DANIEL NIÑO

La reconstrucción

Cuando la incertidumbre del virus disminuya, ganará mayor visibilidad la destrucción económica y social de la pandemia.

Daniel Niño Tarazona, Daniel Niño Tarazona
3 de septiembre de 2020

Según Moody’s Analytics y CNN Business, la economía americana en agosto operó al 78% de como estaba antes de que se produjera la pandemia. A finales de abril operaba al 59% y rebotó entre mediados de mayo y junio, cuando se decidió reabrir los negocios, pero desde entonces no hay mayores avances.

El análisis que hacen resulta contraintuitivo, pues ilustra las diferentes velocidades y realidades que se observan por estados en dicho país, dejando como colorario que aquellos que procedieron a abrir más rápido y a poner pronto fin a las reglas de aislamiento preventivo han pagado con una menor recuperación y una más lenta perspectiva de regresar a la normalidad.

El indicador riñe con lo que ocurre en las bolsas y mercados accionarios, que no solo han recuperado sus niveles de febrero, sino que alcanzan valorizaciones récord. Las voces alertando que la brecha entre los mercados financieros y la economía real está en un nivel sin precedentes son las mismas que anuncian que muy probablemente vuelva la volatilidad y la incertidumbre financiera y es prudente escucharlas.

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A finales del año se vislumbra la posibilidad de que pronto se distribuya la vacuna; el mundo dirigirá su atención a la destrucción económica y social de la pandemia.

En la medida en que América Latina y Colombia reabran su actividad y la amenaza sanitaria de la pandemia inicialmente retroceda, será adecuado anticipar qué hacer si, tras un primer impulso, ese optimismo termina siendo breve o débil. Hay escenarios que avizorar. En un mundo más optimista por encontrarle solución a la crisis sanitaria también es posible se esté más acorralado y con menos opciones para recomponer la destrucción empresarial y recomponer el tejido social que deja la pandemia. Debe contemplarse que habrá menos pudor en decir que el daño en América Latina es histórico y el desafío sin precedentes. Por ende, es bueno empezar a racionalizar y explicar ese posible entorno.

Es muy preocupante y negativo decir que la pandemia en nuestra región puede llegar a implicar un retroceso de 20 años, pero lo es mucho más, cuando eso significa volver a un punto que era increíblemente malo, pues hace 20 años la región venía de una década perdida y un vaivén de profunda inestabilidad institucional y económica. Conclusión: perder ahora 20 años es haber perdido casi 40.

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Si Andrés Oppenheimer tituló en 2014 “Crear o morir”, la respuesta es que venimos fracasando en crear. Entre muchos aspectos a revaluar está que, si se quiere recuperar la normalidad precrisis, se tendrá pronto que cambiar el mensaje de que los impuestos son inexorablemente malos. Claro, la mejor reforma fiscal es el mayor crecimiento, pero tras la covid-19 eso tiene matices, dado que un mayor crecimiento económico requiere de un mecanismo de redistribución del ingreso, pues un grueso porcentaje de la población lo ha perdido y el recaudo desde antes era bajo.

Con el argumento de no morir y más bien crear, la receta más aceptada ha sido la de buscar incentivos como una estructura de impuestos bajos. Pero ahora también se vuelve forzoso asimilar que, sin una robusta demanda interna y sin mayor potencial de crecer por demanda externa, el problema de estancamiento se enraizará.

Ningún camino para saldar la enorme cuenta del costo de la crisis sanitaria durante esta o después de ella resulta muy prometedor ni fácil. Se requiere flexibilidad en la estructura de costos en un entorno muy incierto de demanda, pero esa flexibilidad, que incluye costos laborales, curiosamente también significa un marco de política económica que tienda a revisar cómo elevar el recaudo tributario en el momento oportuno.

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Si se acepta como regla que económica y políticamente más impuestos es indecente, maligno y perverso, lo que ya es inevitable y necesario terminará es debilitando aún más la confianza de empresarios, hogares y consumidores y costándonos a todos un proceso accidentado y muy lento de recuperación o regreso a la normalidad.