CAMILO DÍAZ

La reactivación se logra invirtiendo

La reactivación de la economía se logrará de forma proporcional a la activación de la inversión por parte del Estado, mientras este suaviza las medidas de aislamiento.

Camilo Díaz
13 de junio de 2020

Es un hecho que, en el segundo semestre, la economía colombiana entrará en recesión, puesto que el golpe ocasionado por los tres meses que se llevan de cuarentena va a permanecer por lo menos hasta el tercer trimestre. De hecho, los datos de crecimiento reportados por el Dane para el primer trimestre dejaron ver lo débil de nuestra economía: quince días de aislamiento en marzo fueron suficientes para hacer que el crecimiento pasará de más del 4% a solo el 1,1%.

El desempleo en abril, que ya es segundo trimestre, trepó hasta el 19,8% en el total nacional y al 23,5% en las ciudades. Una forma de interpretar esto es que el aislamiento sinceró las cifras del empleo; con los informales también aislados quedó claro que el 10,5%, que teníamos antes del coronavirus, era un dato erróneo, ya que la informalidad del 48% estaba respondiendo por la mitad de lo que se contabilizaba como empleo.     

Las empresas, en particular las mipymes, empiezan a contar los cierres y las entradas a reorganización, ya que la extensión de la cuarentena ha hecho que consuman la poca caja que tenían para costear los gastos fijos, como la nómina y los arriendos, y atender las obligaciones financieras. En la medida en que entran a reorganización o cierran, el desempleo aumenta afectando de manera importante a los hogares, cuyo consumo es el principal generador de crecimiento. De ahí la imperiosa necesidad de que las empresas recuperen su vitalidad para que reincorporen la fuerza laboral que despidieron.  

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Para que las empresas demanden empleo necesariamente tiene que haber demanda por lo que producen; si no la hay, no van a contratar personal, aún si el Gobierno les ayuda a pagar la nómina o les rebaja costos de labores. No van a contratar, porque sin ventas los costos variables asociados a la producción y los costos fijos de abrir van a ser superiores que las eventuales ayudas que reciban, terminando al final con un saldo negativo en la caja. 

En esta situación, el único que puede ser la polea que levante la economía es el Estado, y lo debe hacer con inversión no con gasto, que, aunque es necesario en la inmediatez, tiene un escaso efecto multiplicador en la economía. Para hacer inversión desde el Estado, los líderes del país, incluyendo al gerente del Banco de la República, deben analizar y plantear medidas no convencionales para enfrentar la crisis económica. 

La caja de herramientas económicas va más allá de la tasa de interés de política monetaria: del esquema de inflación objetivo, que exitosamente el Banco ha implementado; de la política fiscal, y de contratar deuda pública. Entre las medidas no convencionales que se deben evaluar está usar una parte de las reservas internacionales para invertir en formación bruta de capital (infraestructura). El saldo de reservas hasta mayo era de US$56.300 millones. Traer entre US$4.000 a US$5.000 equivale a invertir entre $14 y $18 billones (~1,6% PIB). El saldo superior a US$50.000 millones que quedaría es suficiente para prevenir cualquier corrida sobre el peso y mantener el equilibrio de la balanza de pagos.  

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Otra medida no convencional que debe evaluarse es el financiamiento directo con emisión monetaria desde el Banco de la República. Un crédito o una emisión de bonos comprada por el Banco tiene un potencial enorme para contribuir con la recuperación económica. Por supuesto, una medida de ese estilo debe ser empleada completamente para financiar inversión, en ninguna circunstancia el déficit del Gobierno central. Un plan ambicioso puede financiar los corredores de comercio internacional que no se han hecho, terminar las autopistas 4G que se quedaron sin cierre financiero, desarrollar los puertos sobre el Pacífico, poner a andar el plan de vías terciaras y los distritos de riego y drenaje que tan afanosamente necesita el agro. 

El efecto de la inversión que haga el Estado es lo que va a poner a andar de nuevo la economía, pero esa inversión no puede hacerse únicamente con deuda, porque la deuda que se contrae hoy son los impuestos de mañana, que al final del día son pagados por las empresas o las personas. También es un contrato intergeneracional que pone a las generaciones futuras a pagar los costos de esta emergencia.