Opinión

Santos en Cuba

Hace un año, cuando comenzaban los diálogos en la Habana, tal vez el gobierno esperaba anunciar el acuerdo con las guerrillas en la II cumbre de la Celac, que se realiza en Cuba. Opinión de Socorro Ramírez.*

Invitado
27 de enero de 2014

Aunque no fue así, las conversaciones parecen ya irreversibles como lo querrá mostrar el presidente Santos a sus pares de América Latina y el Caribe. El resultado final dependerá, en últimas, tanto de sus protagonistas como de las elecciones colombianas de 2014, convertidas en plebiscito sobre la paz.

A cambio del acuerdo con las FARC, el presidente Santos mostrará cómo, bajo su gobierno, unos 1,3 millones de colombianos han salido de la pobreza absoluta y unos 2,5 millones han abandonado la pobreza. Como este es uno de los temas centrales de la cumbre, cada mandatario revelará cifras históricas. Y, en efecto, en algo se han reducido las tasas de miseria y desempleo en países que gozaron de un notable crecimiento económico gracias a sus exportaciones mineras, energéticas y de alimentos, impulsadas por la elevada demanda de China e India.

Todos los gobiernos de la región podrán exhibir su distribución de subsidios para generar ingresos básicos, proveer servicios a sectores marginados o compensar efectos negativos de otras políticas. Es probable que, para no perturbar el diálogo, la cumbre de la Celac no discuta la forma como cada uno lo logró. Porque unos han promovido la inclusión social mediante el incremento de la intervención del Estado en los mercados restringiendo incluso, en algunos casos, importantes espacios de la sociedad. Otros han desplegado programas asistenciales mientras reducen el Estado en beneficio del mercado. Sólo unos pocos han distribuido mejor la riqueza, fortalecido la producción y ampliado el mercado interno.

Ojalá los presidentes no se limiten a expresar sus mutuas complacencias, miren la realidad y deriven lecciones de ella. Si bien se redujo la miseria, también se incrementó la desigualdad. Muchas fuentes coinciden en que 174 millones de latinoamericanos y caribeños –en especial los negros- permanecen en la pobreza; entre ellos, 73 millones están casi en la indigencia. América Latina sigue pues exhibiendo vergonzosas formas de discriminación y dejando a una tercera parte de su población sin ingresos ni oportunidades.

Salvo casos especiales, la bonanza no se tradujo en más y mejor educación, ciencia, tecnología e innovación, por lo cual el aparato productivo seguirá rezagado y dependiente. Buena parte de la región reprimarizó sus economías, afectó con las importaciones a su sector agropecuario y aumentó su dependencia de los mercados externos. Por ello, con el actual descenso de los precios de commodities y materias primas, el empleo -que fue bastante temporal e informal y en parte correspondió a la reducción del número de quienes buscan activamente trabajo- puede volver a caer.

Colombia ocupa uno de los primeros lugares de inequidad en la región más desigual del mundo. En 2013, el empleo mejoró en el sector de servicios aunque a la par creció más de un 60% la informalidad, decreció 6% en la industria y subió cerca del 2% en la agricultura y la construcción. Sería deseable que el presidente Santos revele en la Habana cómo acompañará los acuerdos con las guerrillas con políticas destinadas a que Colombia se aleje del lugar deshonroso que hoy ocupa en los males regionales y en 2015 pueda mostrar que superó la pobreza cumpliendo los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Ojalá la cumbre incentive la reflexión sobre cómo lograr un desarrollo sostenible que construya una sociedad más igualitaria sin desestimular la inversión, la innovación y la productividad, y sin provocar polarización y pérdida de libertades.

* Investigadora en relaciones internacionales y política, Socorro Ramírez.