OPINIÓN ONLINE

La trampa de liquidez global

Aunque la mayor cantidad de dinero más bajos costos financieros deberían impulsar el crédito, factores como la debilidad de los mercados laborales y el envejecimiento de la población entre otros, están contrarrestando la eficiencia de las medidas de los bancos centrales.

Germán Verdugo
18 de mayo de 2016

Recientemente los mercados financieros alrededor del mundo se han beneficiado de un episodio más del fenómeno de búsqueda de retorno (search for yield) que podría ser apenas el inicio de una ola de burbujas especulativas. El escenario económico global parece incrustado en un círculo vicioso caracterizado por la misma respuesta al mismo problema y, obviamente, el mismo resultado: más emisión de dinero ya sea para evitar deflaciones o recesiones y, en todo caso, dichos riesgos solamente se aplazan pero no desaparecen.  

Curiosamente, el afán de generar retornos, en medio de un escenario económico global decepcionante, está beneficiando tanto a activos seguros como a inversiones tradicionalmente consideradas riesgosas (renta variable, renta fija high yield, activos financieros de economías emergentes y commodities). Esto puede responder a que el factor explicativo sea prácticamente único: el exceso de liquidez global que no se está transmitiendo suficientemente a la economía real (formación de capital o inversión y consumo) para sacar a flote sosteniblemente el crecimiento económico global, sobre todo ahora que el motor de China ha alcanzado un límite de potencia.

Los activos de economías emergentes se han valorizado, independiente de los riesgos propios de cada país, los commodities liderados por el petróleo se recuperaron acelerada e inesperadamente, aún con la persistencia de la sobreoferta, las tasas de los bonos del tesoro americano han caído, el oro se ha valorizado a pesar de que el riesgo de inflación global es bajo; y las monedas se han fortalecido frente al dólar. Esto significa que el exceso de liquidez y la percepción de que sea un fenómeno duradero alimenta el apetito por riesgo y lo demás no importa.

El hecho de que este fenómeno no sea nuevo es lo que alimenta las expectativas de que será de larga duración. Luego de que en 2008 los principales bancos centrales del mundo (incluyendo los de Europa, Japón y EE.UU.) alcanzaran un primer límite de la política monetaria convencional al llegar a tasas de interés (nominales) muy cercanas a cero, en años posteriores como segunda fase se han venido implementando de manera creciente políticas de relajación cuantitativa consistentes en emitir dinero vía compra de activos financieros, principalmente bonos de deuda pública de largo plazo.

Bajo este esquema hemos llegado a un nivel récord histórico de emisión de dinero a nivel global acompañado de tasas de interés extremadamente bajas sobre los activos financieros considerados “seguros” en las economías desarrolladas. Aunque el propósito de estas medidas es plausible, toda vez que mayor cantidad de dinero aunado a bajos costo financieros debería impulsar el crédito a todo nivel, factores como la debilidad de los mercados laborales, el envejecimiento de la población, el lento crecimiento de la productividad, el alto endeudamiento público y la consecuente caída del gasto público, están contrarrestando la eficiencia de las medidas hasta ahora adoptadas por los bancos centrales.

En consecuencia, quienes están soportando el peso de la baja efectividad de las medidas monetarias en el mundo desarrollado son los ahorradores que, irónicamente, son quienes deberían impulsar el consumo en momentos críticos al no necesitar acceso al crédito. Pero teniendo en cuenta que en los países desarrollados la población está envejeciendo y, al mismo tiempo, viviendo más años, los bajos rendimientos de su ahorro conllevan a dedicar una mayor proporción del ingreso al ahorro o generando incentivos para tomar mayores riesgos sobre el ahorro actual.

En consecuencia, cualquier inversionista institucional que administre el ahorro de la población más adulta en las economías desarrolladas se enfrenta a tener retornos insuficientes por las bajas tasas de interés en los activos financieros de menor riesgo que tradicionalmente es dónde deberían concentrarse los portafolios de sus clientes. Por ende, si estos inversionistas perciben que las tasas de interés permanecerán extremadamente bajas, incluso negativas, por un largo periodo, el incentivo para buscar retornos mayores en otros activos de mayor riesgo irá creciendo.

La estrategia de los inversionistas alrededor del mundo es simple y comprensible, pero para los bancos centrales y otras autoridades económicas este comportamiento es un desafío que aún está por enfrentarse. Por ahora, la respuesta de los bancos centrales en Europa muestra que no hay cambio de receta. La tercera fase de la respuesta monetaria ha entrado en marcha: tasas de interés negativas de los bancos centrales que alimentan el apetito por riesgo global sin muchas consideraciones adicionales e incluso han vuelto al dinero en efectivo bajo el colchón un activo valioso.