JOSÉ MIGUEL SANTAMARÍA

La pospandemia

Colombia, como todo el resto de los países del mundo, ha tenido unos meses espantosos en términos económicos. Las cuarentenas extendidas hicieron un daño enorme al aparato productivo y comercial.

José Miguel, José Miguel
2 de octubre de 2020

Gran cantidad de empresas tuvieron que cerrar y muchas se sobreendeudaron para sobrevivir. El desempleo subió a niveles del 25% en las ciudades y a nivel nacional al 20%. Habíamos bajado este indicador por más de diez años y se trepó en tres meses. Aunque esta es una crisis única y global seguramente países como el nuestro serán de los más afectados.

Aunque la pandemia no se ha acabado y no hay todavía vacuna, pareciera que el virus ha ido perdiendo fuerza en términos de muertos más no tanto de contagiados. Creo que tendremos que convivir con este flagelo por más tiempo, de hecho, los entendidos hablan para Colombia un rebrote del virus para final de año.

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Independientemente de todo lo anterior, el futuro es más incierto que el mismo presente. Todavía no sabemos la profundidad del daño que se generó ni la capacidad de la economía de reaccionar bien. Yo lo veo complicado, tanto el Gobierno como el empresariado quedaron muy heridos. Simplemente si se cumple con los crecimientos esperados para los años venideros necesitaríamos de 4 años para quedar en ceros. Acordémonos que cuando un índice cae el 50%, necesita crecer el 100% para recuperarse.

Afortunadamente el sector financiero colombiano se ha consolidado patrimonialmente por encima de la mayoría de los países de la región y sus niveles de profesionalismo son muy buenos, aun así, tendrán una prueba difícil por cuenta de las provisiones que deben que generar por el aumento de la cartera vencida reflejo de una economía herida.

Es importante en este aspecto que tanto los entes de control como los mismos bancos sean consientes de la situación y creen unos mecanismos generosos con los más perjudicados. No es negocio para los bancos terminar llenos de activos improductivos en sus balances y de pleitos que duran años. Utilizar el cupo del FMI es un mal mensaje.

El Gobierno tampoco la tiene nada fácil. Si antes de la pandemia estábamos en el límite para una posible reducción de la calificación de riesgo de contraparte de las entidades calificadoras, hoy en día el aumento de la deuda pública y la disminución de recaudo de impuestos a futuro, por cuenta de la baja en utilidades de las empresas, muestran un panorama nada esperanzador.

Algunos dirán que el deterioro es generalizado en todos los países, que no es tan grave. Yo pienso que sí lo es y que las futuras generaciones tendrán que pagar esa deuda. Cada día se esfuma más la opción de hacer una reforma tributaria estructural.

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Si además de todo lo anterior adicionamos el riesgo político, la posibilidad cada vez más alta que en las elecciones presidenciales del 2022 gane alguno de los candidatos de izquierda, podríamos a estar abocados a la salida de capitales o al menos a la caída de la inversión extranjera tan necesaria hoy en día para la generación de empleo y de divisas.