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Lo correcto, correctamente

"¡Acabo de robarme este televisor de mi casa!" ¿Ha escuchado usted a alguien decir esto? Seguramente no. Nadie hurta algo de su propio hogar porque existe un alto sentido de pertenencia. Opinión de Germán Renata.

Dinero
13 de noviembre de 2012

Entonces, ¿por qué se presencian casos de corrupción en empresas privadas y públicas? Sencillo: quienes los cometen no ven a esas organizaciones como su casa.

En algunos países el cerco parece estrecharse para empresarios que intentan hacer negocios con honestidad y para ciudadanos que procuran recibir los servicios públicos a los que tienen derecho. Personas con uniforme de entidades de seguridad pública que abusan de quienes pregonan defender, empresas que lucran con el engaño al país que dicen querer desarrollar, políticos que se enriquecen "luchando" contra la pobreza, ¿en qué va a parar todo esto? ¿qué futuro se está construyendo con esta cultura del botín?

Dichosamente, también hay excelentes ejemplos de empresas comprometidas a perseguir su crecimiento económico sustentadas en principios éticos, funcionarios de gobierno que no le ponen precio a su dignidad y uniformados que honran su juramento de servicio. Cada vez son más las organizaciones que hacen de sus valores mucho más que un discurso y se esmeran por darles vida real por medio de modelos de liderazgo, políticas, procedimientos, infraestructura, evaluaciones de desempeño y planes de incentivos sustentados en ellos.

Es correcto procurar mayor rentabilidad, ampliar el ámbito de negocios y superar retos personales o institucionales, pero meritoriamente, actuando de forma correcta, con apego a reglas sanas del juego, competencia leal y la conciencia en paz. Claro, la elección de este camino está reservado para las organizaciones capaces de renunciar a seducciones cuantiosas, dirigidas por valientes que no venden su ética y que están comprometidas con una cultura interna auténtica y creíble, que hace que sus miembros se sientan como en su propia casa y digan: "¡Yo soy la empresa!"

Los países con altos niveles de corrupción nunca llegan a ser ricos o desarrollados y corresponde a sus ciudadanos definir su destino. Cada empresa y equipo de trabajo también es como un país. Si el comportamiento colectivo es apegado a principios, si el respeto a las normas no se pone en duda y si cada miembro es vigilante de sí mismo, la prosperidad se abrirá paso, porque aunque las injusticias les doblen, jamás les quebrarán su conciencia.

"Sea usted el cambio que desea ver en el mundo", sugería Gandhi. Las organizaciones tienen en su virtud moral la respuesta de la altura a la que pueden llegar la solidez de su crecimiento y la seguridad de su futuro. Hacer un alto, reflexionar sobre la autenticidad de la vivencia de sus principios y corregir eventuales desviaciones, facilitará que las empresas e instituciones logren lo correcto, correctamente.

* Profesor Incae Business School