CLAUDIA VARELA

La necesaria propuesta de valor propia

Estamos viviendo días diferentes. Hoy más que nunca las posiciones en las organizaciones están siendo revaluadas y observadas desde una óptica de eficiencia. Es decir, cuánto aporta un empleado tiempo completo a los indicadores financieros.

Claudia Varela, Claudia Varela
26 de julio de 2020

Sé que suena un poco frío, pero finalmente hoy los negocios no están para gastos lujosos.

Un empleado que no genere valor real al resultado, actualmente, se evidencia más que nunca. Vamos a plantear un ejemplo de ficción, solo con el ánimo explicativo: si tenemos 5 vendedores y 3 de ellos están trayendo el 90% de los resultados de ventas a la empresa, está claro que tenemos que potencializar a los otros dos para que el resultado mejore.

Eso, en condiciones de la antigua normalidad, tal vez no era tan evidente, especialmente en organizaciones donde la lógica de funcionamiento viene por herencia funcionando de esta forma y los recursos ruedan sin problema.

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En una época como la actual, si no generamos una propuesta de valor puntual como empleados o miembros de un equipo, es mucho más posible que, al momento de una restructuración obligada o pensada, no seamos precisamente los más indispensables.

En este momento de crisis debemos valorar muchísimo el hecho de estar empleados, si lo estamos, o de tener nuestro negocio andando, así sea a un ritmo menor. El desempleo está por encima del 20% y todas las variables macroeconómicas están a la baja.

¿Cómo fortalecer, entonces, nuestra propuesta de valor como empleados? Primero partamos de la base de que sí queremos continuar en el empleo que tenemos. Si no queremos ser parte del grupo donde estamos actualmente, en realidad hay dos opciones evidentes: la primera renunciar y la segunda hacer bien el trabajo y esperar un mejor momento para irse, pero no engancharnos con las cosas que pueden molestar, más bien, vivirlas como una transición.

Hoy más que nunca debe ser claro qué estamos ofreciendo; encontrar la razones por las cuales, si nos vamos de la empresa, haríamos falta. No se trata de no delegar, ni de controlar más para tener el poder de manera coercitiva; se trata, más bien, de entender que mi posición en la compañía genere valor agregado a los resultados colectivos.

Como siempre, todo depende del ambiente en el que estamos, del tipo de cultura y empresa donde estamos viviendo. Pero, en términos generales, hay tres factores básicos que pueden ayudarnos: primero, ser proactivos, ofrecer ayuda, mostrarse colaborativos y empáticos con el resto del equipo. Ser voluntario para participar en nuevos proyectos y liderar iniciativas es un muy buen indicador de buena actitud, que, por supuesto, genera valor.

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La segunda variable la planteo desde la priorización. Hay que poner en una lista clara el ranking de prioridades, no solo laborales sino personales. De esta forma podremos funcionar mejor, estar más conectados con el trabajo y enfocados en lo más importante.

Plantearía como un tema adicional, para fortalecer mi propia propuesta de valor, ser un cocreador permanente desde la normalidad de las funciones de mi cargo, es decir, impecable en lo técnico, con nuevas ideas, con conocimiento del entorno y de las implicaciones de las acciones reactivas del hoy.

Si decides irte o deciden por ti, es bueno igual que, como individuos, tengamos un plan b de la economía familiar. Es decir, que no nos coja por sorpresa una posible decisión de la organización. Este último concepto debería funcionar en cualquier tipo de normalidad, pero la vida me ha enseñado que las empresas deciden, a veces, según los caprichos de quien toma las decisiones en el momento. No siempre es lógico que se restructure o se hagan despidos, pero pasa, y es una realidad para la cual tampoco hay vacuna.

Y eso sí, nunca olvidar al gran amigo de siempre: Confucio. "Elige un empleo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día más en la vida".