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La herencia que van dejando

Todos los gobiernos tienen fecha de vencimiento desde que inician, pero las decisiones que toman van más allá de sus años de gestión, sin embargo, es al final cuando se conoce la herencia que dejan.

Camilo Díaz, Camilo Díaz
29 de abril de 2017

A medida que avanza el segundo Gobierno de Santos se empieza a conocer la herencia que van dejando al país el Presidente y su equipo de Gobierno luego de seis años y medio de gestión. Para decir la verdad lo que va quedando no es alentador, particularmente en materia económica donde las expectativas de los principales agentes de la economía – hogares y empresas – están nubladas en el horizonte, y las cábalas del crecimiento económico para este año son cada vez más pesimistas.

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Desde que empezó el último trimestre de 2016 el equipo económico del Gobierno – léase Ministerios de Hacienda, Minas, Comercio, y Agricultura – pregonaron que el punto más bajo de la desaceleración había pasado y este año sería el año del repunte económico, que aprobada la reforma tributaria vendría la estabilidad económica y se aceleraría la actividad productiva con beneficios en el empleo, la producción, el consumo, las exportaciones, la inversión, y el crecimiento.

Nada de eso está pasando. Al contrario, los pronósticos sobre el crecimiento son cada vez más pesimistas, de proyecciones de un crecimiento del 2,5%, en febrero, el consenso de los analistas pasó a esperar una tasa de expansión por debajo del 2% y luego de que se conocieran los datos de producción, empleo, exportaciones e inversión de los primeros meses, la mayoría de analistas ahora espera un crecimiento pobre con una tasa de expansión de tan solo el 1%, incluso si el Banco de la República sigue relajando la tasa de interés. Esto último no será tan rápido como esperaba el Ministerio de Hacienda porque todavía las expectativas de inflación continúan por encima del rango meta.

Esa herencia de un crecimiento más cercano a la recesión que a la expansión ha sido fabricada por el propio equipo de Gobierno. Las tres reformas tributarias – 2012, 2014 y 2016 – que tramitó el Ministerio de Hacienda afectaron la capacidad de inversión de las empresas y la capacidad de consumo y acumulación de riqueza de los hogares, las tres golpearon dos elementos esenciales de la demanda agregada que son la inversión privada y el consumo de los hogares. Lo más crítico, es que hayan sido tramitadas, esta última en especial, cuando la economía venía absorbiendo el choque de los precios del petróleo y el Estado tampoco podía gastar para equilibrar la balanza.

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El Ministerio de Industria y Comercio, tiene un récord de malísima gestión, desde más atrás que la Ministra actual. Basta mencionar que, aunque el peso se deprecio 60% frente al dólar, las exportaciones diferentes a petróleo y café no crecieron y las de materias primas cayeron durante todo el año pasado, solo se recuperaron este año por cuenta del rebote del petróleo luego del pacto de la Opep. La producción industrial se contrajo 0,2% a pesar de la entrada en operación de Reficar, desnudando que la política industrial en esa cartera es nula o las acciones que llaman política industrial no tienen efecto en el aparato productivo.

A pesar de la continuada dependencia a las exportaciones de crudo, que con todo y caída de precios siguieron representando más de la mitad, el Ministerio de Minas y la Agencia Nacional de Hidrocarburos, no tuvieron capacidad para contener los efectos de los precios y mantener el ritmo de exploración y producción. Hoy en día el país está produciendo 804.000 barriles diarios, una cifra 20% menor a los más de un millón de barriles que alcanzó el pico de producción. Al efecto de los precios, se sumó que Ecopetrol está endeudada porque durante los últimos años le entregó más del 75% de las utilidades al Gobierno y al mismo tiempo emitió deuda para financiar las campañas exploratorias, por eso no pudo tomar el relevo para contribuir con el ritmo del sector.

La única herencia buena que hasta ahora van dejando es la firma de los acuerdos de paz, no obstante, ha llamado la atención que a pesar de que el Presidente fue inquebrantable en la búsqueda del acuerdo, la implementación ha sido lenta y descoordinada, sabiendo que su perdurabilidad depende de la capacidad del Ejecutivo para poner en marcha lo acordado principalmente durante el arranque del posconflicto.

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