuestros territorios y sus realidades. Mostrarlos, nos acercará a las realidades locales y regionales como consumidores, y también, permitirá potenciar un mayor número de soluciones a los retos ambientales y sociales que tienen por medio de la innovación y el emprendimiento.

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Un par de ellos

La vida me dio la fortuna de trabajar en el campo de la sostenibilidad. Específicamente, de crear con los emprendedores estrategias de negocios que generen valor ambiental y social para que ellos, por medio de sus productos y servicios, puedan contribuir a generar comunidades de consumidores más sostenibles y responsables. En otras palabras, mejores personas para nuestro entorno. Esta oportunidad me ha permitido conocer y aprender con ellos. Ahora quiero hablar sobre un par de ellos.

Eduardo Ramírez fundó hace un par de años EcoBlue, empresa dedicada a identificar alternativas para que los residuos no lleguen a los rellenos sanitarios. Un emprendimiento como este, es de tal importancia y tan necesario en nuestro país, que incluso habiendo mil Eduardos con mil EcoBlues, seguiría siendo insuficiente el esfuerzo por afrontar el reto de las mal llamadas “basuras” a nivel municipal. Sigo ganando escalofríos cuando recuerdo el dato que hace ya un tiempo leí de un reporte oficial: “Los rellenos sanitarios de 321 municipios colapsarán en los próximos 5 años”, y cuando lo leí fue hace año y medio para que vayamos contando… Eduardo lleva remando en este carrusel llamado emprendimiento un buen tiempo. Lo sigo en sus redes y cada vez me sorprendo porque lanza un nuevo avance. Lo felicito Eduardo, que su emprendimiento no sea el único, le auguro y deseo “competencia” para usted por el bien de la salubridad y el buen vivir en nuestras ciudades.  

Con la otra persona que el trabajo me ha permitido toparme es con Lorena Aristizabal. Al igual que con Eduardo, ya son años siguiendo a este emprendimiento de Armenia-Quindío. Tiene un combo interesante y de admirar. Más allá de meterle técnica a su quehacer, se que lo que hace lo hace con profundo amor por su familia, su región y por el agro. Familia Agrosol se ocupa y preocupa por generar soluciones biotecnológicas para que lo que usted vea en su plato, venga desde el campo de manera más limpia y saludable. Sin rodeos, Lorena tiene la fortuna de vivir su pasión: mejorar los estilos de vida de las personas por medio de la ciencia.

En un país en donde los niveles de agrotóxicos aplicados a los campos de cultivo han superado lo que los estándares internacionales sugieren, emprendimientos como el de Lorena son tan necesarios, como lo es urgente su réplica (en un reporte del Banco Mundial del 2013, en Colombia se aplicaban en promedio 500 kg de agrotóxicos por hectárea -por ciclo de cultivo-, cuando el promedio son 106 kg/ha. Desconozco si la situación a la fecha empeoró, se mantiene igual o mejoró, pero ese dato histórico no deja de preocupar).

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Eduardo y Lorena son tan sólo dos emprendedores de los cientos que conozco. Quisiera decir miles, pero aún no lo son. No obstante, la esperanza me abriga al saber que gracias a las tendencias de consumo y a los incentivos institucionales, serán miles de ellos muy pronto.

Finalizo mi columna enviándole un abrazo a Andrés Zambrano, uno de esos rolos de los que siempre encapsulé injustamente como un profesional ensimismado en su mundo financiero como banquero. Generalización que apliqué durante mucho tiempo a muchos profesionales a los que he tildado de ser aquellos que van meramente en búsqueda del tradicional concepto de éxito: hacer dinero. Me equivoqué encapsulándolo a usted Andrés. Ver sus fotos con su familia en Panamá, saber que me lee y que se preocupa e inquieta por dejarle un mejor planeta a su hija, pero sobre todo, hacer de ella una mejor persona para nuestra tierra, es algo que me inspira y motiva a seguir escribiendo cada jueves esta columna. Usted es un buen benchmark para otros profesionales que sí siguen metalizados con su concepto de éxito.

A veces tan solo se necesita gritar un poco más, alzar la voz y dejar el temor de ser diferente. Aquellos que sepan que están haciendo las cosas bien, ¡hablen y griten! Necesitamos despertar a aquellos que siguen ahí encapsulados.  

Postdata: Gracias Revista Dinero por permitirme hacer esta cuña no patrocinada para estos emprendimientos sostenibles, ¡esto también es ponerse la 10 por el clima!

¡Hasta el próximo jueves como siempre!

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