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Las conversaciones difíciles ¡Tenemos que hablar!

En conversaciones complicadas no siempre somos capaces de emitir nuestros juicios u opiniones de un modo que no despierten reacciones adversas en nuestro interlocutor.

Maria Gabriela García
1 de noviembre de 2016

Las conversaciones difíciles tienen lugar entre casi todas las personas. Cuando se dan, pueden determinar la calidad y la dirección de la vida cotidiana de un gran número de individuos. Una conversación es difícil cuando: hay opiniones encontradas, grandes intereses de por medio y emociones fuertes.

Cuando las conversaciones tratan sobre asuntos difíciles, los seres humanos tendemos a evadirlas. Notemos, por ejemplo, la frecuencia con la que dos compañeros de trabajo se envían correos electrónicos entre sí en vez de conversar personalmente sobre asuntos que afectan de forma directa sus responsabilidades. Asimismo, podemos ver la frecuencia con la que los gerentes dejan mensajes a sus colaboradores en vez de confrontarlos de manera directa. Para mucha gente, mientras más complicada sea una conversación, más difícil será sostenerla. Pero no entablarla puede afectar nuestra carrera, así como a la comunidad y hasta nuestra salud. Si uno aprende a manejar este tipo de conversaciones, será capaz de manejar hasta los asuntos más espinosos.

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Las compañías que logran grandes mejoras en ciertas áreas fundamentales no hacen mucho más que las otras compañías empeñadas en mejorar. Sin embargo, se diferencian en lo que pasa cuando algo sale mal o cuando alguien hace algo mal. Estas son compañías en las que los gerentes se levantan, hablan, resuelven problemas y obtienen resultados.

Toda conversación depende del flujo libre de información, es decir, de que las partes intercambien sus puntos de vista, opiniones y sentimientos abierta y honestamente, incluso si se trata de un tema controversial, impopular o doloroso. Una conversación efectiva depende, pues, del diálogo. Las personas hábiles para esto crean un clima propicio para la expresión de ideas. Es posible que no estén de acuerdo con las ideas de su contraparte, pero siempre se esforzarán porque todas las ideas entren en la discusión. Una constante exposición de ideas permite tomar mejores decisiones.

Cuando hay un flujo libre de información, el todo (la decisión final) es mayor que la suma de las partes. A medida que las personas participan de una conversación, empiezan a entender por qué la solución conseguida en conjunto es mejor que una solución unilateral. Además, esto creará un compromiso para actuar.

Cuando hay grandes intereses en juego, cuando las opiniones varían y las emociones se exaltan, las personas están en su peor momento. Normalmente recurren al silencio, el sarcasmo, las insinuaciones o, peor aún, a la violencia verbal, que puede ir desde la manipulación hasta ataques directos. Por tanto, para que las personas sean capaces de discutir sanamente y de llegar a conclusiones compartidas, es preciso desarrollar ciertas herramientas y habilidades.

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El primer principio de una conversación efectiva es empezar con el corazón: su corazón. Si las personas no son capaces de cambiar su mentalidad y su predisposición hacia los demás, les costará mucho sostener un diálogo. Normalmente, las personas que reconocen la necesidad de cambiar terminan haciéndolo, lo que mejora sus habilidades discursivas. La gente más talentosa es la que está tratando de mejorar continuamente su capacidad para conversar.

Con el fin de sostener conversaciones efectivas, las partes deben ser capaces de determinar cuándo está en peligro la seguridad. Es muy fácil que, en situaciones en las que hay grandes intereses en juego y los ánimos estén exaltados, la gente quede atrapada en las vicisitudes de la contienda y se olvide de las condiciones propias de la discusión. Así pues, es importante tomar en cuenta tres elementos cuando estemos en medio de una discusión, hay que estar siempre atento al momento en el que una conversación deja de ser rutinaria y se vuelve difícil.

Hay diversas señales que pueden ayudar :

1. Señales físicas: presión en el estómago, ojos secos. Este tipo de síntomas pueden cambiar de una persona a otra y son el indicador de que es hora de detenerse, tomárselo con calma y empezar con el corazón.

2. Señales emocionales: enojo, temor, rabia, sentimiento de haber sido ofendido.

3. Señales comportamentales: elevar la voz, señalar, hacer silencio.

Es importante tomar siempre en cuenta nuestro comportamiento y la influencia que está causando en los demás.

Las conversaciones son un elemento fundamental para el desarrollo y la dirección de cualquier tarea, proyecto o empresa. Así, hoy en día se impone la necesidad de aprender a dialogar sin que esto suponga enfrentarnos verbalmente con nuestro jefe, colega, socio o colaborador y sin que nuestra actitud al hablar desvíe el objetivo original del diálogo. El cómo decimos algo a menudo resulta más importante que lo que decimos y de ahí parte la diferencia entre un mensaje bien recibido o “el florero de Llorente” de un conflicto mayor.

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