JULIO ROZO

Me dolió ver La Serranía de la Macarena: coca, ganado y deforestación

Dolor fue lo que sentí el domingo pasado luego de recorrer durante dos días el siguiente trayecto: pasar por La Cristalina, llegar a La Macarena, cruzar el Río Guayabero, pasar por los lados de '7 Machos' y por Caño Canoas y de ahí, subir y terminar en Vistahermosa.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
17 de septiembre de 2020

Viajé con dos grandes amigos a quienes prefiero no nombrar y exponer.

Abrir Google Maps y buscar el Parque Nacional Natural Sierra de la Macarena es un ejercicio engañoso. Al hacerlo, se ve un mapa con un verde intenso que recrea en el imaginario la presencia de una intensa selva. Al menos, esa era la expectativa que yo tenía antes de ingresar a él. Y si bien hay selva, sentí en varias ocasiones que estaba recorriendo parajes de Fusagasugá, La Vega o Cármen de Apicalá, paisajes en los cuales ya nos hemos acostumbrado a ver entremezclas de potreros y monte.

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El dolor comienza al bordear la zona de amortiguación adyacente al Parque en donde la potrerización avanza. Adentro, la situación no es mejor; la imagen de lo que ha sucedido tan sólo días o incluso horas atrás se repite: selva transformada en cenizas. Esto lo grabé

En las conversaciones con las comunidades se reconoce abiertamente la presencia de los grupos al margen de la ley. Aquellos que han advertido a los ambientalistas que trabajan en la región y los hicieron objetivo militar en 2019, por medio de un panfleto. Asimismo, rumores en el territorio dan fe de la invitación que estos grupos le hacen a las comunidades para acelerar la deforestación en la región. Como buen precavido, mis conversaciones con quienes me encontré fueron cautelosas, “salude y pregunte lo justo y necesario” es el mandato interno que suelo decirme a mí mismo cuando recorro una zona de conflicto como esta.

Ver video: Las quemas en la Serranía de la Macarena

Cruzar el Parque en la trocha que recorre los lugares de 7 Machos y Caño Canoas es una mezcla de alegría y lamento. Por una parte, emociona ver las macarenias, estas bellas plantas que dan el color maravilloso a las aguas de los caños de la región, por otra, ver cómo la selva se convierte en potreros y es porque la “mata e´ monte” (la selva) pareciera más un estorbo que un tesoro. Las vacas se tuestan bajo el sol inclemente cuando éste alumbra o si tienen suerte, se apiñan como cardumen en uno o dos árboles de sombra. Cada vaca paga entre $10.000 y $20.000 a los disidentes. Estos son recaudados por un emisario, cuenta uno de los lugareños.

Punto 7 machos, Julio Rozo

Punto ‘7 Machos‘.

En Yarumales buscamos almuerzo pero la dueña del restaurante nos dijo que no había porque “como había orden de no dejar ingresar turistas al Parque, entonces pues no se había preparado comida”. En ese momento comprendí cuán imprudentes fuimos al tomar esa vía y el culillito que logramos sentir, rápidamente lo logramos disipar en la camioneta a punta de recocha. 

Más adelante, a 2 horas de Vistahermosa, se empiezan a ver las plantaciones de coca. Quienes habitan la región cuentan que las matas que se ven a filo de carretera por donde pasamos, no es nada comparado con lo que existe montaña adentro, lugares donde nuestros ojos no alcanzaron a ver lo que sucede y en donde las autoridades legales no entran, ni pueden entrar debido a las amenazas de los grupos armados. Uno de nuestros acompañantes contó que por Caño Indio, por ejemplo, “hay unas buenas matas que están lo más de bonitas”. Ver estas imágenes aumentó mi frustración:

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A este punto de lectura lo fácil sería culpar a las autoridades públicas competentes de la gobernanza del territorio. ¿Pero qué funcionario de Parques Nacionales o Cormacarena quiere asumir la tarea heróica de detener las llamas por sí solo? La realidad es que por más que quieran, las buenas intenciones de estos funcionarios no son suficientes para hacerle frente a la magnitud del problema debido a la estrechez de los presupuestos que manejan sus instituciones. Sus nóminas son cortas y ejercer una adecuada gobernanza de más de 600 mil hectáreas de territorio es una tarea imposible para un par de decenas de colegas ambientalistas.

La conservación del Parque es un caso de estudio para cualquier curso de pensamiento estratégico. ¿Cuál debe ser el pareto perfecto para encontrar la solución más óptima y beneficiosa para todas las partes? ¿Cuáles son los incentivos más adecuados para nutrir un buen ejercicio de Teoría de Juegos?

Ver video: La coca y la ganadería depredadora que vi en el Parque

La situación es compleja y por más que le echo cabeza, llego siempre a la conclusión más reduccionista de todas: “esto se soluciona con dinero”. Y si no es así, entonces ¿con qué más?, me pregunto. Dinero para enriquecer y fortalecer al sistema de Parques Nacionales y Cormacarena y que todo el andamiaje normativo que se construye desde la institucionalidad pueda tener un ariete que lo movilice y lo aterrice al territorio; dinero para que el Ejército tenga una presencia real en la zona; dinero para aumentar la capacidad y efectividad de los procesos de judicialización; dinero para propiciar mayores incentivos a la conservación para los habitantes del territorio; plata para generar acuerdos de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos y para desarrollar mercados alternativos que conduzcan al ejercicio de prácticas productivas menos depredadoras como la ganadería extensiva. 

Dinero que en últimas existe, pero que por X o Y motivo, no le llega a la cartera ambiental.

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Reconozco que mi columna es un refrito y que para nada estoy narrando una novedad. Pero sentí que debía ver con mis ojos lo que está sucediendo para poder decir con mis propias palabras lo que ya ha sido tematizado y es ampliamente conocido. Me siento como un cangrejo que echa pa´tras y que anda perdido entre una mata e´monte pisoteada por vacas, cundida de coca y gobernada por el que habla más fuerte. Esta columna la escribí con frustración y con dolor. Cada paso que damos hacia adelante los ambientalistas, se diluye en medio de los contextos que describo en mis líneas y que nos hacen retroceder en nuestro cometido por proteger nuestra riqueza natural. 

Hasta el próximo jueves.